Maca Sánchez, la futbolista que llegó para cambiar todo – GENTE Online
 

Maca Sánchez, la futbolista que llegó para cambiar todo

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Se enfrentó a la AFA y denunció a su ex club –UAI Urquiza– para que regularice su situación laboral. Hoy en San Lorenzo de Almagro, es la primera jugadora argentina que logró un contrato en el fútbol. Su lucha contra el machismo fue noticia en la BBC, The New York Times y El País.


Sonriente y empoderada, en el Nuevo Gasómetro. Abrió el camino a la profesionalización de las mujeres en las canchas (léase remuneración y derechos básicos, como seguro y atención médica). Sostiene que la sociedad “debe cambiar, dejar de naturalizar que nos excluyan y discriminen”

Por qué las jugadoras de fútbol no merecerían remuneración y derechos básicos –como seguro y atención médica–, y sólo trabajarían por viáticos? Aunque parezca mentira, como dirá Maca Sánchez (27) –la primera jugadora argentina que consiguió un contrato profesional–, “estar adentro del fútbol no es sólo pelear contra los clubes y la AFA, sino también contra la sociedad misma, que tiene un pensamiento retrógrado y aún no acepta que practiquemos este deporte”. Mientras los jugadores varones cobran millones (mejor ni comparar las cifras), “tenemos que esforzarnos el triple para conseguir algo básico”. Parte de la revolución iniciada por Maca, que denunció a comienzos de año a su entonces club –UAI Urquiza– para que regularizara su situación laboral, ya que la habían desvinculado (como todas, sólo tenía firmada una ficha de inscripción, no un contrato) se vio reflejada en la repercusión del Mundial Femenino de Fútbol, que fue visto por 1.131.312 espectadores.   

–¿Cómo ves en retrospectiva tu lucha contra un sistema tan machista y patriarcal como el que rige en el fútbol? 

–No fue (ni es) nada fácil. Si la sociedad tuviera otro pensamiento y estuviera aceptado que también es un deporte de mujeres, si fueran más abiertos, no tendríamos que luchar. Eso se daría solo. Yo empecé a darme cuenta de que tenía un montón de cosas naturalizadas. Me costaba entender... 

... que vos estabas reproduciendo ese chip.

–Claro, porque a nosotras desde muy chicas nos meten en la cabeza ciertos pensamientos, y llega un momento en que te los terminás creyendo. La meritocracia, por ejemplo: esforzarte el triple para conseguir lo mismo que tienen los varones, o simplemente la mitad. Y está mucho ese discurso de la humildad, de ganar cosas y después recibir el apoyo. 

–¿Cómo te afectó crecer con ese discurso?

–Y... ya al final, el año pasado, me empezó a dar bronca, porque ya tenía en la cabeza cómo funciona todo el sistema y cómo hacen para excluirnos y discriminarnos en varios sentidos. Yo soy una privilegiada, porque tengo acceso a la información, un entorno que me acompaña y me hace ver un montón de cosas que antes me costaba ver. 

Maca llevando la pelota bien pegada al pié en un partido de entrenamiento en San Lorenzo.

–¿Cuánto tuvo que ver el feminismo con ese despertar y con que se caiga el velo? 

–El feminismo y el despertar que tuvimos a partir de 2015, con las marchas del Ni Una Menos, nos hizo darnos cuenta a todas, en todos los ámbitos, de lo que estábamos viviendo. A mí me tocó muchísimo: me hizo replantearme mi vida completa y tomar conciencia de que todo lo que yo pensaba y lo que me decían era erróneo. Y a partir de eso empezás a luchar contra vos misma y tus pensamientos

–Por ejemplo... 

–Y... No me planteaba por qué recién a los quince años pude entrar a un club y no antes. O por qué yo era la única mujer jugando al fútbol a los cinco años... Siempre fui feminista, pero recién en el 2015 empezamos a llamarlo por su nombre y a adquirir las herramientas para saber cómo luchar contra el sistema. Antes todo quedaba en enojos vacíos, porque no tenía los instrumentos para saber cómo hacerlo... Y me sentía sola. 

“Necesitamos construir un fútbol feminista, disidente y profesional”

–Hace muy poco dijiste que el feminismo te había cambiado para siempre, y también para mal. 

–Ese mal sería que antes disfrutaba de cosas que eran estereotipos culturales. Ahora miro un partido de fútbol y veo pequeños detalles que antes no percibía: las cámaras apuntando a las minas de cerca, los comentarios de los relatos, la desinformación de los periodistas –que no saben los nombres de las jugadoras– o dar una entrevista y que me pregunten cómo juegan las mujeres. 

–Y sabiendo muy bien que es natural que pase: patriarcado puro. 

–Sí, es súper natural para mí. Antes, por ahí, eran preguntas que yo contestaba “políticamente correcta”. Trataba de no entrar en conflicto. Ahora lo manejo de otra forma. Lo bueno es que la visibilización que tuvo el fútbol femenino  –y que tuve yo personalmente en estos meses– sirve, siempre que sepamos enseñarles a la sociedad y a los medios cómo tienen que transmitir la información. 

Jugadoras de un equipo femenino de Nepal, que participa de un torneo en Alemania, decidieron bautizar a su equipo con el nombre Macarena Sánchez, por ser "la gran impulsora del profesionalismo femenino".

–El logro épico de haber conseguido la profesionalización del fútbol femenino te dio popularidad. ¿Cómo te pegó?

–Fue un cambio enorme... más para mal que para bien. Lo sufrí bastante. No estaba acostumbrada a tanta exposición, o a que cualquier cosa que diga o haga sea motivo para atacarme o para ser reproducido en los medios. La verdad, me costó y estoy aprendiendo. No es fácil: sentí mucha presión social. Al parecer, era yo la que tenía la solución del fútbol y el deporte femeninos en la Argentina. Había demasiada expectativa puesta en mí. 

¿Te agarró fobia? ¿Te pusiste más introspectiva? 

–Sí, hay un montón de cosas que se me cortaron. Tuve momentos con ataques de ansiedad y pánico. Muchos viajes, muchas charlas que daba y después me escribía gente por las redes sociales para corregirme, para pedirme que cambie la manera de decir las cosas. Me sentía muy vigilada y muy medida. Tengo 27 años, no sé todo de la vida. Entonces, todo eso hizo que sintiera mucha presión y me desbordé por todos lados. 

–¿Cuál fue la vez en que los haters te hicieron sentir realmente mal? 

–Cuando me amenazaron de muerte. Nunca me había pasado y fue bastante chocante, pero hubo otras cosas que me hicieron peor. Como periodistas empecinándose conmigo, buscándome cosas viejas para deslegitimarme. En ese momento me replanteé si seguir o no. Me parece muy loco cómo hay gente que puede ir en contra de algo tan simple como tener un trabajo registrado. Entonces era muy difícil de entender ese empecinamiento conmigo. 

Todo el peso estaba en vos. 

–Claro, porque no había otras jugadoras que hablaran. Había mucho miedo. 

¿Eso está cambiando entre tus compañeras? 

–Ahora se están animando más a hablar, pero no todas. También es entendible. Cuando tenés miedo y presiones del otro lado, y tu vida entera depende del poder de alguien “de más arriba”, creo que todo es válido. Jamás me voy a poner a juzgar a una jugadora que decida no hablar y no contar lo que pasa, porque ya estuve en ese lugar. Lo que me pasó a mí es un punto de inflexión para que todas empiecen a contar la realidad. 

–Alguna vez pediste más compromiso y que no estén atentas a sus contratos con las marcas. Sos esa voz de la disidencia dentro del sistema.  

–Entiendo a las que están en un lugar de vulnerabilidad. Por ahí critico a aquella jugadora que está en un lugar de privilegio y, teniendo las herramientas y la visibilidad, no te digo que salga a denunciar como hice yo –porque no es fácil–, pero sí intentar desde adentro cambiar las cosas, en lugar de seguir reproduciendo el mismo mensaje y siendo funcional con el silencio.

Fotos: Julio César Ruiz


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