“Decidí pelear para cambiar mi destino” – GENTE Online
 

“Decidí pelear para cambiar mi destino”

La vida la frenó de golpe y le mostró dos caminos, dice ella. A la izquierda, una autopista de marquesinas, cuerpos pulposos y eternas tinturas platinadas que adoraba y conocía de memoria. A la derecha, una inexplorada y sinuosa carretera que –si conseguía atravesarla con éxito– la llevaría a su anhelada meta. Una vez más, Mónica Ayos se guió por su instinto: se jugó por el terreno más difícil y se mandó…

LA ALQUIMIA.
Cambió su look, probó con la comedia en teatro y televisión y hasta se animó a compartir la crianza de su único hijo con el hombre que amaba. Recién hoy puede comprobar que no se equivocó: formó una familia exitosa, el año pasado recibió su primera nominación al Martín Fierro, consiguió un papel importante en Sos mi vida (la novela más vista de la tele) y el mismísimo Sergio Renán la convocó para protagonizar una película que comenzará a rodar en septiembre de este 2006. A la chica le pasaron cosas que ni ella, por momentos, puede creer…

–¿Temés despertar, no?
–Al contrario. Creo que el secreto de todo esto radica en que nunca estuve dormida. Además, la peleé, fui artífice de mi destino, muté y me jugué para llegar hasta acá.

–¿Cuántas veces te reinventaste?
–Reinventarme es como mi leit-motiv: mis cambios son constantes. Como mujer, soy un cóctel explosivo. A los 19 años elegí esta profesión a conciencia y comencé con la gran maratón de “querer ser”. Desde entonces padezco cambios constantes…

–¿Arrepentida de alguna de tus transformaciones?
–No podría arrepentirme de ninguna etapa de mi vida, porque gracias a esas mutaciones conseguí ser quien soy hoy. Me enorgullezco de la rubia pulposa que fui y de la castaña más tranqui que soy hoy.

–¿Mutaciones planeadas o casuales?
–Yo soy muy de olfato. Desde que me emanciparon mis viejos, a los 16 años, siempre me guié por la intuición y por mi instinto de supervivencia. Lo fácil me aburre, soy pura adrenalina. Cambio todo el tiempo de envase y de contenido. Fijáte ahora: me prepuse bajar de peso para dar una imagen menos pulposa y lo logré.

–Mientras, todas piden curvas…
–Yo las pedí también: me hice lolas y llevé el pelo platinado hasta la cintura. Pero fue, ya no quiero esa imagen para mí. Hoy estoy más flaca que nunca, quise achicar mi estructura física y lo logré: peso 51 kilos sin verme demacrada. Conservo una figura sexy, digamos, pero mucho más tranqui. ¿Cómo hice? Con una dieta rica en frutas y verduras que me preparó la nutricionista Marta Romanelli, y sigo con los tratamientos externos en la clínica de Mónica Milito, donde me hacen mesoterapia y contractores… También cambié el pelo: fui a lo de Miguelito Romano –ya lo tengo curado de espanto, porque padece mis cambios desde hace siete años– y le pedí que me cortara y me hiciera unas mechas más oscuras. Hoy el espejo me devuelve una imagen en la que me hallo. Me siento muy cómoda en este nuevo envase.

–Pese a tanta revolución externa, se te ve más asentada que nunca…
–Bueno, eso tiene que ver con el contenido, y se lo debo sobre todo a Diego (Olivera, 38), mi marido. Me aburría muy rápido de todo, incluso de las parejas, hasta que un día Diego me paró el carro: “No confundas rutina con armonía”, me dijo, y me mató. Tenía razón: se puede convivir con pasión y en paz. Igual que en lo laboral. Para mí la vida era blanca o negra, no sabía de grises hasta conocerlo a él.

UNA CHICA CON PASADO. La crió su abuela mientras sus padres, bailarines de tango, recorrían el mundo con sus giras. Padeció la bulimia, la anorexia, tomó laxantes, anfetaminas y diuréticos para quitarse kilos. Fue madre y mujer golpeada a los 19, hasta que dijo “basta” y huyó con su crío de tres meses en brazos. Vivió en pensiones. Conoció el hambre y el frío. Trabajó de recepcionista de día y de bailarina por las noches. Llegó a pesar 70 kilos, a tener el cabello castaño y corto, nada de lolas. También, gracias a las tinturas, las cirugías, el gimnasio y las dietas, se convirtió en la vedette platinada de perfectos 95-60-92. Así, en una de sus primeras grandes mutaciones, conoció la fama con Reíte país, la obra de Jorge Corona. Después, hizo tele en Matrimonios y algo más, Franco Buenaventura, el profe y algunas cámaras ocultas para El Show de VideoMatch. También vino el teatro con Casi un ángel, y más tarde con Taxi 1… Para entonces ya era más que conocida.

–¿Cómo se sobrevive a tanto?
–Siempre digo que tengo una inteligencia práctica: cuanto más aprieta la vida, mejor la resuelvo. Yo decidí pelear para cambiar mi destino. En mi vida no hay errores, sólo tuve aprendizajes dolorosos… Y soy una chica que aprende rápido. Siempre trato de ver de qué me sirvieron los golpes. Uso la alquimia para que se transforme en algo bueno. De pronto me agarro unas calenturas tremendas con cosas que no espero que me pasen, pero siempre lo capitalizo. Supe sacarle provecho a todo, hasta a lo peor.

–Bailás, cantás, actuás, exhibís tu cuerpo… ¿Qué te sale mejor?
–…Mirá, cuando hice de vedette –trabajo al que estoy agradecidísima–, descubrí que mi fuerte no eran las plumas, sino los desafíos. No podría decirte qué soy, porque me preparé para hacer de todo. Tener una meta difícil por delante es lo que más me atrae y mejor resuelvo. Mi carrera fue evolutiva y no quise ser otra cosa que artista.

–Y entre tanto cambio, ¿pudiste descubrir qué fue lo que te mantuvo en el eje para no perder las raíces?
–Creo que la terapia tuvo que ver con eso. Empecé a los 21, ya grande, y nunca dejé. Es mi espacio para analizar y proyectar. También tuvo que ver que nunca me creí ningún personaje. Jamás tuve grandes aires. Es el día de hoy que voy en jogging y zapatillas, sin una gota de maquillaje a las grabaciones, y saludo a todos, desde el portero hasta el director.

–¿Por qué decís que a los 21 eras grande?
–Porque era así. A los 21 me sentía grande, era mamá, ya lo tenía a Federico (hoy de 14) y mientras mis compañeras trabajaban para comprarse ropa o salir, yo tenía la obligación de laburar para los pañales y la leche. Esto te lo cuento sin exagerar y sin llorar, porque fue una etapa de mi vida hermosísima, pero llena de obligaciones. Siempre fui una chica con muchas responsabilidades: si no las tenía me las buscaba. En una época me enamoré de un taxista, y si quería salir a comer afuera, tenía que pagar yo. Por suerte, nunca tuve prejuicios: jamás vi mal que una mujer banque al hombre…

DE PADRES E HIJOS
. Como hija padeció la ausencia de sus padres. Como madre se propuso hacer lo contrario, sin dejar de priorizar su vocación. “Yo, que siempre soñé con tener una mamá todo el día metida en mi casa, cuando llegó el momento de criar a mi hijo elegí trabajar. Nunca me encerré a cuidarlo. No quería quedar atrapada en el rol de ama de casa, en algo que no soy. Yo cocino, voy al supermercado y ando crota todo el tiempo, pero la necesidad de desarrollar mi profesión es más fuerte, y ellos lo comprenden”, cuenta hoy.

–¿Cómo fue esa extraña relación con tus padres?
–Yo no lo viví como una ausencia. Sabía que mis viejos eran artistas, muy bohemios, que lo de ellos era viajar por el mundo bailando su tango, y así lo entendí. Por eso siempre digo que tengo dos mamás, porque Juanita, mi mamá-abuela, fue quien me crió. Mi vieja (Mónica Cramer) y mi viejo (Víctor Ayos), fueron dos volados toda su vida y me educaron de una forma bastante atípica, porque ante todo fueron mis amigos. Siempre digo que de papá heredé el humor, de mamá la curiosidad y de mi abuela Juana esa cosa de echar raíces, pagar tu techo y vivir buscando la seguridad. Soy una buena mezcla de los tres.

–¿Cuánto te llevó superar la muerte de tu viejo?
–Y, es todo un tema. Me alienta mucho ver bien a mamá, que fue su compañera eterna en el trabajo y en la vida. Es una mujer inteligente, hermosa, joven, con tanta garra… Y ahí está, aprendiendo a vivir en soledad.

–¿Te gustaría que se vuelva a enamorar?
–Hoy me resultaría raro. Pero si le pasa, creo que sería la primera en apoyarla. Pasa que todavía los recuerdos de papá están muy presentes en todos.

–¿Cuál te persigue más?
–Tengo miles... Papá tenía mucho humor. Recuerdo que cuando estaba internado se les quejaba a los médicos: “¿Cómo puede ser que hoy a mí, Victor Ayos, que llevé el tango a todo el mundo, me pregunten si soy el papá de Mónica?”. Tenía razón. Era una injusticia. Sin embargo lo decía orgulloso de su hija.

–¿Y vos alguna vez usaste su nombre para abrirte puertas?
–Mmmm… sí, para averiguar de castings en algunos programas donde lo conocían. Igual, te puedo asegurar que nadie me regaló nada. Pese a que mucha gente del ambiente me conocía de chiquitita por mamá y papá, productores que me han tenido en brazos, logré crecer sin acomodo, peleándola desde abajo.

–¿Qué encontrás de vos en tus hijos?
–Vicky tiene exacerbada mi parte femenina: canta, baila, me saca los maquillajes, es muy histriónica y me puede. Pese a que soy independiente y siempre me manejé sola, tengo que admitir que mi hija de dos años me gobierna la vida. Por el otro lado está Fede, que es mi clon masculino: si ya me encuentro parecida físicamente, no te imaginás lo idénticas que son nuestras personalidades. Y tiene una ternura especial, que está invadida ahora por esta edad tan difícil (la de los catorce) que, como me tiene que destronar, hace rato que no me deja ni mimarlo, ni besarlo… Son mi prioridad. O mi debilidad. Todo lo hago pensando en ellos, siempre.

LA PASION Y EL AMOR. Dice que con Diego Olivera, su marido desde hace tres años, tenían el destino marcado. Cuando se conocieron en Matrimonios y algo más, durante las primeras charlas descubrieron que habían ido al mismo colegio y que sus padres habían compartido cartel en Europa. “Los viejos de Diego eran bailarines de flamenco y hasta tuvieron un accidente de micro junto a los míos. Hay fotos de los cuatro juntos que Diego tenía en su casa y yo en la mía. Hicimos recreo en el mismo patio, aunque jamás nos vimos, porque él me lleva cinco años… Cuando yo empezaba la secundaria él se estaba yendo de viaje de egresados. Siempre decimos que el destino nos tenía marcados”.

–¿Y cómo marcha la vida conyugal a la que tanto le temías?
–Mejor imposible. Igual, me faltan todavía cuatro para la comezón del séptimo año. Ahí te contaré. Tenemos diferencias, muchas, pero a todas las salvó el humor. Cuando discutimos siempre le digo: “Vos las querés todas. No se puede tener una mujer con cola, tetas, que cocine bien, que sea divertida y encima que sea cuerda”. Diego es muy tranquilo, la loca soy yo.

–¿Ahora creés en eso de “para toda la vida”?
–Todavía nos elegimos. Igual, siempre trato de no poner demasiadas expectativas… Ojalá podamos envejecer juntos, es mi plan. Diego me enseñó que se puede construir una relación armónica y apasionada a la vez, que no es poco. Lo más importante es que los dos tenemos la misma escala de valores: lo primero, para nosotros, es la familia. Yo lo admiro por haberme elegido, porque tuvo el trabajo de enamorarme a mí y también a mi hijo. Hoy me emociona ver la relación que lograron.

–¿Qué te enamoró de él?
–Me enamoré en el acto: un metro noventa y uno, ojos verdes, ¡encima buen tipo! Era más de lo que podía imaginar. Pensá que con Fede y mi trabajo me sentía condenada a estar sola. Para mí la pareja era lo de menos, el amor de Diego me sorprendió. Y llegó cuando tenía que llegar. Con el tiempo me confesó que lo mataba ver a la pulposa platinada, de jeans, toda rea, cero diva. Y a mí, saber que en sus auriculares siempre sonaba música clásica: era como la antítesis del sex-symbol que me atrajo a primera vista.

–¿Cómo hiciste, pese a tu historia, para sobrevivir a los escándalos?
–Creo que no jorobando a nadie. Nunca me metí con nadie. Hice la mía sin necesidad de pisar cabezas. Tengo todas las ambiciones, pero ninguna desmedida como para c… en el otro. Me niego a opinar de los demás. Además, comprendí enseguida que si te hacés la fama subida a un escándalo, al día siguiente lo tenés que mantener: o te separás, o te peleás con una compañera de elenco, o tenés un amante nuevo, o fuiste. Yo no estoy para vivir en una montaña rusa. En mis reinvenciones elegí estar en eje, en armonía. Cumplí el sueño americano de formar una nueva familia Ingalls y así es como mejor me siento. Así es como quiero estar de ahora en más.

Hoy se siente más sexy, más tranqui y más exitosa que nunca. Está grabando la novela más vista de la tevé, Sos mi vida, junto a Facundo Arana y Natalia Oreiro. Y, en septiembre, comenzará a viajar a San Luis para filmar su primer protagónico en cine.

Hoy se siente más sexy, más tranqui y más exitosa que nunca. Está grabando la novela más vista de la tevé, Sos mi vida, junto a Facundo Arana y Natalia Oreiro. Y, en septiembre, comenzará a viajar a San Luis para filmar su primer protagónico en cine.

“<i>A los 21 ya me sentía grande. Mientras mis compañeras trabajaban para comprarse ropa, yo tenía la obligación de laburar para los pañales y la leche. Fue una etapa hermosísima, pero llena de responsabilidades</i>”

A los 21 ya me sentía grande. Mientras mis compañeras trabajaban para comprarse ropa, yo tenía la obligación de laburar para los pañales y la leche. Fue una etapa hermosísima, pero llena de responsabilidades

“<i>Me aburría muy rápido de las parejas hasta que un día Diego me paró el carro: ‘No confundas rutina con armonía’, me dijo, y me mató. Tenía razón. Se puede convivir con pasión y en paz</i>”

Me aburría muy rápido de las parejas hasta que un día Diego me paró el carro: ‘No confundas rutina con armonía’, me dijo, y me mató. Tenía razón. Se puede convivir con pasión y en paz

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