«De mi vida hago lo que quiero, no lo que debo» – GENTE Online
 

"De mi vida hago lo que quiero, no lo que debo"

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Alguien dice "Nati". Y Nati va. La voz cruza, rugosa y seca, el largo espacio
de los estudios Rental. Y llega, la voz, hasta la silla negra de plástico en
donde Nati lee, en donde Nati deja de leer, de donde Nati se para, sobre la que
Nati deja unos papeles sin abrochar. "Voy", responde, apenas. Y después camina.
Y después se detiene frente a un enjambre de técnicos que encienden, apagan,
encienden, apagan, luces, cámaras, otras luces, otras cámaras. El diseño de
vestuario ha decidido que a Nati le tocará llevar zapatillas All Stars con
estampado de corazones, jeans y musculosa blanca, un look que no fuerza su
propio look. Será Sandra, pero lo será más adelante, cuando comience el rodaje
de Cleopatra. Por ahora es Natalia Oreiro probando cámaras durante la mañana
espesa de un miércoles de marzo.

Junto a Natalia se para Norma Aleandro, que será Cleopatra. Con pollera marrón,
zapatos marrones y cartera amarronada, Aleandro, su personaje, es el reverso
generacional de Natalia, del personaje de Natalia. Las dos se miran. Las dos se
tientan. Eduardo Mignona, el director, ordena acción. El 35 mm imprime las caras
dispares de las mujeres en medio de un silencio sin fisuras. No vuela una mosca,
porque si lo hiciera no soportaría la culpa de agrietar un silencio como ese.

-Película nueva y pareja actoral con Norma Aleandro, ¿te da miedo?
-Sí, me da.

-¿Y qué hace alguien como vos cuando el miedo le sacude el cuerpo?
-Agradece.

-¿Qué cosa?
-Yo al miedo lo tengo ubicado en un buen lugar. Muchos lo asocian con la
desgracia. Yo, en cambio, cuando siento miedo compruebo que estoy frente a algo
que me importa mucho, pero mucho, mucho. El miedo me avisa, me da la pauta. Y
sólo cuando siento ese miedo es cuando me digo: '¡Entonces voy a hacer este laburo como la p… madre!'.

-¿Cuándo te agrandás?
-Al final de un proyecto o sobre el escenario.

-¿Y al principio y abajo?
-Ahí siempre me siento chiquita. Cada vez que arranco con algo nuevo, algo que
me importa mucho (después de todo, sólo hago cosas que me importan mucho) vuelvo
a ser la adolescente que vino del Uruguay hecha un tembladeral y siento que no
lo voy a poder hacer como quiero, sea un disco, una película… siento que no voy
a poder.

-Parece angustiante…
-No, porque es gracias a eso que no me permito relajar y que me meto con todo en
lo que haya que hacer. El miedo, la tensión, el dolor, son tan importantes como
el bienestar y la felicidad. Unos no son posibles sin los otros. Después, sobre
el escenario, cuando se encienden las luces, trato de encenderme yo también, de
dar todo lo que tengo.

-Pero eso, después…
-Sí, al principio, como te digo, voy muy chiquita hasta que voy encontrando el
tono de las cosas. A Sandra, mi personaje en Cleopatra, la busco todos los días
y todos los días le encuentro algo nuevo. No paro de bucear en ese personaje y,
si me dejaran, podría pasarme dos años construyéndolo.

-Para un escritor los cuentos no se terminan, se abandonan.
-Con el trabajo de una actriz sucede algo parecido.

-Como cantante fuiste de los ritmos más o menos latinos a los riffs más o menos
rockeros. Y como actriz de cine, del éxito con Francella a un proyecto con Norma
Aleandro. ¿Qué trazo hizo tu carrera hasta hoy?
-Al principio recibí más presiones y de a poco me fui liberando. De todas formas
no tengo prejuicios. Me gusta ser una artista popular y me gusta poder hacer
cine tanto al lado de Norma Aleandro como de Guillermo Francella. Yo soy actriz,
viste, no me importa lo que piense la crítica especializada.

Alguien dice "Nati". Y Nati va. La voz llega clara viajando en el aire frío del
estudio hasta la silla negra de plástico donde Nati, la Nati que la voz llama,
revisa en unos papeles las fechas en las que deberá viajar a Mendoza, donde el
rodaje ganará sustancia y la película, cielo abierto. "Voy", responde, suave.
Apartado, en otras sillas y con otros papeles en la mano, Carlos Mentasti,
productor general, cierra, entre precios y cuentas, algo que tiene que ver con
los vehículos que necesitará la producción. Cuatro columnas de luz dejan
explotar su destello sobre el piso del galpón inmenso, en el exacto punto donde
Natalia Oreiro y Norma Aleandro ahora van y se paran, se miran y se tientan.
Desde lejos Natalia sugiere cierta soltura. Junto a Norma, protagonista del
film, mira todo, escucha todo, algo parecido a la obsesión le cruza la cara sin
maquillaje. "Acción", dice Mignona. Silencio, otra vez.

-En busca de un horario para esta charla me explicaban que terminás de ensayar y
te vas a tu casa. "Termina y se va a su casa con su marido", me dijeron
textualmente. Sonó como si fueras una señora esposa que tiene que volar a
preparar la comida…

-De mi vida yo intento hacer lo que quiero, y no lo que debo. Es por eso que no
soy una señora esposa. Quizás, si hiciera lo que debo, tendría que dedicarme a
serlo, a atender los quehaceres del hogar…

-¿Quién te estaría obligando?
-El mandato social, el afuera. Pensá que hasta hace cuarenta años, ser actriz
era casi como ser prostituta. Las primeras grandes actrices del cine nacional
eran miradas con mucho recelo social. Gracias a Dios fuimos avanzando, aunque
nos falta muchísimo más.

-¿Qué otras presiones te llegan?
-Llegar, ninguna. No me hago cargo de lo que ese ojo de Gran Hermano que siempre
te mira, el entorno, la gente, espera de vos. Ahora, por ejemplo, están todos
esperando que quede embarazada. "¿Cuándo vas a tener un hijo? ¿No te gustaría
ser mamá?
". ¡Momento! ¿Saben cuándo voy a tener un hijo, señores? ¡Cuando tenga
ganas!

-Sin planes…
-Es que no se puede planificar eso. El momento para tener un hijo es nunca, o
siempre. Las mujeres tenemos, obviamente, esa pulsión interior, estamos
naturalmente preparadas para eso, y esa idea vive en nosotras, lo que no quiere
decir que vaya a tenerlo ya. Estoy muy relajada con este tema. El momento llega.
Y cuando llegue, voy a estar ahí. Además, ahora los tiempos son más largos.

-Es falso creer que, con los avances de la biotecnología, ahora cualquier mujer
puede tener hijos a los cuarenta. Los riesgos siguen siendo altísimos.
-¡Pero yo recién tengo veinticinco!

-No lo decía por vos.

-Mirá, voy a decirte algo que va a sonar fuerte y las madres me van a querer
matar, pero desde el punto de vista estrictamente ginecológico, el momento ideal
para tener un hijo es a los quince años, entre los quince y los veinte. Ahora,
vos sabés el drama que significan las madres adolescentes. Por eso el momento es
cuando tiene que ser.

-¿Cómo fuiste como hija?
-Desde chica hice lo que tenía ganas. Crecí en un hogar muy libre donde nunca me
exigieron ser la mejor alumna. En cambio, me exigían volver a determinada hora.

-¿Volvías?
-No, me escapaba. Cuando metés presión a tus hijos, es peor y lográs el efecto
contrario. Mis viejos no querían que yo fuera a bailar hasta los quince, pero yo
iba igual. Te repito, me escapaba. Hoy veo a Ricardo (Mollo, su marido, líder de
Divididos) llevar e ir a buscar a sus hijas y pienso que eso es lo mejor, porque
sabés dónde están, sabés que están contenidos.

-¿Se equivocaron tus viejos?
-No, sólo tenían otra forma de pensar. Después, cuando cumplí los diecisiete,
fueron muy abiertos y confiaron en mí para dejarme venir a Buenos Aires a
cumplir mi sueño.

-¿Y si no te hubieran dejado venir?
-Me hubiera venido de todas formas, tal vez más grande, pero me hubiera venido y
mi agradecimiento hacia ellos no sería tan grande como lo es hoy. Esa fue la
gran bisagra de mi vida.

-En algún momento Pablo Echarri fue tu compañero, en algún momento habrán soñado
con un hijo, habrán jugado a ponerle nombres. Hoy, él va a ser papá. ¿Cómo te
pega?
-Todo lo que voy a decir es que a mí me pone muy feliz que Pablo vaya a ser papá
y estoy segura de que va a ser el mejor papá para ese bebé. En serio.

Alguien dice "Nati". Y Nati va. Diego Impagliazzo, su peinador, al borde de la
preocupación, verifica, mientras Nati avanza hacia el centro de luz, que el
recogido se mantenga firme sobre su cabeza y Beatriz Di Benedetto, directora de
vestuario, discute con Mignona cómo incorporar el mensaje "no a la guerra" en
algún cuadro de la película. Una remera asoma como la opción más probable.
"Voy", dice Nati, que con Norma se hablan, se miran, y van dejando de tentarse.
Mignona se vuelve hasta el monitor que, lejos de los haces, repite el cuadro
heterogéneo que componen las dos caras disímiles. "Acción", ordena. Las dos
miradas se clavan en la profundidad del lente que las capta. Luego giran y se
encuentran. Las dos mujeres, entonces, ríen, tentadas, porque la orden siempre
fue tentarse.

-¿Cómo estás con Ricardo?
-La verdad, estamos en un momento hermoso. El es el amor de mi vida y siento que
somos dos almas gemelas. Nos contenemos y nos escuchamos mucho. Es hermoso, por
ejemplo, estar en un lugar superexpuesto, en conferencia de prensa, rodeada de
periodistas, y de repente lo veo, en un costadito, casi invisible… es hermoso
encontrarme con esos ojos y sentir que de pronto ya no pasa más nada alrededor.
Yo no me imagino sin él.

Alguien dice "Nati". Y Nati va.

por Alejandro Seselovsky
fotos: Claudio Divella
producción: Sofía Delger y Florencia Maidana
maquilló: Clara Stornini
peinó: Diego Impagliazzo
(agradecemos a: María Vázquez, Ricky Sarkany, Arlequín y a Mariana Paz
(profesora de cuerdas aéreas)

Natalia, que estudió con una profesora el arte circense de las cuerdas aéreas, juega, como flotando, a dos metros del piso. Pura sensualidad en el aire.

Natalia, que estudió con una profesora el arte circense de las cuerdas aéreas, juega, como flotando, a dos metros del piso. Pura sensualidad en el aire.

El momento para tener un hijo es nunca, o siempre. Las mujeres estamos naturalmente preparadas para eso, y esa idea vive en nosotras. El momento llega. Y cuando llegue, voy a estar ahí"">

"El momento para tener un hijo es nunca, o siempre. Las mujeres estamos naturalmente preparadas para eso, y esa idea vive en nosotras. El momento llega. Y cuando llegue, voy a estar ahí"

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