“Cuando les conté a los chicos que estoy embarazada, me dijeron: ‘¿Otro más, mamá?’” – GENTE Online
 

“Cuando les conté a los chicos que estoy embarazada, me dijeron: ‘¿Otro más, mamá?’”

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¿Nena o varón? “Todavía no lo sabemos, pero si es nena, ellas dan menos trabajo en el parto. Además, llego al empate de los sexos”, dice la chef y madre a toda prueba de Agustín (8), Lucía (5), Matías (3), Sofía (3) y Santiago (6 meses). ¿Habrá más? “Si queda embarazada de nuevo, me separo. Y aclarálo en la nota”, dice su marido, el ingeniero agrónomo Bernardo Solá, 40 años, frase que acompañó con un pícaro guiño, tal vez porque, tras once años de casado, ya se ha resignado. “Tengo una carrera intensa, pero desde que nos pusimos de novios supe que lo que quería era una gran familia”, retruca ella, con sincera sonrisa.

–¿Buscaste el sexto hijo?
–Me moría de ganas, pero Bernie no quería saber nada. Fui al ginecólogo porque sentí un bultito, y pensé que podía ser un quiste, pero no. Repetimos el clásico: ¡cada vez que voy al consultorio me dice que estoy embarazada otra vez!

–¿Te pasa siempre?
–Sí, desde Agustín. Cuando empezamos a buscarlo, fui a una consulta para averiguar qué tenía que hacer para lograrlo… y ya estaba en mi panza.

–¿Y cómo recibiste la noticia del sexto?
–Sorpresa. Uno recuerda más o menos el momento en que engendró a sus hijos, pero esta vez tengo que confesar que no tengo ni idea.

–¿Qué dijo tu marido?
–Primero hablé con una amiga, porque te juro que a Bernie no se lo podía contar. El discurso de él era: “Listo; ya son cinco; olvidáte”. Pero yo moría por uno más, y rápido, para que crezcan todos juntitos. Mi amiga lo ablandó y una semana después le pregunté: “¿Vos me amás?”. Me dijo que sí y enseguida adivinó.

–¿Y lo tomó bien?
–Al principio le costaba hablarme, mirarme. No fue fácil digerir la noticia. Y no porque no le gusten los chicos, pero bueno, ya tenemos cinco, y el más chico, Santi, de sólo seis meses. Después fue el primero en hacer pública la noticia.

–Tenés tres locales de tu marca –Magic Cakes– y un cuarto en camino y querés volver a la televisión. ¿El embarazo afecta tus planes de trabajo?
–Para nada. Amo disfrutar de mis hijos, pero también muero por volver a la tele.

–¿Por qué se demora el regreso?
–A veces siento que la sociedad argentina no está preparada para verme trabajando con panza. Todos saben que en mis embarazos yo sigo con mi ritmo habitual, pero hay personas que me miran de costado. Me pasa cuando me ven entrenando, o sobre los esquíes. Por suerte, tengo un cuerpo que me banca siempre. Por eso mis hijos son tan tranquilos y buenos… ¡Con tanto trabajo que tengo deben nacer cansados!

Maru pensaba mantener en secreto la nueva visita de la cigüeña, al menos hasta superados los tres meses de embarazo –va por los dos y medio–, pero el hechizo se rompió el viernes 17 de agosto, cuando María José González Botana cumplió 38 años. En plena fiesta, con algunas copitas de más, el prolífero papá Bernie no pudo contenerse y lo anunció en público. “Quedaron todos atónitos. Nunca me pasó algo igual. Los invitados estaban bailando. Se hizo silencio y quedé rodeada por decenas de ojos desorbitados. ‘¡¿Se viene el sexto?!’, parecían preguntarse todos. ¡Me parecía estar en medio de un dibujo animado!”, dice la mamá todo terreno.

–¿Qué dijeron los chicos?
–Luchi (Lucía) es la más sensible durante los embarazos. Necesita mimos y franela todo el tiempo. Una vez que el bebé nace, es otra. Agus, el mayor, me preguntó: “¿Otro más, mamá?”. Pero a la noche me dijo: “Ya me acostumbré a los llantos; me encanta tener hermanitos bebés”.

–¿Planeabas esta gran familia?
–No es un récord, pero la deseaba y se me dio. De chica tenía una cábala: cada vez que pasaba un tren pedía que se cumpliera mi sueño de ser madre. Hoy estoy recontra-agradecida.

Maru Botana estudió Administración de Empresas, pero el placer por ollas, cacerolas, dulces y especieros pudo más. A los 19 años se sumó al staff del chef Francis Mallmann y, luego, hasta pudo poner las manos en la masa del prestigioso restaurante francés Le Crocodile, de Ermil Young. En 1993 abrió su primer local Magic Cakes. “Trabajaba todo el tiempo. A veces me acostaba sobre las bolsas de harina, en un rincón, y pensaba que si seguía así, sin salir, nunca iba a conocer a una pareja. Pero si hacés las cosas bien, los sueños se cumplen”, dice. Tres años después empezaron sus éxitos en tele: Todo dulce, Sabor a mí, Maru a la tarde y Cocina rodante, además de publicar varios libros vinculados a la gastronomía.

–¿Qué te pasa con la fama?
–Siento que la gente me rescata, me demuestra su afecto, y eso que ya hace dos años que no me ven en el aire. Siempre me preguntan dónde están los patines, como si fueran mi marca. Lo mismo me pasa con la frase “ponéte las piletas”.

–¿Querés volver a la tele con un programa infantil, o seguir con la gastronomía?
–Mmmm, no sé. Vamos a ver qué pasa. Yo muero por tener de nuevo un programa, en Telefe o en otro canal. La gente me conoció por mi forma de improvisar y me gustaría mantener esa línea, aunque no sé si me animaría a un programa exclusivamente para chicos. A ellos les llego igual conduciendo para toda la familia, con mis locuras de siempre. Me parece que voy a necesitar a alguien que me asesore…

–¿Lo que se llama un “cerebro televisivo”?
–Sí, tal cual. Muchas veces la remé en la tele y hoy necesito orientación para avanzar con el pie derecho. Me imagino conduciendo un programa de información general en el que, obviamente, la cocina estaría, porque es mi vida. Pero también puede tener muchas otras cosas. Eso me tienta. Además, me veo en un programa como fue Jugáte conmigo. Pero sé que necesito que alguien me diga: “Esto es para vos”.

Con 38 años, cinco hijos, el sexto por venir y sin ninguna huella de cirugía estética, se la ve vital, linda, iluminada. ¿Cómo se hace para vivir entre cremas y chocolates y mantener la figura?
–Entreno bastante y soy semi-vegetariana, aunque cuando estoy embarazada como mucho pescado. El zapallo es uno de los ingredientes preferidos de mi dieta. Por eso, cuando me enteré de que el órgano reproductor femenino tiene ese mismo color, ¡encontré el porqué de tantos bebés!

–¿Cómo comemos los argentinos?
–Antes a la gente se la engañaba: se podían bajar costos con los ingredientes, como usar margarina en lugar de manteca o cacao por chocolate. Ahora no, y me alegra, ¡aunque me sale carísimo! Me parece muy bueno que hayamos aprendido a valorar la calidad de los alimentos.

–¿Te sentís un poco autora de esa evolución?
–Si tuve algo que ver, me hace sentir orgullosa. Pero en general en la Argentina hay una cultura gastronómica familiar –heredada de los abuelos, como es mi caso– que perdura. Halagar a los que uno quiere con un rico plato sigue de moda, y no creo que pase.

–Después de probar lo bueno, nadie quiere ceder…
–Es que, en definitiva, lo barato sale caro, y esa frase se vuelve más gráfica en la cocina… ¿Quién no tiró alguna vez una torta porque no la comía nadie?

–¿Cómo te llevás con la fiebre por lo light?
–¡Noooo! (y la frase se continúa con una impúdica carcajada) Hay opciones bajas en grasas, como strudel de manzana o tarta de queso, pero en el caso de una dieta estricta, lo mejor es elegir una manzana. También se puede jugar con los cereales, el pan negro, las ensaladas y el wok. Hace bien tener un equilibrio para cuidar la salud. Creo que los argentinos sabemos comer mejor que en otros países. No hay tantos obesos como en los Estados Unidos, por ejemplo.

–¿Y la exigencia de estar siempre divinas?
–Eso sí es algo muy argentino. En general, acá no se ven gorditas felices como en otras ciudades. ¡Y lo dice una flaca como yo!..., aunque a mí siempre me vean con pancita.

Sus hijos Agustín (8), Lucía (5), Matías (3), Sofía (3) y Santiago (6 meses) se divierten entre paquetes de harina y panes de manteca como si fueran juguetes. “<i>Nos gusta mucho cocinar juntos</i>”, asegura la mamá.

Sus hijos Agustín (8), Lucía (5), Matías (3), Sofía (3) y Santiago (6 meses) se divierten entre paquetes de harina y panes de manteca como si fueran juguetes. “Nos gusta mucho cocinar juntos”, asegura la mamá.

No sólo combina ingredientes: sabe armonizar el trabajo y la maternidad. Y se necesita mucho orden para mantener fuera del caos a su casa del country Camino Real.

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“<i>Cuando nació Santiago, mi marido me dijo</i>: ‘Listo; ya tenemos cinco; olvidáte’. <i>Pero yo moría por uno más, y rápido</i>”.

Cuando nació Santiago, mi marido me dijo: ‘Listo; ya tenemos cinco; olvidáte’. Pero yo moría por uno más, y rápido”.

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