Cinco años apenas había cumplido cuando pidió la caja del lavarropas que sus padres habían comprado. “Me la llevé a la terraza, con mi bebé –el de aquel entonces– y una frazada. Me acomodé bien y ahí me quedé el día entero”. Subraya estas líneas en su disertación sobre la coherencia de una personalidad que resume: determinación, autonomía y rebeldía (que flaqueará sólo ante el amor, como ya veremos). María Eugenia Suárez Riveiro (20 hasta el próximo 9 de marzo), dice haber crecido “diferente”, surfeando límites con la destreza que finalmente le valía la luz verde de dos padres resignados, y decretando ítems –hoy consecuencias–, como por ejemplo el de ser mamá a los 21.
“Tuve que crecer o crecer”, explica tras mi observación sobre su aparente anacronismo. “Me crié entre grandes, escuchando sus conflictos y conteniéndolos desde mi mirada”. A los 11 alternaba las aulas con estudios de televisión, en los que grababa Rincón de luz (2003). A los 15 administraba su cuenta y a los 18 ya vivía en su propio departamento.
“Me desilusioné varias veces. Aprendí a protegerme de la envidia y a no confiar en todo el mundo”. Es lo que, asegura, la distingue de sus amigas, con quienes necesita despuntar el “boludeo”, según dice: “Seguimos haciendo piyamazas, nos descalzamos, comemos golosinas y miramos Bailando”. Y concluye dando cuenta de su filosofía: “Nada en la vida es tan tremendo. Siempre hay algo más grave de lo que nos pasa”.
–¿Fue así que enfrentaste las dos grandes tormentas del pasado año, el fallecimiento de tu papá y la controvertida oficialización de tu relación con Nicolás (Cabré, 32)?
–Prefiero no profundizar, es algo que no voy a superar jamás.
–Fue durante el viaje a la isla Margarita, en noviembre, donde Nicolás rodaba Sólo para dos, de Roberto Santiago. Intriga saber por qué decidiste no venir al sepelio...
–Es que pensé: “En algún lugar debo atravesar este proceso”. Y elegí que fuese al lado de Nico. Sólo quería estar con él, y volver significaba separarnos por unos días. Juro que no podemos. Es la primera vez que me pasa algo así con una pareja: no querer ni poder dejarlo un minuto.
–Por otro lado, ese viaje de dos meses fue oportuno. Aquí había estallado el escándalo por la separación de Cabré y Eugenia Tobal.
–Sí. Quise consolarlo, le dije: “Olvidémonos de todo. Vas a ver que es sólo una tapa de revista”. Y cada vez era peor. Fue una dura tormenta. No dolieron tanto las mentiras, que fueron muchas, como el acoso mediático. Siento que a partir de eso, muchos aprendieron mi nombre. Ya no era la rubia de Casi Angeles, hasta me paranoiqueaban las miradas en el ascensor.
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Es seguida (hasta el momento) por 786.163 fanáticos en Twitter, red social desde la que agradece el mismo afecto que le hace pedir: “Por favor, no vengan a la puerta de mi casa. Espero sepan entender que es mi privacidad y mi lugar. ¡Gracias!”
“Nico quiere una nena, porque son más pegadas al papá. Y aunque a mí me divertiría todo eso de lookearla, pienso en un varón...porque son más simples”
“Nico es súper–protector y me cuida más que yo misma. Soy torpe, y él me ataja. No quiere que use plataformas. Me lleva la cartera y me pregunta todo el tiempo cómo me siento”
