“Crear un buen vino es un hecho artístico, como componer una buena canción” – GENTE Online
 

“Crear un buen vino es un hecho artístico, como componer una buena canción”

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Dice que fue amor a primera vista. Sucedió durante su viaje de egresados: “Ahí me enamoré perdidamente del paisaje desértico de Mendoza. Esta tierra es tan hermosa… Entonces ya soñaba con tener mi propia bodega. Después, cuando tuve que irme del país como muchos artistas, me fui a vivir a California. Y, curiosamente, es un lugar muy parecido a Mendoza”. Así describe Gustavo Santaolalla su primer acercamiento con la industria vitivinícola. Durante décadas, mientras añejaba su sueño, construyó una exitosa carrera en la música. ¡Es historia conocida! A su primera banda, The Crows, le siguió la mítica Arco Iris. El exilio lo empujó hasta los Estados Unidos: tiempos difíciles. Cuando regresó a la Argentina, acompañó a su amigo León Gieco en su proyecto musical más ambicioso: De Ushuaia a La Quiaca. Resultó inolvidable. Después se convirtió en productor musical y tuvo su consagración en Hollywood, donde ganó dos premios Oscar por las bandas de sonido de las películas Secreto en la montaña y Babel. Too much.

Hace poco menos de un lustro, Gustavo Santaolalla se propuso concretar su gran anhelo. Compró tierras en Mendoza y fundó su finca. Ahora, bajo la sombra de una parra, habla de su devoción por Baco. Y estrena, orgulloso, su título de Embajador del Vino, otorgado por Wine of Argentina.

–Después de ganar dos Oscar consecutivos, Hollywood entero tiene que haberte ofrecido trabajo. ¿Por qué, entonces, tu elección de seguir reafirmando tu identidad nacional, con proyectos como Café de los Maestros, o aceptar una distinción como la de Embajador del Vino Argentino?
–Hay gente que reniega de su cultura, o que la disuelve en otra. Por suerte eso nunca me pasó: yo siempre estuve conectado con mi país y trabajando en proyectos que reafirman quién soy, de dónde vengo. ¡Es la argentinidad al palo!, como lo bautizamos con La Bersuit (ríe). Café de los Maestros es un sueño que me llevó cuatro años, lo mejor del tango nacional reunido en un disco impresionante, que presentamos recientemente y con mucho éxito en Berlín. La distinción como embajador también tiene mucho que ver con esta identidad argentina, porque el vino nos representa en el mundo. Es un honor aceptarlo.

–¿Cómo se conectan tus dos pasiones?
–Crear un buen vino es un hecho tan emparentado al arte como componer una buena canción. Ambos requieren de un proceso creativo, con resultados a veces imprevisibles.

–¿Cómo lográs contagiar a tus hijos, que viven en los Estados Unidos, esa pasión tan vinculada a tu origen?
–Tengo tres hijos: Ana (27), Luna (13) y Don Juan Nahuel (8). Todos adoran estar en nuestra finca de Mendoza y, aunque nacieron en Estados Unidos, hablan español. Tanto la mamá de Ana, que es una excelente amiga, como Alejandra, mi segunda esposa, son argentinas. Y, entre todos, hemos procurado que los chicos siempre estén conectados a esta identidad.

–¿Y cómo fue tu propia historia familiar?
–Papá era un tipo formidable, una persona que amaba la diversidad, porque entendía que era justamente eso lo que hacía interesante la vida. El me enseñó qué es “lo nuestro”. Lamentablemente lo perdí cuando era adolescente. Mi madre también me inculcó el amor por las cosas que nos representan. Y hoy, a sus 87 años, tiene una lucidez y energía tan grandes… Ella está orgullosa de su hijo y eso me hace muy feliz.

–¿Creés que la industria del cine sigue asociada a la idiosincrasia de Hollywood?
–El mundo del cine no está relacionado únicamente con Hollywood. Las películas que me permitieron ganar los Oscar no lo representan.

–Pero debe ser difícil decirle “no”...
–Aclaremos: no tengo nada contra Hollywood. Pero si decido trabajar allí, será por gusto. Nunca hice nada por dinero o por ganar un premio. Armé las bandas de sonido de siete películas y trabajé en más de cien discos. Hoy me siento orgulloso de todo lo que hice.

–Quizá allí se refleje esa diversidad que te inculcó tu padre.
–Precisamente. Puedo trabajar con artistas disímiles como Juanes, Divididos o La Bersuit. Puedo poner mi sello en la música original de un film y, al mismo tiempo, producir a artistas como el dúo Orozco-Barrientos en Mendoza...

DE ACORDES Y VIÑEDOS. De niño soñaba con tener un viñedo”, insiste Gustavo Santaolalla. Ahora disfruta de sus mañanas campestres en La Luna, su finca ubicada en Agrelo, rodeado de un paisaje bucólico, con vista a la Cordillera y largas hileras de malbec y cabernet. De allí surgió su vino Don Juan Nahuel, un producto muy elogiado por los expertos, especialmente por el afamado enólogo Paul Hobbs. Próximamente será comercializado, claro.

–Hoy sos “Embajador del Vino Argentino”...
–Me contactaron de Wine of Argentina, una institución que reúne a las bodegas exportadoras. Buscaban a alguien con reconocimiento internacional, orgulloso de su identidad. En verdad, me siento honrado. Haré lo que pueda para que el mundo conozca más nuestros productos.

–Conocés de vinos...
–¡Claro! Nos llevó tres años llegar a lo que hoy es Don Juan Nahuel. Es increíble haber alcanzado este punto, que parecía tan lejano cuando empecé a soñarlo. Es maravilloso estar en contacto con la viña. Estoy metido en la cultura del vino, y la vivo con la misma pasión que me une a la música.

–¿Qué aspectos te sorprenden de tu nueva actividad?
–Volviendo a la semejanza con la música, tiene muchos aspectos que no podés controlar y que generan en el público emociones y sensaciones distintas. Un tema que hoy tocás, lo volvés a tocar en tres días y suena distinto. Lo mismo pasa con el vino: una misma marca, de igual finca e igual uva, puede modificar al otro año su sabor, porque cambió el clima, por las cepas. El vino siempre sorprende.

–¿Cómo imaginás tu futuro como productor?
–Te respondo como productor musical y vitivinícola: espero seguir haciendo buena música, tener una viña ya madura… ¡y una producción mucho más grande! Pero fundamentalmente deseo seguir vinculado a gente creativa y visionaria, a quienes creen como yo que hay que ser consecuente con una identidad que dice quién sos y que refleja de dónde venís.

Gustavo Santaolalla, en la intimidad de su finca La Luna, en medio de sus viñedos. “Me enamoré de los paisajes de Mendoza hace años, durante mi viaje de egresados”, confiesa.

Gustavo Santaolalla, en la intimidad de su finca La Luna, en medio de sus viñedos. “Me enamoré de los paisajes de Mendoza hace años, durante mi viaje de egresados”, confiesa.

“El vino, como la música, tiene muchos aspectos que no podés controlar y que generan en el público emociones y sensaciones distintas. Producir vino es otra forma de hacer arte”

“El vino, como la música, tiene muchos aspectos que no podés controlar y que generan en el público emociones y sensaciones distintas. Producir vino es otra forma de hacer arte”

“Yo siempre estuve conectado con mi país y trabajando en proyectos que reafirman quién soy, de dónde vengo. ¡Es la argentinidad al palo!, como lo bautizamos con la Bersuit”

“Yo siempre estuve conectado con mi país y trabajando en proyectos que reafirman quién soy, de dónde vengo. ¡Es la argentinidad al palo!, como lo bautizamos con la Bersuit”

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