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Con ustedes, los reyes

Incluso el mayor símbolo de una monarquía ceremonial, como cortar moños inaugurales, puede tener mucho significado”.

La frase, que pertenece a Su Majestad Guillermo Alejandro, rey de los Países Bajos, es bastante elocuente: por algo fue una de sus últimas declaraciones públicas antes de la investidura, que en sí misma representa el más acabado compendio de la relevancia que pueden adquirir los símbolos en la tradición monárquica que los holandeses, liberales y modernos por antonomasia, han decidido apoyar sin miramientos. Una investidura en la que todo es alegórico, desde su nombre, que la propia Constitución neerlandesa distingue de una coronación –ya que el nuevo rey no es coronado, sino investido por sesión conjunta pública de los Estados Generales (Senado y Parlamento)–, hasta los gestos más sutiles.

Lo cierto es que Guillermo Alejandro es el nuevo símbolo de la unidad holandesa, como antes lo fueron su madre y su abuela. Y la reina Máxima, la mayor joya de una corona que hoy se apoya tanto en su carisma, a prueba de encuestas, como en su moderación para contener al marido y guardar su lugar junto al rey, nunca tratando de ensombrecerlo.

Asimismo, a su lado, Máxima deslumbró al caminar por el baldaquín de redes dispuesto por el cortejo real hacia la Iglesia Nueva (Nieuwe Kerk). ¿Su primer gesto como reina consorte de los Países Bajos? Lucir, para la instancia más solemne y representativa del nuevo papel de su esposo, un modelo de un diseñador local, el ascendente Jan Taminiau. La noche anterior, en la comida ofrecida por Beatriz a los jefes de Estado y herederos de las casas reales (a la investidura no pueden acudir quienes ostenten títulos más altos que los del flamante rey), nuestra representante había tenido otro gesto no menos significativo: en una Holanda en crisis, elegía repetir un vestido de Valentino que había usado para el cumpleaños del príncipe Carlos de Inglaterra en 2008.

La ropa que usó el rey también estaba llena de contenido. Guillermo llevó un frac de corbata blanca y, sobre éste, el manto de armiño que desde 1815 se ha utilizado en todas las investiduras de los Orange. Pero además contó con las “regalías”, que representan el poder y la dignidad del rey: la corona, que aunque no se coloca en toda la ceremonia ni jamás se lleva en la cabeza, simboliza la soberanía del Reino de los Países Bajos; el cetro, que remite a su autoridad; el globo imperial, que representa su territorio y el estandarte real con el escudo de su país.

“Juro ante los pueblos del Reino observar y respetar siempre el Estatuto de la Constitución”, prometió Guillermo en un juramento presenciado por 2.045 invitados, entre miembros del gobierno, jefes de Estado, realeza, familiares y amigos de la pareja.

claro, como en 2002, cuando contrajo matrimonio con el heredero del trono de Orange, Máxima no ocultó sus lágrimas. Si bien en su momento les aseguró a los medios que entendía que su padre no debía estar en la ceremonia (por los cuestionamientos del Parlamento holandés a su rol como funcionario de la última dictadura militar argentina), el hecho de que otra vez la ausencia de su familia signara uno de sus días más trascendentes fue comprendido por el pueblo como otro renunciamiento y otra razón para adorarla.

La travesía real con las princesitas por las aguas del Ij también terminaría cargada de simbolismos, como el de la unión de tradición y modernidad plasmado en la fusión de la música de la Real Orquesta del Palacio de Conciertos, y el set del DJ Armin van Buuren para una versión electrónica del Bolero de Ravel. En una ceremonia caracterizada por la participación del pueblo, tampoco pasó inadvertida la figura de Evita, encarnada en la notable interpretación de Don’t cry for me Argentina que ofreció la soprano holandoaustraliana Mirusia Louwerse. Las comparaciones no son disparatadas: rubias, argentinas, populares y sin miedo al poder, las dos cargaron con la responsabilidad de respaldar a sus maridos sin opacarlos, una línea sobre la que Máxima deberá seguir balanceándose con la gracia de hoy en pos de la continuidad de la Casa de Orange.

Y sí, lo dicho al comienzo: “Incluso el mayor símbolo de una monarquía ceremonial, como cortar moños inaugurales, puede tener mucho significado”.

El nuevo rey es el primer varón después de tres generaciones de reinas, y llevó puesta la tradicional capa de armiño. Máxima lo acompañó de la mano, en un gesto que enamoró a los holandeses.

El nuevo rey es el primer varón después de tres generaciones de reinas, y llevó puesta la tradicional capa de armiño. Máxima lo acompañó de la mano, en un gesto que enamoró a los holandeses.

La argentina acompañó la investidura de su esposo, Guillermo Alejandro, enfundada en un vestido azul cobalto –el color de la realeza para recibir a un nuevo rey– del diseñador holandés Jan Taminiau. En su cabeza lució la Grand Parure de zafiros perteneciente a la reina de los Países Bajos Emma Waldeck Pyrmont.

La argentina acompañó la investidura de su esposo, Guillermo Alejandro, enfundada en un vestido azul cobalto –el color de la realeza para recibir a un nuevo rey– del diseñador holandés Jan Taminiau. En su cabeza lució la Grand Parure de zafiros perteneciente a la reina de los Países Bajos Emma Waldeck Pyrmont.

Amalia (9, flamante heredera al trono), su abuela Beatriz, Alexia (7) y Ariane (6), siguieron la ceremonia con entusiasmo. Detrás, observan la princesa Mabel (esposa del príncipe Friso, en coma desde 2011), la princesa Laurentien y su marido, el príncipe Constantino, hermano de Guillermo.

Amalia (9, flamante heredera al trono), su abuela Beatriz, Alexia (7) y Ariane (6), siguieron la ceremonia con entusiasmo. Detrás, observan la princesa Mabel (esposa del príncipe Friso, en coma desde 2011), la princesa Laurentien y su marido, el príncipe Constantino, hermano de Guillermo.

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