"Con su muerte, René salvó a la Fundación" – GENTE Online
 

"Con su muerte, René salvó a la Fundación"

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Los números presagiaban un mal año. En la Argentina ya se respiraban aires de tormenta. El riesgo país era tema de todos los días, la inestabilidad económica agitaba las aguas, la política no daba soluciones, y Ezeiza era la vía de salida más usada. El sábado 29 de julio del año 2000, mientras se cocinaba una de las crisis más profundas de la historia nacional, la sociedad entera se conmovió ante una noticia. Acorralado por las deudas, abandonado a su suerte por los gobernantes, espantado por la corrupción política y agobiado en su lucha, René Favaloro –el médico rural nacido en un pueblito de La Pampa que había brillado en el mundo, el cirujano que había inventado el by-pass y con ello salvado miles de vidas– se había suicidado. Tenía 77 años y dejaba tras de sí un legado médico indestructible y una Fundación ejemplar, pero al borde del derrumbe por problemas financieros.

Diez años después de aquel trágico episodio, la Fundación Favaloro es un centro médico de excelencia, dedicado a la asistencia, la docencia y la investigación, donde se atiende un promedio de 700 pacientes y se realizan 20 cirugías por día, ya no sólo en las áreas cardiológica y cardiovascular (en las que se destacó históricamente), sino en todas las disciplinas, y donde se llevan a cabo la mayor cantidad de trasplantes del país (según cifras del Incucai).

En el edificio donde la presencia de su fundador se percibe por todas partes, el doctor Eduardo Raimondi –especialista en Inmunología y Genética– CEO y vicepresidente de la entidad, cuenta cómo está la Fundación, a diez años de la muerte de Favaloro.

–¿Qué pasó entre aquel momento tan desesperante y esta realidad tan positiva?
–Es difícil explicarlo. En julio de 2000 parecía que estaba todo muerto, y ahora tenemos la sensación de no caber dentro de nosotros mismos. En enero de 2001 estábamos cerrando el noveno piso y la mitad del octavo. Hoy no tenemos más camas disponibles, hay una ocupación permanente del 90 por ciento... Es impresionante. De facturar 2 millones de pesos por mes, pasamos a 25 millones. Crecimos en especialidades, tenemos un hospital universitario...

–¿Cuál es su recuerdo de aquel tiempo?
–Era un caos. Nos explotaban bombas por todos lados. Debíamos 40 millones de dólares afuera y 10 millones internamente, entre sueldos, aguinaldos, de todo... Había que echar gente, se cerraban pisos... Nos estrellábamos.

–¿Cómo se ordenó ese caos?
–Lo más inteligente fue crear el puesto de CEO, no porque lo ocupe yo, sino porque antes un mismo órgano –el Consejo de Administración– deliberaba, administraba y tomaba las decisiones. A partir de ahí empezamos a pensar de otra manera.

–Se deduce que antes era Favaloro quien tomaba las decisiones.
–René era el CEO, el cirujano, la imagen, todo... Ningún CEO podría haber trabajado al lado suyo, porque nadie podía brillar más que él. Sobrepasarlo en una decisión hubiera sido imposible, y él tenía muchas cosas en la cabeza por las cuales algunos se creían con derecho a tomarle el pelo. Las instituciones le mandaban pacientes complicadísimos y no le pagaban un peso, porque él decía: “Aquí se atiende a todo el mundo”.

–¿Quiere decir que le faltaba una mirada empresarial, que tenía demasiada bondad?
–Seguro, un exceso. Si yo les doy de comer a todos los pobres, lo más probable es que no les pueda dar de comer a mis hijos. El concepto es muy lindo, puritano, fantástico, pero es falso. La atención gratuita en realidad no existe. Al final de la cadena alguien paga.

–¿Se cortó esa forma de trabajar?
–El objetivo no cambió. Se sigue atendiendo a las obras sociales, a gente rica y pobre, incluso a indigentes. Lo que se cortó es la desprolijidad de no saber quién paga las cosas. Hoy tenemos 2.500 personas trabajando, que cuestan 13 millones de pesos por mes. Eso hay que pagarlo. La diferencia es que ahora no dejamos que abusen de nosotros. Entendimos que una empresa no es una mala palabra. Eso es una confusión que, incluso, estuvo en la cabeza de René.

–¿Costó tomar esa decisión, que contrariaba la voluntad del doctor?
–Sí. Se discutió mucho. Porque, de repente, Roberto Favaloro (sobrino de René y presidente de la Fundación) decía que teníamos que operar a un paciente que no tenía recursos y yo le replicaba: “Bueno, perfecto... ¿Lo pagás vos?”. Nosotros no podemos reemplazar al Estado.

–En aquel momento, el Estado era su principal deudor.
–Salimos a cobrar y nos debían plata las obras sociales, el Estado nacional, las provincias, todos... De a poco se fueron poniendo al día.

–¿De no haberse suicidado Favaloro, cree que hubieran tomado conciencia y pagado?
–No. Pienso que su muerte sirvió para eso, sin dudas.

–Es decir que con su muerte salvó a la Fundación.
–Sin dudas. Yo hoy llamo a cualquier político, quizá no me da nada, pero me atiende seguro.

–¿Alguien hizo un mea culpa?
–No, nunca. Al contrario, nos echan en cara de que esto se hizo con plata del Estado y se mantuvo con ella. La Fundación tuvo un muy buen subsidio desde 1992 hasta el ’98, cuando se le cortó abruptamente por motivos políticos. Pero lo cierto es que nosotros ahora tenemos que mantener este lugar con veinticuatro millones de pesos por mes. Y acá no hay ley de mecenazgo ni donaciones millonarias, ni nada.

–¿En qué decisiones sigue pesando la figura del doctor?
–En todas. Acá están sus sobrinos directos, Roberto y Liliana, y no hay decisión que no pase por la filosofía de René. Y, en un punto, yo creo que este enfoque empresarial no la contradice. Acá no hay repartija de dinero: ésta es una entidad sin fines de lucro. Todo se reinvierte, y a los profesionales se les paga muy bien. A la frase “acá se atiende a todo el mundo” habría que agregarle otra parte que diga: “Siempre que podamos”.

–¿Qué diría Favaloro si viera la Fundación hoy?
–Creo que estaría chocho. Los grandes genios son contradictorios, porque viven de utopías y sueños, pero esto no va contra su filosofía. Esta institución existe porque René la creó, nos abrieron las puertas porque él se mató y nos dejó la filosofía de cómo trabajar. Antes nos pedían que la institución no se muriera. Ahora nos piden calidad. Es un honor: la gente espera mucho de nosotros porque tenemos los mejores profesionales.

–¿Personalmente, qué recuerdo tiene usted del doctor?
–Estar acá con él era como para un granadero que San Martín pasara por la puerta. Tenía una bondad y una dureza que, juntas, eran algo extraordinario. Trabajaba, estudiaba, daba clases... Era un hombre orquesta.

El Centro Médico es reconocido internacionalmente y alberga a los mejores profesionales. “Es un honor que la gente espere mucho de nosotros”, dice Raimondi.

El Centro Médico es reconocido internacionalmente y alberga a los mejores profesionales. “Es un honor que la gente espere mucho de nosotros”, dice Raimondi.

“Esta institución existe porque René la creó, nos abrieron las puertas porque él se mató y nos dejó la filosofía de cómo trabajar”

“Esta institución existe porque René la creó, nos abrieron las puertas porque él se mató y nos dejó la filosofía de cómo trabajar”

Favaloro en el quirófano, su lugar en el mundo. Después de trabajar como médico rural en La Pampa, brilló en Estados Unidos, inventó el by-pass y volvió a su país, donde creó la Fundación.

Favaloro en el quirófano, su lugar en el mundo. Después de trabajar como médico rural en La Pampa, brilló en Estados Unidos, inventó el by-pass y volvió a su país, donde creó la Fundación.

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