“Con mi nieta siento que volví a ser mamá” – GENTE Online
 

“Con mi nieta siento que volví a ser mamá”

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Las puertas de la casa de Moria están abiertas. Desde diciembre, la diva está instalada en el country Lomas de la Carolina, cercano a la ciudad de Córdoba, el lugar que eligió para pasar el verano mientras cumple con las funciones de What pass, Carlos Paz? Volvió a la Villa tras doce años de presentaciones en otros escenarios de Mar del Plata y Buenos Aires. “Trabajé mucho en esta ciudad: hasta inauguré la sala en la que estoy ahora. Acá estaba cuando el año pasado Sofía me llamó por teléfono y me anunció su embarazo. Acá, ella cumplió su primer añito y aprendió a caminar. Ahora va a cumplir 22 y ya me dio una nieta”, relata, convirtiendo su añoranza en orgullo. En su casa recibe a todos: durante el día estuvieron dos especialistas del equipo del doctor Rubén Mühlberger, responsable de la terapia de revitalización biológica con la que consiguió volver a tener el cuerpo que lucía a los 25. “No creo que haya mujer de mi edad con esta piel, esta cara, este escote… Ahora tengo menos cadera que a los 30”, confiesa.

De sunga azul y torso desnudo, aparece en escena Andrés del Sol (35), Tati, su pareja desde hace once meses. Lleva en sus brazos a Kristobal, el chihuahua convertido en can toy según palabras de su dueña. Mientras Moria le recuerda a Galo –su asistente personal– que le traiga un espejo para que se vea de cuerpo entero, Tati le pregunta qué se va a poner. “El vestido verde”, le contesta ella. Y lo llama, le da un piquito y le dice: “Te amo”. El se va, arrastrando un silencioso regocijo. Sin pausa, Moria comienza con sus frases marca registrada: “Siento una madurez vital”, precisa. Moria pide un plato de frutas y mientras se maquilla, sigue: “La terapia ortomolecular previene y mejora la calidad de vida. Es lo último en antiage para no ir tanto al quirófano”.

–¿Le huís al bisturí?
–Yo siempre fui pro cirugía, pero ahora me veo tan bien que no tengo necesidad de operarme. Tengo una buena genética muy a favor y soy una mujer totalmente sana. Pero todo lo acompaño con cierta mentalidad, con una animación espiritual, una suerte de sabiduría que hace que todo mi ser esté cubierto de teflón. Soy la creadora del verbo teflonizar, que significa desdramatizar todo.

–Cuando “teflonizás”, ¿qué pasa con la sensibilidad?
–Tengo un grado de sensibilidad extrema, como pocos. Sea el momento de la vida que me toque vivir –bueno, malo, regular–, con todas las mesetas que aparecen, todo lo positivizo. Mantengo una actitud constante de crecimiento. Nunca voy para atrás. Le doy una vuelta de tuerca. Es una protección que tengo con mi persona. Me la dicta mi corazón.

–¿De qué o quién necesitás sentirte protegida?
–Hubo un hecho que me marcó. Cuando tenía siete años, descubrí que los celos me hacían mal. Fui con mi mamá al campo de mis abuelos y estaban mis primas. Mi mamá le hizo una trenza a una de ellas, muy bonita y menor que yo, y me descompuse de celos. Al otro día me levanté temprano y me fui sola a la hamaca. Estuve como cuatro horas columpiándome, hasta decidir que no iba a sentir más celos. Es un hecho de mi vida por el que empecé a priorizarme. No sé si escapé del dolor: escapé hacia adelante. Descubrí que podía manejar mi cabeza. Y con los años lo potencié. Cultivé una sabiduría y sigo en eso. Invento cosas y elijo desafíos; por eso, en vez de encapsularme en mi divismo y estar tomando sol en Punta o en Miami, vengo a Carlos Paz y laburo.

–¿Cuál fue tu mayor período de inactividad laboral?
–A ver... Sí, fueron dos meses, cuando la esperaba a Sofía. Y otros cuatro meses cuando murió mi madre. En treinta y seis años de carrera nunca tuve un año sabático.

–En octubre nació tu primera nieta, Helena. ¿Qué descubriste de Sofía como madre?
–La madurez que siempre tuvo se le potenció con su hija. Siempre ha sido una chica madurísima. Le di soga y ella siempre la usó para saltar y equilibrarse, no para ahorcarse. Le di una tarjeta de crédito y la usó para frenar su dilapidación, que tampoco era tal. Le di un celular a los ocho años y lo usó para comunicarse conmigo. Le di muchas cosas, no como signo de ostentación, sino para que aprendiera a administrarse. Le di muchos permisos y todo eso se ve en cómo cría a su hija.

–¿Reconocés que aplica tu método de crianza?
–Sí, sobre todo en lo que se refiere a la libertad y la responsabilidad. Sofía vive por y para su hija. Es impresionante: está focalizada en Helena. Le da la teta todo el tiempo. Tiene una niñera krishna, que hoy estuvo acá en mi casa y que es divina. ¡Uy, cuando lea esto Sofía se va a enojar conmigo...!

–¿Perdón? ¿Una niñera Hare Krishna?
–Sí. En ella –tanto Sofía como yo– encontramos a la mujer ideal. Somos tan angeladas que buscamos a alguien que potenciara nuestra armonía y nuestra felicidad. Se da como una suerte de cosa mágica. Me impresiona la sensibilidad de Sofía con respecto a su vivencia, ese clic sutil que se establece conmigo también. Al ser madres, las mujeres vemos de otra manera a la propia madre, al descubrir la dependencia de por vida que significa un hijo. Una dependencia que no es pesada, no es en absoluto una mochila: es como un brazo tuyo que anda por el mundo.

–¿Cómo es tu relación con Helena?
–Hoy la tuve dos horas enteras conmigo. ¡Sí, para mí solita! Querría haber dormido y despertado así, sin sacármela nunca de mi vista. Me hubiese gustado comer por un tubo para vivir con ella a upa y no distraerme con nada. Creí que me moría de felicidad. Menos mal que se iba, porque si no, creo que suspendo todo: teatro, Tati, esta entrevista con vos... ¡Todo! ¡Lo juro! El otro día suspendí un ensayo para ajustar las luces, porque llegó Sofía con Helena y me dije: “Lo siento, cancelo el ensayo”. No lo hice por Sofía, fue por Helena. Hoy, al arroparla, sentí esa sensación de volar. Con mi nieta siento que volví a ser mamá.

–¿Tendrías problema de que Helena te dijera “abuela”?
–Que me llame como quiera. No puedo decidir sobre la vida de ella. La palabra “abuela” no es muy linda, porque está ligada a la pasividad, a la cola de los jubilados en el banco… Pero, en verdad, me parece que no hay otra manera de definir a la hija de tu hija.

–Andrés, a los 35, viene a ser el abuelastro…
–El está contento en su papel (risas). Y nuestra relación está muy bien: con la convivencia nos estamos conociendo a full. Para mí, el amor es pasión, es algo sanguíneo. Hay que dejarse llevar y fluir. Estoy con alguien para pasarla bien en todo. Con Tati estamos en pleno honeymoon. Y la edad nunca es un problema: me siento diez años menor que él. Así define su filosofía de vida: “Mantengo una actitud constante de desafío, de crecimiento, de riesgo… No voy para atrás en nada, y menos en el abuelazgo”.

Así define su filosofía de vida: “Mantengo una actitud constante de desafío, de crecimiento, de riesgo… No voy para atrás en nada, y menos en el abuelazgo”.

El doctor Rubén Mühlberger es el responsable de su transformación mediante un tratamiento ortomolecular. “Lo comencé en una época en que no estaba armonizada como siempre, y el reajuste fue total. Me ayuda a proseguir la juventud”, reconoce Moria.

El doctor Rubén Mühlberger es el responsable de su transformación mediante un tratamiento ortomolecular. “Lo comencé en una época en que no estaba armonizada como siempre, y el reajuste fue total. Me ayuda a proseguir la juventud”, reconoce Moria.

En What pass, Carlos Paz?, Moria demuestra su dominio del escenario.

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