“Con Lucas tenemos dos hijos hermosos pero ni pensamos en el casamiento”. – GENTE Online
 

“Con Lucas tenemos dos hijos hermosos pero ni pensamos en el casamiento”.

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Ay, Dios! ¡No sabés lo que corrí hoy con los dos!”. Podría ser el lamento gris de una madre desesperada, con ruleros, pantuflas, ojeras y bata. Pero la frase se sumerge en la carcajada luminosa de Loli López –34, modelo, pareja del polista Lucas Monteverde y mamá de Luquitas (2) y Luna, de once meses–. La exclamación habla de sueños cumplidos. Y sigue hablando:

–¡Dos años embarazada! Nacieron muy seguidos. Por un lado está buenísimo, porque se divierten juntos, pero por otro, el trabajo se multiplica. Luquitas ya anda a caballo y con Luna estamos en la etapa en que se agarra de los muebles pero no se anima a dar el primer paso.

–¿Sos la mamá que te imaginabas?
–Estas cosas no se pueden planificar mucho, pero me encuentro bastante parecida a lo que pensaba que iba a ser. También depende de cada bebé.

–¿Y son dóciles los pequeños Monteverde?
–¡Son dos indios! Están todo el día al aire libre y te obligan a sumarte a su ritmo, que te aseguro es más que intenso.

–¿Te cuesta poner límites?
–No, para nada. ¡Hay que marcar reglas para que la familia no se desbande! Trato de respetar los horarios de las mamaderas, las comidas y el descanso. Eso sí: no me preocupa que se ensucien. Quiero que mis hijos crezcan con mucha libertad y que ese espíritu los acompañe el resto de sus vidas.

–Un metro 72 y medidas casi perfectas. ¿Te preocupaba perder la figura en los embarazos?
–No, para nada. Estoy totalmente en contra de las dietas. ¡Me puse terrible! Subí 22 kilos con cada uno, pero no me privé absolutamente de nada. Fueron embarazos muy relajados y me propuse disfrutarlos a pleno.

–¿Cómo hiciste para recuperar las curvas?
–Me llevó nueve meses volver a estar bien. No hago una dieta especial: como poco y ordenado.

–¿Mucho deporte?
–No, no hago nada. Muchas veces me propongo ponerme las pilas, me anoto en el gimnasio, me compro el equipito… ¡y la emoción se esfuma a las dos semanas! Después de todo el tiempo que le dediqué a la danza… Estudié ocho años en el Colón, y cuando me recibí, decidí no mover un pie más. Todo lo que esté relacionado con el ejercicio físico me cuesta muchísimo, lo tengo bloqueado.

–¿Por qué renunciaste al ballet?
–Por elección personal. Es una carrera muy difícil. La gente no tiene la menor idea de la exigencia física y psíquica a la que estás sometida. Además, te demanda mucho tiempo e involucra no sólo al que baila, sino a toda la gente que está a su alrededor. Me cansé. Había empezado de muy chica y me había perdido un montón de cosas.

–Pero el mundo de las modelos también es difícil.
–Es distinto. Se vuelve competitivo si te metés en ese ruedo. Yo siempre traté de mantenerme un poquito al margen de los comentarios, del chusmerío. Todos los ambientes son difíciles y la tenés que pelear todos los días. Gracias a Dios, tuve la posibilidad de hacer de todo: como modelo hice comerciales, gráficas, pasarela. Siempre aparece alguien que te pone una piedra y otro que te da una mano. Pasa en todos lados.

–¿Te sumarías a Bailando por un sueño?
–No, no lo haría. No me animo.

–¿Ocho años en el Colón y te asusta un chachachá?
–Tengo un carácter un poco fuerte. ¡Ante la primera crítica explotaría por los aires! Hablando en serio, veo mucha exigencia, y yo tengo una familia que también me demanda. Hoy no puedo mover un dedo, pero entiendo de danza y te aseguro que tienen un nivel alucinante. Igualmente, en breve me verán en la pantalla chica.

–¿Como conductora?
–Sí. Estoy ultimando los detalles para un programa en Fashion TV, en el que voy a mostrar lo mejor del interior del país. Es una oferta que me tienta muchísimo. La familia es mi mejor apuesta, pero no quiero dejar de lado mi carrera. Me divierten mucho los comerciales y las producciones gráficas: ahora me siento muy segura con mi físico.

–¿A qué dirías que no?
–Evitaría, por ejemplo, un desfile a la madrugada.

–¿Cómo es seguir a un polista por el mundo?
–Cuando les digo a mis hijos “vamos a casa”... ¡no saben a cuál me refiero! (risas). Desde hace siete años que estoy con esta vida de ir y venir. Nuestro cronograma arranca de enero a abril en Palm Beach; de mayo a julio, en Inglaterra; después Nueva York y en septiembre volvemos a Buenos Aires.

–¿Es una queja?
–No, para nada. Soy mamá de dos hijos maravillosos y tengo al lado a un hombre extraordinario, que me da la libertad para hacer lo que me gusta. ¿Qué más puedo pedir? Lucas está en una etapa de crecimiento y ama profundamente lo que hace. Acompañarlo es dejarlo ser. Cuando empezó a jugar en La Dolfina (el equipo del crack Adolfo Cambiaso), estábamos a punto de comprar un departamento. Y una tarde, Lucas me miró a los ojos y me dijo: “El departamento se transformó en dos yeguas, Pistola y Pistolette”. Pero el polo es su vida y yo lo banco a muerte.

–Siete años juntos y dos hijos... ¿Te gustaría casarte?
–Nunca me hicieron esa pregunta.

–¿Tampoco Monteverde?
–Bueno… No es algo que hayamos hablado, y por ahora no tenemos ni tiempo de pensar en casarnos, a pesar de tener dos hijos hermosos. Yo me siento su mujer y creo que a él le pasa lo mismo. Quizá me encantaría en el futuro, pero hoy no es algo que me quite el sueño. “Lucas y Luna seguiditos. Por un lado está buenísimo, porque se divierten juntos, pero por otro el trabajo en casa se multiplica”, confiesa.

“Lucas y Luna seguiditos. Por un lado está buenísimo, porque se divierten juntos, pero por otro el trabajo en casa se multiplica”, confiesa.

“Subí 22 kilos con cada embarazo, pero no me privé absolutamente de nada... Después me llevaba nueve meses recuperar mis formas. No hago ninguna dieta especial: como poco y ordenado”.

“Subí 22 kilos con cada embarazo, pero no me privé absolutamente de nada... Después me llevaba nueve meses recuperar mis formas. No hago ninguna dieta especial: como poco y ordenado”.

“<i>Cuando Lucas empezó a jugar en La Dolfina, estábamos por comprarnos un departamento. Una tarde, me miró a los ojos y me dijo: ‘El depto se transformó en dos yeguas, Pistola y Pistolette’. Pero el polo es su vida y yo lo banco a muerte</i>”.

Cuando Lucas empezó a jugar en La Dolfina, estábamos por comprarnos un departamento. Una tarde, me miró a los ojos y me dijo: ‘El depto se transformó en dos yeguas, Pistola y Pistolette’. Pero el polo es su vida y yo lo banco a muerte”.

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