“Con Guille nos vamos a casar este año” – GENTE Online
 

“Con Guille nos vamos a casar este año”

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El imaginario popular podría construir (a partir de ciertos casos testigo) una idea aproximada sobre cómo se comportaría el personaje joven-talentoso-exitoso productor de televisión, responsable de series de más de 20 puntos de rating. A esa construcción habría que sumarle otros tantos condimentos: hijo de un ídolo popular, criado en Miami, miembro de un numeroso clan en el que nadie es ignoto, consciente de la fama desde la cuna. Concluida la hipótesis, diremos: falso.

Cualquier prejuicio se derrumba demasiado pronto ante la simpleza y la calidez de Sebastián Ortega (35), que habla con cierta timidez, sin prisa y con mucha pausa, camina con aplomo, es paciente. No pasa horas colgado de un celular, ni cae en conversaciones egocéntricas, ni se lo ve buscando motivos para vivir alterado. Ni su mujer, Guillermina Valdés, ex modelo y estudiante de teatro, tiene un mínimo aire de vip. Ni sus tres hijos, Dante (8), Paloma (6) y Helena (4) tienen berrinches, enterados de que son “hijos y nietos de”. El tercer hijo de Palito y Evangelina, el chico de los mil tatuajes, se desenchufa de la vorágine televisiva y se trepa a la tabla de snowboard en Chapelco, a donde fue invitado por Movistar. Se divierte con sus hijos, le sonríe con ternura a su mujer, escucha y observa con atención. Está tranquilo. Pero, claro, descansa sobre varios éxitos. Acaba de vender el formato de Los exitosos Pells (que sigue el camino internacional de Lalola) a México y Estados Unidos y ya planifica el próximo suceso: Botineras, con Nicolás Cabré y Florencia Peña, que empieza a grabar en agosto y estará antes de fin de año en Telefe. Se inspiró, obviamente, en el fenómeno que domina las tardes de los chimentos.

–¿Pensaste en alguien en particular para esta tira, Sebastián?
–Es un tema que hace tiempo me viene llamando la atención. El término “botineras” está muy instalado. Es algo que no pasa sólo acá, sino también en Europa, sobre todo a partir de Victoria Beckham. A veces me divierte ver esas cosas, el cambio radical que hacen, no sólo los futbolistas que se van a jugar a Europa, sino también sus mujeres, cuando llegan a Ezeiza con esas carteras y valijas de grandes marcas, convertidas en estrellas.

–¿En vacaciones podés desconectarte del trabajo, o seguís pendiente del celular?
–Está bueno relajarse, porque quizá te vienen más ideas a la cabeza. Pero los primeros años me costaba mucho más, porque sentía que todavía tenía poca experiencia. Cuando entré a Ideas del Sur estaba muy metido ahí, me costaba muchísimo desconectarme. Ahora, si bien estoy pendiente del trabajo, llega el fin de semana y puedo conectar con los chicos, divertirme con ellos. Como estoy tranquilo con el trabajo, puedo disfrutar las vacaciones en familia. Es algo que recién me está pasando ahora, que miro para atrás y veo que hicimos veinte programas...

–¿Ya te ganaste el respeto de muchos?
–(Risas) Es que los primeros años fueron muy intensos porque, viniendo de donde vengo, sentía que lleveaba una carga extra. Tenía la necesidad de alejarme de eso y demostrar que era una persona independiente y capaz.

–Pero tenías otro camino: podrías haberte colgado de tu apellido...
–Para mí era una necesidad interna, demostrarme a mí mismo y a los demás que podía dedicarme a algo y hacerlo bien, no porque era hijo de nadie, sino porque me gustaba lo que hacía y estaba capacitado. Tuve que demostrar que era capaz de hacer bien mi laburo, más allá de mi apellido. Por suerte, hace varios años que ya no siento esa incómoda carga.

–¿En algún momento te peleaste con el apellido?
–Me molestaba cuando era chico, porque no podía salir con mi viejo. La gente se acercaba a saludarlo, desde un lugar muy cariñoso y de afecto, sí, pero yo sentía que ese momento de intimidad familiar se rompía. Era un poco celoso de esa situación, de tener que compartir a mi papá con tanta gente.

–Tus hijos pueden vivir una situación semejante. Vos sos conocido…
–Yo tengo mi profesión, pero me conocen por ser el hijo de Palito Ortega. Quizá, si solamente fuera un productor de televisión que me va bien, no estaríamos haciendo esta nota. Pero está bueno, porque tengo cosas para contar.

–Todos tus hermanos tienen una carrera artística. ¿Podría haber salido un abogado de los Ortega?
–Criarte en un ambiente donde siempre se hacía una película, un especial de televisión o se lanzaba un disco, te va nutriendo. Eso nos afectó a todos, para bien. Los hijos de Rubén Di Palma son todos corredores de autos. No es que uno lo vaya a buscar, sino que son las herramientas que tenés a mano.

–¿Se llevan bien entre hermanos? Siempre se están moviendo como un clan, trabajando todos juntos.
–Sí, pero no somos un clan... Eso es lo que se ve de afuera. Hay épocas que nos peleamos y estamos dos meses sin dirigirnos la palabra. Después, llega el cumpleaños de algún sobrino, nos vemos y está todo bien. Sin dudas, a los seis hermanos nos une un gran afecto y el haber crecido juntos fue fuerte. Nos volvimos mucho más unidos cuando nos fuimos a vivir a Miami, porque no teníamos amigos, no conocíamos a nadie y no sabíamos el idioma. Y ahí pasamos mucho tiempo juntos.

–¿Cuál es tu rol en la familia?
–Hummm, creo que soy el que organiza las cosas. Mi viejo me consulta muchísimo para tomar una decisión en términos de negocios. Debe ser porque estudié Administración de Empresas en la Universidad de Miami. Y, dentro de mi familia, soy el coordinador. Ahora... mirándolos a todos... ¿Sabés que me está pasando últimamente? Siento mucho el paso del tiempo.

–¿¡Te sentís grande a los 35!?
–No sé... Pero veo el cambio alrededor mío: a mis hermanos con sus hijos, a mis hijos, veo más grandes a mis viejos...

–A propósito, ¿la familia que armaste tiene que ver con la tuya de origen?
–Tomé las cosas buenas, para tratar de seguir en el mismo camino. Me encanta estar con mi mujer y mis hijos en casa.

–¿Sos estricto como padre?
–Sí. En ese sentido soy igual a mi viejo, que era el que ponía los límites. Algo que me marcó mucho de él es que siempre me miró de una forma medio desafiante, como diciendo “me vas a tener que demostrar”. Y no fue así con mis hermanos. No sé por qué tengo la sensación de que fue más duro conmigo.

–¿Cómo criás a tus hijos?
–Todavía son chicos, pero soy muy de ponerles límites y acercarlos a la realidad. Tienen una vida cómoda, pero no quiero que eso se transforme en una confusión para ellos, que piensen que la vida es así. No siempre vas a tener una chica que te ponga el plato sobre la mesa, ni una comida calentita. Que sepan que si bien ésa es la realidad de ellos, no es la de todos. Que puede no durar toda la vida, que las cosas cambian.

–Vos también te habrás criado en una realidad cómoda…
–Pero siempre me concientizaron de que tenía la suerte de que fuera así, pero que no era así para todos. Que era así porque mi viejo había trabajado desde los siete años, repartiendo diarios, lustrando zapatos. Que su primer plato caliente fue a partir de mucho esfuerzo, empeño, dedicación y constancia.

–Hace once años que estás en pareja con Guillermina y tenés tres hijos. ¿No creés que les llegó la hora de formalizar?
–Te doy una primicia? Con Guille nos casamos este año. Mirá: nosotros nunca hicimos nada porque fuera lo que correspondía. Nos mudamos juntos a los quince días de conocernos, porque sentíamos la necesidad de estar juntos todo el día. Tuvimos hijos porque quisimos formar una familia, y ahora nos vamos a casar porque tenemos ganas. Vamos a ir al Registro Civil y después haremos un viaje, pero no habrá fiesta.

–Guillermina está estudiando teatro con Julio Chávez. ¿Te gusta que haya elegido ese camino?
–¡Me encanta verla contenta! Desde que está estudiando teatro a Guille la noto cambiada, mucho más plena. Aunque, por más que yo sea productor de televisión y entienda lo que es ficción… Te confieso que sería muy fuerte verla besarse con otro tipo. En ese sentido, soy medio chapado a la antigua. En Chapelco descansó con Guillermina y sus hijos, Dante (8), Paloma (6) y Helena (4). El prefirió el snowboard. El resto de la familia esquió.

En Chapelco descansó con Guillermina y sus hijos, Dante (8), Paloma (6) y Helena (4). El prefirió el snowboard. El resto de la familia esquió.

Los Ortega en pleno, cuando vivían en Miami, allá por 1987. Palito, Evangelina y sus seis hijos: Martín, Julieta, Sebastián, Emanuel, Luis y Rosario. 

Los Ortega en pleno, cuando vivían en Miami, allá por 1987. Palito, Evangelina y sus seis hijos: Martín, Julieta, Sebastián, Emanuel, Luis y Rosario. 

“Desde que Guille está estudiando  teatro la noto mucho más plena. Aunque, por más que yo entienda lo que es ficción… Te confieso que sería muy fuerte verla besarse con otro tipo. En ese sentido, soy medio chapado a la antigua”

“Desde que Guille está estudiando teatro la noto mucho más plena. Aunque, por más que yo entienda lo que es ficción… Te confieso que sería muy fuerte verla besarse con otro tipo. En ese sentido, soy medio chapado a la antigua”

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