“Con Diego ya no hablamos, pero no pierdo las esperanzas de un reencuentro” – GENTE Online
 

“Con Diego ya no hablamos, pero no pierdo las esperanzas de un reencuentro”

Guillermo Esteban Cóppola (60), siguiendo el consejo de Sarmiento, tuvo un hijo (en realidad, cuatro hijas), plantó un árbol, y dio el tercer paso: escribió un libro. Título: Guillote. Género: autobiografía. Páginas: 300. Capítulos: 61 (por decisión o por azar, casi uno por año de vida). Editorial: Planeta. La foto de tapa es…

–¿Por qué esa tapa?
–Es un doble homenaje a Diego (Nota: el apellido es innecesario, lo sabe todo el globo terráqueo). En Cuba, él me bautizó Guillote, y yo, Diegote. En la foto estoy fumando abajo del agua. Un día, en una reunión, Diego me presentó así: “Este es Guillermo Cóppola… Es vivísimo: ¡fuma abajo del agua!"

Dato curioso. Todo libro suele tener una página dedicada a los agradecimientos. Una. Pero Guillote tiene seis: 220 nombres. Más, en verdad, porque algunos abarcan toda una familia. Ergo, deben superar las 300 almas.

–¿Por qué tantos?
–Porque en mi vida hubo y hay cuatro pasiones: mis hijas y nietos, mis mujeres (¡cuántas!), EL AMIGO (así con mayúscula, Diego), y los amigos. Ellos tienen que ver con todo lo que soy y todo lo que logré, y soy un eterno agradecido a ellos.

–¿Alguien te escribió el libro, o te ayudó?
–No: lo escribí yo solo... ¡y a mano!

–De un personaje como vos, la gente espera la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad. ¿La encuentra?
–Sí. Es una vida rodeada de aventuras… Pensá que nací y viví en una casa pobre, en Tacuarí al mil quinientos, con letrina, llegué a dormir en el palacio de Mónaco, y Armani me hizo el traje para el casamiento de Diego.

–Te pregunto si está toda la verdad, porque para mucha gente –la mayoría, tal vez– tu nombre es sinónimo de noche, droga, joda y escándalos.
–No oculto nada: las cosas jodidas, la falopa, todo. Viví tantas cosas, que hubiera necesitado otro libro. Dudé en escribirlo, pero cuando salió el libro del Bambi (el Bambino Veira), me decidí.

Cóppola, muy joven, fue empleado bancario. Lugar: Nuevo Banco Italiano, ya desaparecido. Rápidamente subió a lo más alto del escalafón: llevó al banco mucho dinero de jugadores de fútbol amigos, les consiguió buenos intereses, y le crearon, con él como jefe, una sección de Clientes Especiales. Así fueron llegando los primeros pesos, la buena ropa, los relojes, el auto.

–Eras tu propio jefe. Después, como representante de jugadores, fuiste independiente: libertad total. Sin embargo, decidiste volver a trabajar a las órdenes de un jefe. ¿Por qué?
–Porque ese jefe fue Maradona. El número uno. El más grande del mundo. Nadie, nunca más, conseguirá algo igual.

–¿El te eligió, o fue al revés?
–El me eligió, y puso una condición inviolable: que yo no representara a ningún otro. Tener jefe, único, y difícil.

–¿Te costó aceptar?
–Escuché consejos… Ruggeri, el Flaco Gareca, Randazzo, Pumpido, Fillol, me dijeron “¡Agarrá, no podés perder esto!” Era lo único que le faltaba a mi profesión, y decidí dedicarme a Diego por entero.

–De paso: ¿te gusta más el fútbol de ayer que el de hoy?
–Me siento más identificado con el de ayer, el de los años ochenta. Hoy hay mucho Playstation y muy pocos videos de fútbol. Me acuerdo que Rubén Darío Insúa, de San Lorenzo, ya vendido al extranjero, se llevó una pila de videos de partidos. Terminaba el entrenamiento… ¡y miraba partidos!

–Los de hoy, ¿mucha noche?
–Noche hubo siempre: la noche es una parte del día. Mi vida fue un cincuenta por ciento para el día y el otro cincuenta para la noche…

–¿Cuándo dormías?
–Siempre dormí poco, y ahora, más viejo, menos.

–En tu época brava te llamaban Viejo Lobo… ¿Hoy sos un león herbívoro, citando a Perón?
–No tanto, pero estoy más tranquilo. Soy de gimnasio diario, ya no fumo, me cuido…

–Hablemos de la droga…
–Te lo digo como lo escribí: ¿falopa, zarpado? Habré estado mal una sola vez en mi vida. ¿Me gustaban el rock y la joda? Sí: pero me bancaba lo que venía después. Pero no llegué a la etapa más jodida…

–¿Cuál?
–La que, para frenar el efecto de algo, te obliga a tomar otra cosa. Ahí empiezan los problemas. Me equivoqué, pero la droga nunca me dominó. Los vicios, es ley, hay que pagarlos al contado.

–Algo así dijo Diego: “Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. Con tu amistad y tu influencia, ¿por qué no lo paraste cuando la droga lo puso al borde de la muerte?
–Primero, porque hubiera sido subestimarlo, y eso, ¡jamás! Como amigos, nos dijimos todo, lo bueno y lo malo. Pero nos respetamos y no nos juzgamos.

–¿Qué pensás hoy de la droga?
–Que consumirla fue al pedo. Un buen champagne y una buena mina son mucho mejores.

–Algo raro: en tu libro decís “creo que nunca me enamoré”. Pero además de tus matrimonios, tuviste decenas de mujeres. ¿Cómo se entiende?
–Es cierto, hay una contradicción. Tengo cuatro hijas (Natalia, Bárbara, Camila, Elisabetta, de apenas cuatro meses, y dos nietos: Delfina y Matías). Amo a mis viejos, Ana y Pichón, ya muertos; a mi hermano Juan, muerto el año pasado, y a Corina, mi mujer, que se preocupa por mí y me cuida. Y siempre que me casé creí que era para toda la vida. Pero nunca pude evitar la conquista, las cartas, los regalos, la sorpresa, los grandes metejones... En materia de viajes y mujeres, soy un culo inquieto.

–¿Vicios hoy?
–Uno solo: ir a la iglesia.

–¿Hacer guita, no?
–Nooo… Los que viven para eso se olvidan de vivir. Más tarde o más temprano, todos vamos a llegar al mismo lugar. La muerte es sólo una cuestión de orden de llegada…

–Vuelvo a Diego. ¿Te sentís culpable por no haberlo sacado de la droga, o no lo hiciste porque entonces eras igual a él?
–¿Conocés a Diego?

–No en persona.
–Te cuento una anécdota para que entiendas que su personalidad es indominable. Estábamos en una reunión de negocios en Pol-ka, con Adrián Suar y otras personas importantes. Diego entró jugando al balero. Le dije, discretamente: “Diegote, dejá el balero”. Me preguntó: “¿Te molesta? Y siguió así: “Yo nací en Villa Fiorito…”

–Perdón, te interrumpo. Conozco la casa en que nació Diego. Creo que al lado de la tuya, la de Tacuarí y con letrina…
–Sí, era un palacio. Sigo… “Yo nací en Villa Fiorito, me pegaron una patada en el culo, me llevaron a la cima del mundo… y tan mal no me fue. Formé una familia, les di educación a mis hijas, y un buen pasar a mis viejos… El balero, Guillote, no cambia nada. Señores, los dejo con Guillermo. Sigan la reunión…”. ¿Cómo ibas a cambiar a alguien así? Además, conocí a muchos que nos criticaban por la joda, la noche, la falopa, ¡y se daban peor que nosotros!

–Llegaron a decir que eras jefe de una banda de traficantes…
–Es cierto. Pero al final del proceso y después de comerme meses de cárcel, un juez me pidió perdón en nombre de la justicia. Todo muy bien. Pero, ¿cómo te sacás eso de encima?

–Después de encuentros y de desencuentros con Diego, llegó el peor momento: te acusó de haberlo robado.
–Tanto, que en la cancha de Boca me gritaban “¡¡¡Ladrón!!!”

–¿Le robaste?
–En primer lugar, éramos socios. Un día, en Cuba, nos sentíamos muy solos, y me dijo: “Guillote, estoy harto de que digan giladas. Que la guita es mía, que vivís de mí… No quiero que seas mi representante. Desde hoy, somos socios”.

–¿Creés que alguien le calentó la cabeza para acusarte de ladrón?
–No. Eso sería subestimarlo. Es cierto que nos descuidamos, que gastamos de más, que reventamos la guita… pero éramos socios. Creo que eso de “Me robó” lo pensó, lo dijo, y me causó todo el dolor del mundo. Fue una decisión de él… Entonces, me autodenuncié, pedí que me investigaran, y después, las cosas se acomodaron: en la primera audiencia de conciliación, Diego levantó los cargos…

–¿Por qué, según vos?
–Habrá madurado. El es así. Primero me nombró su socio, después dijo que le robé, y al final dijo basta. Ese es Diego. Mi vida junto a él fue una militancia: años maravillosos y años muy tristes. Pero abandonarlo, ¡jamás! Además, creo que fui un eslabón de la cadena que lo llevó a la cumbre, me encanta verlo allí, y ojalá gane todo.

–¿Hoy se ven, se hablan?
–No. Pero no pierdo las esperanzas de un reencuentro.

–Final. ¿Cómo será tu próxima década?
–Tranquilos, serenos. Nunca voy a perder la chispa, pero hoy lo más importante son Corina, mi mujer, mis hijas y mis nietos. Y -¡¡¡claro!!!- mis amigos.

–¿Volverías a representar jugadores de fútbol?
–Jamás. Ni que vengan Beckham, Ronaldo, Ronaldinho y Messi. ¿Para qué, si ya tuve al más grande? A sus 60 años, jura que todo (noche, droga, locura, derroche) quedó atrás. Hoy, Maradona y él no se dirigen la palabra, y Guillermo dice que su próxima década es “de serenidad: mi mujer, mis hijas, mis nietos”. Pero aclara: “Sin perder la chispa”.

A sus 60 años, jura que todo (noche, droga, locura, derroche) quedó atrás. Hoy, Maradona y él no se dirigen la palabra, y Guillermo dice que su próxima década es “de serenidad: mi mujer, mis hijas, mis nietos”. Pero aclara: “Sin perder la chispa”.

“No me arrepiento de nada. Lo hecho, hecho está. Con Diego vivimos a mil, reventamos la guita, nos drogamos e hicimos toda clase de locuras, pero muchos de los que nos criticaban hacían lo mismo”.

“No me arrepiento de nada. Lo hecho, hecho está. Con Diego vivimos a mil, reventamos la guita, nos drogamos e hicimos toda clase de locuras, pero muchos de los que nos criticaban hacían lo mismo”.

“Este es mi libro. Aquí está mi vida.  Ya desde la tapa tiene dos homenajes a Diego. Uno, el título, porque él me bautizó Guillote en Cuba. Otro, la foto, porque él dijo que yo era capaz  de fumar abajo del agua”.

“Este es mi libro. Aquí está mi vida. Ya desde la tapa tiene dos homenajes a Diego. Uno, el título, porque él me bautizó Guillote en Cuba. Otro, la foto, porque él dijo que yo era capaz de fumar abajo del agua”.

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