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Compra de taquito

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La tiene clara. Es como Messi cuando entra al área con pelota dominada, como McCartney cuando toma el bajo eléctrico, como Vargas Llosa frente a la página en blanco... La bella María Eugenia Ritó ingresa a cada local de compras con la frente en alto, la mirada clavada en el objetivo (un par de zapatos, una cartera o un vestido de seda) y la habilidad para salir indemne de la situación. Cuando las papas queman y hay que abonar, la presta caballerosidad de su marido, el abogado Marcelo Salinas, no le falla nunca. Y ella devuelve sonrisas irresistibles.

Como ocurrió el sábado, en Palermo, tarde que el matrimonio aprovechó para pasear y pispear vidrieras. Ahí se la ve a la rubia en el local de Delaostia, detrás de sus lentes oscuros y con la debida atención puesta en los zapatos con plataforma. Dicen que le costó decidirse entre tanta buena opción. En realidad, a cada lugar que visitaba Ritó le dedicaba no menos de 45 minutos de exhaustivo análisis. El paciente Marcelo, en un momento, prefirió irse a tomar un cafecito y dejar que su mujer eligiera a gusto, como para no andar apurándola. Hubo un piquito, algunos mimos y hasta alguna consulta (“¿me queda bien, mi amor?”).

María Eugenia, de look primaveral y andar lleno de gracia, siguió el derrotero fashion hasta que empezó a bajar el sol. ¿Si fatigó mucho la tarjeta de crédito? Nadie se animó a confirmarlo. Igual, los descuentos de primavera ayudaron a que el doctor Salinas partiera con gesto relajado.

En el local de Delaostia, la rubia analizó qué zapatos llevarse.

En el local de Delaostia, la rubia analizó qué zapatos llevarse.

El doctor, todo un caballero, firme en la recorrida.

El doctor, todo un caballero, firme en la recorrida.

Ritó se fue feliz.

Ritó se fue feliz.

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