Charlamos con Adriana Mariño, la mejor amiga de Gilda – GENTE Online
 

Charlamos con Adriana Mariño, la mejor amiga de Gilda

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"Hola, ¿sos nueva en el edificio? ¡Qué bueno!”, le dijo la jovencita Myriam Bianchi, por entonces de 11 años, a la nena que encontró mientras bajaba la escalera. Se trataba de Adriana Mariño, dos años menor, que acababa de llegar con su familia a vivir al 5º C, un piso más arriba, en aquel edificio del populoso Lugano I y II. Ese encuentro sería el inicio de una profunda amistad que incluso mantuvieron a distancia, cuando Adriana se mudó a Catamarca y luego a Mendoza, donde reside actualmente. ¿Cómo era aquella niña con la que creció? “Myriam era la chica de la que todas querían ser amigas: absolutamente carismática, buena y además, linda... Hemos pasado horas y horas cantando y componiendo canciones con Shyll. Ella tocaba la guitarra y cantaba en el coro municipal, que por entonces dirigía su mamá”, cuenta. 

–¿Myriam soñaba con llegar a ser una estrella? 

–Fue maestra jardinera porque le encantaban los chicos. Ella eligió primero esa vocación. Pero la música nunca dejó de estar en su vida como una gran pasión. Se casó con un hombre que le garantizó seguir con un modelo de familia, pero con el paso del tiempo se dio cuenta de que no era feliz. Le llegó la oportunidad de cantar y la aprovechó. 

–¿Cómo preferías llamarla: Myriam o Shyll? 

–De la infancia a la juventud fue Myriam, pero una docente nueva que se incorporó al jardincito de su mamá también se llamaba Myriam y generaba confusiones. Entonces ella dijo un día: “A partir de ahora llámenme Shyll”. Y fue muy insistente con ese cambio. Lo eligió en honor al personaje de Farrah Fawcett en la serie Los ángeles de Charlie (aunque en realidad se escribía Jill), del que era fanática. 

VIDA DE PELICULA. A raíz del éxito de la película que protagoniza Natalia Oreiro, Gilda, no me arrepiento de este amor, el pasado de la cantante volvió a tomar protagonismo. Y resurgió la polémica respecto de la situación afectiva de Gilda al momento de su muerte. “A su esposo, Raúl, lo conoció en una salida que hicimos juntas al boliche Bamboche, de Flores. Era un tipo pintón... Me acuerdo que me dijo ‘haceme el aguante’, porque yo me quería ir y ella, seguir bailando con él. Fue un gran padre para sus hijos, pero creo no se enamoró de él, como él sí de ella. Nunca entendió: su luz lo encandilaba. Era un hombre muy estructurado y conservador. Ella, en cambio, una idealista”

–¿Cómo definirías su vínculo con Toti Giménez? 

–Lo conocí en el ’95, cuando nos reencontramos en Mendoza. Ella hacía tiempo que estaba separada de Raúl, pero Toti no era el novio. Me lo presentó como el tecladista de la banda y me dijo: “Con él medio que algo...”. Si es que tuvieron una relación, fue –como se dice ahora– un touch. Parando en casa, ella dormía conmigo y él en otra habitación. No pasaba nada entre ellos. 

–Toti dijo que ella era una persona normal y que Gilda misma se reía respecto a los poderes de sanación que se le atribuían. 

–Ella me contó con sorpresa “¡no sabés lo que me pasó...!”, un episodio que la película muestra muy bien. Fue cuando una nena le dijo llorando que su mamá había salido de un coma por intento de suicidio luego de escuchar su música. “Casi me muero”, me dijo ella. Shyll te transmitía todo el tiempo una energía positiva. Mi propia hija Valeria cuenta que cuando la conoció tenía una terrible gripe y al rato se le pasó. Pero eso fue porque ella animaba a todo el mundo con su personalidad. 

¿Cuando viajaste a Buenos Aires para el estreno del film pudiste ver a Raúl, su ex marido? 

–Sí. Me dijo que no verá nunca la película, porque esa historia ya la vivió. El recién ahora puede dimensionar el fenómeno de Gilda. Me dijo: “¡Qué loco lo de esta piba! ¿Viste lo alto que llegó?”. Aunque a continuación agregó: “¿Pero valió la pena? Ella ya no está”. Yo inmediatamente le dije: “Raúl, quizás está más viva que nunca”

–Hay una historia vinculada a la canción No es mi despedida que te da pudor contar. 

–La última vez que la vi con vida fue en el aeropuerto de Mendoza, cuando la despedimos... Fue dos semanas antes de su muerte, en el accidente en Entre Ríos, el 7 de septiembre de 1996. Cuando me enteré de su muerte, sentí tal angustia que no podía dejar de llorar. Acabábamos de pasar cuatro días juntas, charlando de todo. Ella me había contado de un tema que había compuesto para su nuevo disco, llamado El mundo. Pero días después me llamó y me dijo: “Te vi tan mal cuando fui a Mendoza, que le cambié la letra a la canción y quiero que la escuches”. Luego de su muerte, cuando escucho el tema que finalmente se terminó llamando No es mi despedida, entendí que describía aquella situación vivida en el aeropuerto. 

–¿Por qué te resistías a contar esta historia? 

–No quiero sonar soberbia (lo dice con los ojos llenos de lágrimas), porque se dijo que ella lo escribió presintiendo su muerte. Pero sólo ella y mi familia pudieron ver la angustia con que vivimos aquel adiós en el aeropuerto. 

–¿Qué palabra resume mejor la personalidad de Gilda? 

–Era auténtica y no le tenía miedo a la muerte. Me acuerdo que una vez, consolándome por la muerte de mis padres, me dijo: “El cuerpo es un guante. Cuando morimos, sólo se desvanece ese guante, pero lo de adentro, quien lo maneja, no muere nunca: es nuestra esencia, nuestra alma”

–¿Has sentido cerca esa alma cuando ella partió? 

–Varias veces. El día que fui a elegir la ropa para asistir al estreno del film en Buenos Aires, estaba desesperada porque no sabía qué comprarme, cómo se iba vestida a un evento así. Luego de probarme de todo, encontré un monito negro, divino. Y ahí, en ese local, empiezo nuevamente con la indecisión. Me salió mirar para arriba y decir: “Amiga, dame una señal”. Entonces empieza a sonar No me arrepiento de este amor... Quedé paralizada. Obvio que me compré el monito y con eso fui vestida. Ella siempre estará en mi vida. 

 

Por Marina Correa. Fotos: Juan Alfredo Ponce. 

Cada vez que Adriana piensa en Myriam, los recuerdos florecen. En la foto de arriba, con Mariel (la hija de Gilda que murió en el accidente) y Valeria (hija de Mariño). Hoy, a los 52, no se olvida de ella. Foto: Gente©.

Cada vez que Adriana piensa en Myriam, los recuerdos florecen. En la foto de arriba, con Mariel (la hija de Gilda que murió en el accidente) y Valeria (hija de Mariño). Hoy, a los 52, no se olvida de ella. Foto: Gente©.

En la fiesta de quince de Mariño se ve a Myriam sentada, irradiando su irresistible sonrisa.

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Juntas en Mar del Plata, con Mariel y Fabricio, los hijos de la cantante.

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Muy jóvenes, tomadas de la mano como hermanas. Gilda le llevaba dos años a Adriana.

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En Mendoza, donde Adriana se fue a vivir. Detrás de ellas, el Cerro de la Gloria.

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