“Cambiaría todo por salir campeón del mundo con la Selección” – GENTE Online
 

“Cambiaría todo por salir campeón del mundo con la Selección”

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Lio, tengo una mala noticia para darte... (le dice Jorge Messi a su hijo el martes 22, camino al aeropuerto de Barajas).

–¿Qué pasó, papá? ¿Algo malo en casa? (responde Lionel, preocupado).
–No, nada. Pero va a pasar cuando lleguemos a Rosario.

–¿Pero qué es? ¡Decímelo ya!
–Bueno, te lo cuento. El 24 a las doce de la noche no creo que Papá Noel te deje algún regalo. ¡Este año ya tuviste demasiados!

La broma arranca la sonrisa de los hermanos Messi (Lionel y Matías), y de Jorge padre, a punto de embarcar rumbo a Buenos Aires, pero con escala final –y más querida– en Rosario. Misión: vacaciones largas y serenas para –de fútbol hablando– un fenómeno de la Naturaleza.

Vacaciones que toda la familia espera. Porque Lio es la estrella del Barça, del que la inmensa tribuna espera milagros, pero su padre, su hermano y los demás Messi son el soporte afectivo que necesitan sus piernas a la hora de ese milagro.

Ahora mismo, por ejemplo, intentan despertarle una sonrisa para que olvide –por un rato al menos– la sombra de esa lesión en el tobillo que casi lo dejó fuera de la final del Mundial de Clubes que resolvió de pechito. “Me duele mucho”, dice, y no exagera... Tanto, que no pudo estar ni en el banco del partido que la Selección patria perdió 4-2 contra la de Cataluña.

“Necesitábamos desenchufarnos un poco y viajar a Rosario. Lio extraña mucho a Celia, su mamá, y a sus hermanos, Matías, Rodrigo y Marisol, y espera el final del año para recibirlo con ellos. Porque es cierto: ganó todo. Pero tuvo que jugar muchos más partidos en Barcelona, y con la presión lógica de seis finales, más las Eliminatorias, que también fueron muy bravas”, dice Jorge.

LA PULGA AL DESNUDO. “Nadie es profeta en su tierra, dicen, Leo...”.
–¿Por qué?

–Está claro. Sos el mejor del mundo. En Barcelona ya piensan en levantarte una estatua, pero en tu país algunos te cuestionan.
–Es injusto. Muy injusto. Con la camiseta argentina no alcancé el máximo nivel, pero no jugué en mi puesto, ni con mis compañeros de siempre.

–¿Te duele esa actitud de la gente?
–Claro. Siento que me cuestionan todo. Si en Alemania, después de la práctica, me quedaba haciendo jueguito, dijeron que era porque no me llevaba bien con mis compañeros. Si no lloré en la eliminación de la Argentina en ese mismo Mundial, era porque me dejaron en el banco, y entonces no me importó la derrota. Si no juego bien en la Selección de ahora es porque no quiero arriesgar las piernas, y si grité el gol de pecho contra Estudiantes... ¡es porque no me siento argentino! No entiendo.

–¿Esas lenguas te duelen más que las patadas?
–¡Y cómo! No es posible que digan que no soy argentino o que no me interesa jugar en la Selección. Yo entro a la cancha pensando que la voy a romper y quiero dar lo mejor. A veces las cosas me salen, y a veces no, pero de ahí a que opinen sobre mis sentimientos... ¡Es demasiado!

–Ganaste diecinueve premios sólo este año. Dos, los que todo jugador quiere: el Balón de Oro y el FIFA World Player. ¿Esperabas semejante récord?
–No tanto. Pero nada de eso hubiera conseguido sin la ayuda de mis compañeros. Te doy un ejemplo: en el partido contra Estudiantes, si Pedro no metía el gol del empate cuando faltaban dos minutos para el final, yo no habría hecho el segundo gol, no habríamos salido campeones ni habría recibido el premio al Mejor Jugador. ¿Te das cuenta? Uno nunca es solo: es uno y los otros diez, y los del banco, y el entrenador, y el cuerpo técnico, y el club, y sus dirigentes. ¿Es tan difícil entender eso?

–¿Son realmente imparables, invencibles, o la diosa Fortuna está con ustedes?
–No es suerte. El club armó un gran plantel, y el Pep Guardiola, el técnico, es muy inteligente.

–¿Qué sigue?
–La meta es seguir trabajando para repetir algunos títulos. O todos...

–Cada mañana, el espejo te devuelve un título: el mejor del mundo. ¿Qué se siente?
–¿La verdad? Todo pasó tan rápido que todavía no caí. Te juro: no tuve tiempo para decir: “¡Mirá todo lo que gané, o todo lo que me dieron!”. Me encanta, les agradezco mucho a todos lo que me votaron, es un gran orgullo... pero todavía no me cayó la ficha.

–Cada vez que hace algo grosso, Martín Palermo dice que es un capítulo más para la película de su vida... ¿Imaginás una sobre la tuya? ¿Quién debería ser el actor?
–No sé... No pienso en eso... Me hace feliz jugar, y si Dios quiere, tengo muchos años por delante. Pero, sí, me gustaría una película sobre mi vida. ¿El actor? Alguien que juegue bien, o más o menos bien, ¡y muy petiso!

–En alguna línea del guión deberían estar las críticas que te disparan algunos argentinos...
–¡No, espero que no lo editen! (se ríe).

–Vuelvo a ese tema: ¿te afecta o no te importa?
–Quiero ser claro, y terminar con el asunto. No me afecta cuando me critican desde el fútbol. Si dicen “Messi no jugó bien, fue un desastre”, me la banco. Pero cuando dicen pavadas como “no siente la camiseta porque no cantó el himno”, me pongo mal. Ya sé que hasta ahora no rendí en la Selección, y que es una materia pendiente. Pero de ahí a decir que no me importa... ¡no me lo banco!

–¿Por qué no te fue bien con la camiseta nacional?
–No tengo respuesta. La vida de un jugador pasa por distintas etapas. Estás en un equipo o en una selección, y al principio las cosas no te salen. Bueno, por ahí eso es lo que me está pasando... Es cierto: estoy en deuda. No llegué a rendir lo que se espera de mí. Es un gran desafío. Ojalá lo logre y ganemos el Mundial. Pero decir que no me importa es tan falso como injusto. Si no me importara... ¿para qué estar? Con decir que no, listo.

–¿Qué darías por ganar el Mundial con la camiseta de tu país?
–Es una pregunta rara, porque respeto mucho a mis compañeros del Barça. Pero creo que cambiaría todo por salir campeón del mundo con la celeste
y blanca.

–¿Qué opinás de Maradona? ¿Qué te aportó?
–¿Qué te puedo decir? Es un fenómeno, y te aporta la confianza y la sabiduría de haber sido el más grande del mundo.

–¿Con eso basta?
–¡Basta y sobra!

–Nos tocaron Nigeria, Corea del Sur y Grecia en nuestra zona. ¿Qué pensás?
–No pude ver mucho a esos equipos, pero no hay que confundirse con eso de que nos tocó una zona fácil. En el fútbol de hoy no hay nada fácil. Hay que jugar cada partido, y cada uno es una incógnita. Los que dicen “fácil” ¡nunca jugaron al fútbol! Ni pisaron una cancha.

–La última: ¿cómo volvemos de Sudáfrica?
–No sé. No tengo pálpitos ni cábalas. Ojalá que nos vaya bien, y traigamos la Copa.

–¿Eso es todo?
–Claro... ¿Qué más querés que te diga? ¿Que caiga en el blablablá que hay en el fútbol? Eso está bien para los que lo miran de afuera. Pero la única verdad está en la cancha, y en noventa minutos. Una pelota que pega en el palo puede decidir un partido y hasta un título mundial... y son apenas unos centímetros entre el palo y el gol.

“La verdad se verá en el verde césped”, decía Angel Labruna, el mayor goleador de la historia del fútbol criollo junto con el paraguayo Arsenio Erico. ¿Tenía razón?
–¡Toda la razón del mundo! Después de un año dorado e inolvidable, la hiper estrella del Barça está en su patria chica, para pasar las Fiestas en familia. “Acá me desenchufo de verdad, un cable a tierra que necesito todos los años”, jura.

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En noviembre, de manos de Diego y Alfredo, dos monstruos del fútbol, recibió el Trofeo Di Stéfano como Mejor Jugador de España.

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Otra de las grandes alegrías: la Champions League, el máximo torneo europeo.

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