“Aunque no parezca, soy muy apasionada” – GENTE Online
 

“Aunque no parezca, soy muy apasionada”

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Está linda a cara lavada, con el pelo rubio algo alborotado. Viviana Saccone acaba de atravesar la puerta que divide la ficción de la realidad. Dejó en su casa a sus hijas (Allegra, de tres años, y Serena, de uno) y a su marido (el director Federico Palazzo) y está a punto de convertirse en Victoria Sáenz, un personaje clave en Montecristo, la novela cool del momento. Dos mundos demasiado intensos para esta mujer de 38 años que vivió la mitad de su vida en la tranquilidad de un pueblo. Desde que llegó de Jeppener –provincia de Buenos Aires–, a los 20 años, Viviana no paró de trabajar como actriz. Hizo de buena, de mala, de rica, de pobre y hasta de lesbiana. Protagonizó muchos éxitos, pero dejó de trabajar durante tres años para dedicarse a la maternidad y ahora siente que la están redescubriendo. Su papel en la tira de Telefe pegó como nunca. Positiva, ella no lo lamenta. “Con Montecristo siento que empiezo de nuevo”.

–¿Por qué gusta tanto tu personaje?
–Victoria es hija de desaparecidos, una historia que en el inconsciente colectivo de la gente pega mucho.

–Y a pesar de ser la antagonista, no es “la mala”…
–No, ella ama a Santiago (el personaje de Pablo Echarri), pero él ama a Laura (Paola Krum). Me parece interesante que se quede con ella por eso y no porque Victoria sea mala; eso sería desvalorizar al amor. El amaría a Laura aunque ella fuese la peor de todas.

–¿Cómo fue volver a trabajar después de tres años?
–Después de haber tenido a mis hijas y después del parate me siento más calma. Eso me permite tomarme más tiempo para el trabajo, para leer los guiones, estudiar los diálogos…

–Con dos hijas chiquitas y un marido, ¿cómo hacés para tomarte ese tiempo?
–No sé, a veces me lo tomo entre escena y escena. En los viajes, en el baño… Porque llego a mi casa después de un día de grabación de doce horas y las nenas quieren jugar. Y aunque quiero tirarme en la cama, me tengo que sentar con ellas y agarrar los chiches durante un rato.

–Estás agotada.
–Sí, pero dejé de fumar y eso me ayuda a no estar tan exhausta. Además, trato de tener la mente positiva. En vez de pensar “uy, que cansada estoy”, digo “¡qué lindo, me voy a llenar de la energía de mis hijas, me voy a tirar al piso y las voy a disfrutar!”. Ahora, cuando caigo en la cama… ¡caigo!

–Te fuiste de un extremo al otro: con tu primera hija no salías ni a hacer un bolo y a la segunda la dejás sola todo el día.
–Sí, es muy fuerte. La primera tuvo una mamá insoportable. Me daba mucho miedo dejarla y, además, ¿con quién? ¿Y si le pasaba algo? Creía que sin mí, la nena no iba a poder vivir. No acepté ningún trabajo durante dos años y pico, sólo hice una obra de teatro, pero la llevaba conmigo. Era terrible: estaba en el escenario y la escuchaba llorar en el camarín. Ahora entiendo que está bueno irse un rato. Me extrañan mucho y yo también, pero está bien tomar aire y volver a encontrarse.

–¿Por qué?
–Porque dos criaturas son muy absorbentes. Con la primera me bañaba y comía mientras ella dormía. Siempre estaba disponible para ella. Eso me agotó mucho. Y ahora veo que se adaptan bien sin mí, sobre todo la más chiquita.

–¿Sos una persona extremista?
–Estoy tratando de encontrar los grises de la vida. Pero sí, soy extremista. Me gusta el vértigo, la intensidad. El día que conocí a mi actual marido, me fui a vivir con él y enseguida quedé embarazada.

–Y de trabajar sin parar pasaste a ser ama de casa.
–Sí, quería disfrutar del embarazo, quedarme en mi casa mirando tele y tomando helado. No quería tener preocupaciones de ningún tipo. Y después nació la nena y no me pude desprender de ella: me costó entender que había salido de mi cuerpo y que ya era otra persona. Fue difícil hacer ese corte.

–¿Y cómo hacías para ocuparte de tu marido? De hecho, ¿cómo hiciste para quedar embarazada otra vez?
–Y bueno… era todo adentro de casa. Mi marido es re compañero, de a poco nos fuimos reacomodando. Y cuando quise volver a trabajar, quedé embarazada otra vez.

–¿Qué estabas por hacer?
–Una novela. Ya tenía el contrato firmado, todo…

–El productor te odia.
–No, porque quedé embarazada y le avisé. Mi hija mayor tenía un año y tres meses.

–O sea que hace tres años que das la teta sin parar.
–¡Sí! La chiquita ya come, pero cuando llego a la noche le doy la teta, como un mimo.

–¿Por qué tus dos hijas nacieron en tu casa y no en un sanatorio?
–Fue un deseo nuestro. Federico y yo vemos el nacimiento de un bebé como algo íntimo. Que llegue en nuestra casa es como cerrar el círculo en el mismo lugar donde comenzó.

–Te pegó fuerte la maternidad.
–Sí, de pronto la balanza hizo trac, trac, trac y se acomodó todo en otro lugar. Yo tuve a mi primera hija a los 35. Sabía que no iba a ser una mamá muy joven, pero sí sabía que en algún momento de mi vida iba a tener hijos, porque me gusta la familia.

–¿Por qué fue todo tan rápido en tu pareja?
–Tal vez porque somos los dos pasionales, intensos… Así se dio nuestra historia. Las cosas suceden por algo, hay un destino. Salió bien, pero si salía mal, no me importaba.

–No se nota que sos tan apasionada.
–Ya lo sé. Transmito serenidad y calma. Todo el mundo me lo dice. Se sorprenden cuando me conocen. Aunque no parezca, soy muy apasionada. Lo que pasa es que viví veinte años en un pueblo donde no había apuro para nada y todavía conservo esa esencia.

–¿Es cierto que a tu hija mayor la llamaron Allegra porque les alegró la vida?
–Sí, buscábamos un nombre que sonara lindo y que fuera como un tesoro para ella. Los dos creemos en eso, en que el nombre con el que la van a llamar es un sino de vida. Entonces, además de que nos dio alegría a nosotros, era como darle alegría a ella. Se nos complicó con el nombre de la segunda… ¿Qué virtud podíamos darle? Se nos ocurrió Serena, porque la serenidad no deja de ser una buena cosa.

–¿Y es serena, al menos?
–¡Sí! Allegra es una polvorita y ella es re tranquila.

–¿Te ven en la tele?
–La mayor sí, pero para ella es algo natural. Yo voy y le digo “¡mirá, ahí está mamá!” y ella no me da bola. Pero igual sabe todo. “Santiago es tuyo”, me dice. El otro día yo estaba muy cansada y me dijo: “Mamá, cuando yo tenga manijas para volar, le voy a decir al cielo que saque todas las nubes así vos descansás”. Es genial.

–Antes eras más estructurada, ahora estás más suelta, ¿puede ser?
–Sí. Hubo un cambio tremendo en mi vida que tuvo que ver con una separación. A veces uno se pierde en una pareja y deja de ser uno. Empieza a armar toda una cosa que no tiene nada que ver con su vida, vaya a saber para qué. Por suerte fui madurando y fui recuperando a la chica que era.

–La chica de pueblo...
–Sí, siempre fui bastante introvertida. Necesito momentos de soledad. Me gusta leer, escribir, dibujar. Tengo mi pequeño mundito. Soy de perfil bajo, no soy de las que llegan a una reunión y gritan ¡hoooooolaaaaaaa! No. Voy de a poco.

–En Montecristo tenés perfil alto. ¡Estás a los besos con Echarri!
–¡Nos matamos, aunque en la historia se quede con Paola...! Ya habíamos trabajado juntos en Por siempre mujercitas y en Los buscas, pero es la primera vez que tenemos una relación en una novela. Y Pablo es bárbaro, muy generoso, muy compañero. Labura para el producto y no para él. No es un tipo que quiere estar en todos los finales de capítulos o que quiere que todos los planos terminen en él. Quiere que la novela vaya bien y si para eso tiene que resignar protagonismo, lo hace.

–Pero habrá lucha de egos en un elenco tan grande.
–Estuve en otras novelas donde eso pasaba, pero éste no es el caso. Es un elenco importante y hay muy buena onda.

–Bueno, están haciendo un éxito y todos se lucen mucho.
–Sí, es verdad, estamos contentos.

–¿Notás el fenómeno?
–Sí, claro. Hablo con mi mejor amiga y me pregunta cómo sigue Montecristo. Yo quiero hablarle de mis cosas y ella quiere saber de la novela. El otro día fui a comer al restaurante donde voy siempre y la moza, que me ve una vez por mes desde hace un montón de tiempo, me pidió un autógrafo. “¡Pero hace cuatro años que vengo a comer acá!”, le dije. Ya no soy más Viviana. Ahora soy la actriz de la novela que mira apasionadamente.

Pese al renombrado elenco de Montecristo, Viviana asegura que no se percibe lucha de egos. “<i>Estuve en otras novelas donde pasaba, pero acá no. Hay muy buena onda entre todos</i>”.

Pese al renombrado elenco de Montecristo, Viviana asegura que no se percibe lucha de egos. “Estuve en otras novelas donde pasaba, pero acá no. Hay muy buena onda entre todos”.

En una escena de la novela, junto a Pablo Echarri. “<i>Es bárbaro, muy compañero. Quiere que la novela vaya bien, y si para eso tiene que resignar protagonismo, lo hace</i>”, dice.

En una escena de la novela, junto a Pablo Echarri. “Es bárbaro, muy compañero. Quiere que la novela vaya bien, y si para eso tiene que resignar protagonismo, lo hace”, dice.

“<i>Hubo un cambio tremendo en mi vida, que tuvo que ver con una separación. A veces uno se pierde en una pareja y deja de ser uno. Empieza a armar toda una cosa que no tiene nada que ver con su vida. Por suerte fui madurando…</i>”

Hubo un cambio tremendo en mi vida, que tuvo que ver con una separación. A veces uno se pierde en una pareja y deja de ser uno. Empieza a armar toda una cosa que no tiene nada que ver con su vida. Por suerte fui madurando…

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