“Antes de entrar al escenario, me persigno, miro hacia arriba y digo: ‘Gracias’” – GENTE Online
 

“Antes de entrar al escenario, me persigno, miro hacia arriba y digo: ‘Gracias’”

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Multiteatro. Corrientes 1283. Camino a la Meca, de A. Fuggard. Con C. Zorrilla, C. Papaleo y T. Vilas. Dir.: S. Doria. Miér. a vier. 20.30 hs. Sáb. 20 y 22 hs. Dgo. 20 hs.
(De la cartelera teatral de los diarios)

Pero el caso que nos ocupa es que ese texto abreviado, ese cuasi telegrama, ha cumplido –y pasado– sus mil veces. Van más de mil veces que la señora Concepción Matilde Zorrilla de San Martín Muñoz del Campo Sienra Vidal Alvarez Martínez (75 letras reducidas apenas a cinco: China), de años 85, uruguaya nacida en París y argentinísima por arte de palabra, se transforma sobre tablas en Helen Niemand, una pintora sudafricana real, no de ficción. Una luchadora contra el apartheid. Van más de mil veces que China-Helen dice, al final, la línea del texto que más la conmueve: “No le tengas miedo a la luz. La luz es inofensiva”. Pero ahora, diez de la mañana de un jueves helado en Buenos Aires, y en este primer piso B de la calle Uruguay (¿en qué otra calle podría vivir?), y después de pedirle a Marta, la morenísima mujer que asiste a los Zorrilla desde los 14 años, que sirva un café –“y si está rico, no importa”–, le pregunto, tanto como para empezar, si los 85 no le pesan. Y me dice que no, “porque tengo un antídoto. O dos. El asombro y la indignación”.

LISTA DE ASOMBROS. Asombro 1: El programa Gran Hermano. Se pregunta: “¿Terminarán fornicando en cámara? ¿Llegarán al kamasutra? ¡No puedo creerlo! Pensar que, muy joven, cuando entré a la Comedia Uruguaya y actué en La Celestina, un clásico de Fernando de Rojas, hubo un escándalo porque Margarita Xirgu decía: ‘Id y divertíos, puticos traviesos’. ¡Puticos, te das cuenta! Era algo más inocente que Jacinta Pichimahuida. Pero, a raíz del lío que se armó, tuve que devolver mi medalla de oro del colegio de monjas. Años después, otras monjas, más cancheras, más progre, me la devolvieron”.
Asombro 2 (y anexos): “¿Cómo es posible que mostraran en la tele el cadáver de Nora Dalmasso? ¿Por qué casi no hay programa de tele donde no se digan palabrotas cada dos minutos? ¿Por qué los chimentos –sobre todo los de cama, de sexo– dominan la pantalla; por qué tanta tontería? ¿Por qué hoy todos los adolescentes argentinos se llaman ‘boludo’? ¿Por qué hay gente que no tiene perro? No se puede pasar por la vida sin tener un perro… (Y acaricia a Flor, la perra que le regaló Bernardo Neustadt, “un amigo raro: lo quiero mucho, ¡pero nunca estoy de acuerdo con él!”).

LISTA DE INDIGNACIONES. Indignación 1: “Todos, todos los discursos políticos. Los políticos, la gente que tiene poder, hablan de proyectos… y no saben o no quieren saber que a diez cuadras de ellos hay gente que se muere de hambre. No les importa. El que está sin trabajo, sin pan y sin techo, aunque sea el más bueno del mundo, acumula odio. Piensa: ‘Estos hijos de p… que comen todos los días, me la van a pagar’. Y lo digo yo, China, que tengo laburo y como todos los días… Te digo más: nunca robé, pero te juro que si un hijo mío pasara hambre, ¡no te quepa la menor duda que robaría! A lo mejor hay uno que otro político bueno, pero estamos tan escarmentados que no les creemos. Es como el cuento del lobo: tanto lo anunciaron en falso que cuando llegó en serio nadie lo creyó, y el lobo se hizo la gran panzada. Yo sueño con un mundo ideal, donde el lobo y Caperucita terminen bailando un vals…”.
Indignación 2: “Alberto Migré, que se murió no hace mucho (me muestra un pequeño retrato de él, enmarcado finamente), escribió mil historias para la radio y la tele. Jamás un personaje suyo dijo una palabrota, y había trabajo para todos los actores argentinos. ¿Por qué hoy las cosas son al revés? ¿Por qué le dan bosta a la gente, con la excusa de que le gusta la bosta? ¿Por qué no hacen la prueba de darle un pedacito de buena carne? ¡Qué gran hipocresía!”.

PAPELES, PAPELES… No para de revolver papeles. Una larga tira, desplegable, con la leyenda “La guerra no es saludable para los niños y otras cosas vivientes”, escrita en catorce idiomas, “para que no queden dudas”. Un libreto de Camino a la Meca. Un texto que está a punto de llevarle a un compañero de oficina que tuvo en Nueva York hace muchos años para que haga el papel protagónico. Ese compañero de oficina se llama Dustin Hoffman… Veintisiete artículos que escribió para el diario uruguayo El País (“Fue mi paso por el periodismo. Debuté contando el estreno, en el Festival de Cannes, de La dolce vita, en 1960. Estuve sentada detrás de Fellini. Pero perdonáme, no encuentro esas crónicas. Si aparecen, te las mando”). Una agenda increíble: tantos nombres, tantas fechas, tantas citas, tantos compromisos, que más parece una agenda de presidente de empresa que de actriz. Y cartas, y dedicatorias. Un vasto mar de papeles.
PREGUNTAS QUE DESNUDAN. No sé cómo, pero de pronto surge el nombre de Bernard Pivot, que condujo Bouillon de culture, un programa literario que por años fue furor en Francia. Pivot cerraba cada entrevista con unas pocas pero agudas preguntas. Las mismas que ahora le hago a China:

–¿Qué otra cosa hubiera querido ser?
–Ninguna: sólo actriz, desde los ocho años, cuando lloré en un circo de París porque quería actuar junto al payaso.

–¿Qué cosa no sería jamás?
–Juez, por temor a equivocarme.

–¿Cuál es su sonido favorito?
–La voz humana.

–¿Cuál es el sonido que más detesta?
–El de una bala.

–¿Cuál es su palabra favorita?
–“Gracias”. Y “Paz”

–¿Cuál es su palabra más odiada?
–“Guerra”. Y “Violencia”. En cualquiera de sus formas.

–¿Cuál es su insulto favorito?
–No sé… Pero tengo la costumbre de anteponer la palabra “puto” a todo lo que no me gusta. “Estos putos zapatos me aprietan”, etcétera.

–Si el Cielo existe, ¿qué quisiera que le dijera el Señor del Cielo cuando usted llegue?
–“Te estaba esperando”. Además, el Cielo tendría que ser como la Tierra… pero sin las cosas malas. No necesito nubes ni angelitos. Me bastaría con que los ómnibus llegaran a tiempo, no hubiera escaleras (¡las odio tanto como a la injusticia social!), hubiera comida para todos, y que se murieran los viejos pero nunca los niños.

HABLANDO DE LAS MIL. Le pregunto lo que tanta gente se pregunta. Cómo, a los 85 años, su motor sigue trabajando a toda potencia. “No hay fórmulas. Me visto, voy al teatro, hago la función. Tampoco tengo cábalas. Antes de entrar al escenario, me persigno, miro hacia arriba y digo: ‘Gracias’. Ser actriz es lo más claro que tuve en mi vida, a pesar de lo que leí hace mil años en una novelita rosa. ‘En cuanto a los hijos de madame, terminaron como era de esperar. El hijo mayor cometió un horrible crimen y fue guillotinado. El menor robó, y lo desterraron. La hija mayor se hizo prostituta. Y la menor se dedicó al teatro’. ¿No te encanta? ¡Todo al mismo nivel! A veces alguien me pregunta si no me aburre hacer mil veces el mismo papel. Entonces le pregunto qué desayuna. Me dice, por ejemplo: ‘Café, tostadas, jugo de naranja’. ¿Cuánto hace? ‘Y… treinta años’. ¿Y no te aburre? Fin del diálogo. Es el misterio del teatro. Y si no fuera así, la carrera de actor sería un opio”.

Mediodía. Se levanta, camina hasta el televisor, lo enciende, busca un canal, acciona la casetera. Una bella voz de mujer canta: “Mientras tú me abrazas y me besas/ Ya estoy sufriendo lo que vendrá / A menos que me quieras y me adores como yo / Este amor está sellado por cercano fin / Tras la niebla que empaña mis ojos / Que este beso sea el último que yo de ti pueda tener / Quiero aturdirme sin pensar que ya no es mío tu amor / Mientras dure este sueño / Siempre será mi razón de ser

–¿Sabés quién canta? –me pregunta.

–No. Pero es una maravilla.
–(Se señala con el dedo índice) ¡Yo! Hace cuarenta años. Cuando no fumaba. Ya no fumo, pero es demasiado tarde para cantar.

Inteligente, chispeante, rodeada de proyectos, excepcional conversadora y memoriosa implacable. Con Flor, su inseparable perra desde hace once años. Se la regaló Neustadt.

Inteligente, chispeante, rodeada de proyectos, excepcional conversadora y memoriosa implacable. Con Flor, su inseparable perra desde hace once años. Se la regaló Neustadt.

“<i>Desde muy chica quise ser actriz. Descubrí mi vocación en un circo de París, llorando porque quería actuar con el payaso</i>”.

Desde muy chica quise ser actriz. Descubrí mi vocación en un circo de París, llorando porque quería actuar con el payaso”.

Mira la escultura que le hizo su padre, José Luis, cuando ella tenía dos años, y que recuperó en una casa de antigüedades. Abajo: Ella, su padre, y la estatua de su abuelo Juan, poeta.

Mira la escultura que le hizo su padre, José Luis, cuando ella tenía dos años, y que recuperó en una casa de antigüedades. Abajo: Ella, su padre, y la estatua de su abuelo Juan, poeta.

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