“Ahora tengo más tiempo para el amor y muchas ganas de enamorarme…” – GENTE Online
 

“Ahora tengo más tiempo para el amor y muchas ganas de enamorarme…”

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Una luz brutal atravesó su existencia. Vino a este mundo con una pasión animal que lo hizo colgarse de una barra a los nueve meses, cuando no podía dar un paso, y se elevó por encima de todo, hasta llegar a ser uno de los mejores del mundo. Cuerpo perfecto, emociones sublimes y una voluntad implacable lo hicieron “el bailarín alado”, un ser humano capaz de derrotar la fuerza de gravedad para sostenerse en el infinito, con la excelencia estética digna de un dios. Julio Bocca es un bailarín impecable y pudo quedarse en eso. Pero es, además, un artista eterno. A los 36 años, con el amor del público en la palma de la mano, en el momento más vibrante de su don y en la soledad más cruel que el arte impone, decidió que se iría bailando su mejor baile en los templos de la danza cuando cumpliera los 40, antes de que el cuerpo mostrara las marcas del tiempo.

Fue entonces cuando pergeñó la salida, hace ya más de tres años. Ahora el reloj marca inexorable su último tramo. Es cuando empieza a descubrir la vida que nunca vivió, los deseos que postergó, la saludable certeza de que debía dedicar una porción de su existencia a vivir como el humano más común, a pesar de ser el elegido célebre. Lo esperan el amor que anhela, tal vez un hijo, el horizonte lejano e inalcanzable, pero sin apuros para acariciarlo. A Julio se le mezclan sus obligaciones actuales con la expectativa de nuevas experiencias. De eso habla, por momentos con euforia y, en otros, reflexivo.

–Ya te queda claro que, además del ballet, hay otras carreras para probar y aprobar en esta tierra….
–Sí, me queda muy claro. Hay una vida que antes veía de costado y sin involucrarme mucho con ella, porque tenía que seguir y seguir, programar, estudiar, entrenar, viajar. Ahora los compromisos terminan el año que viene, y lo que pueda venir será cosa personal. Ya no tendré que pensar en cuántos bailarines nuevos necesito, cuál será el repertorio de la compañía, ni las notas que tengo que hacer.

–Vida nueva, placeres nuevos, pero no más aplausos…
–No. Pero estoy registrando muy bien los aplausos de despedida. Me emociona saber que toda esa gente siempre recordará que estuvo en esa última función. Eso me satisface más que cualquier aplauso. Me voy a quedar con la certeza de que tendrán un buen recuerdo mío.

–¿Tenés miedo de dejar de ser popular?
–No. Yo nunca busqué la popularidad personal.

–Pero cuando la encontraste te gustó.
–No por mí: me gustó por la danza. A través de lo que hice para que la danza se volviera popular, yo me torné popular. Era la figura que ponía el cuerpo para lograr ese objetivo. Pero no lo busqué para mí en lo personal.

–¿Y la vanidad?
–(En este momento empieza a hablar en pasado. Con una seriedad diferente a la conocida en Bocca) Yo vivía de la función. Lo único que quería era estar arriba del escenario. No quería hablar por radio, dar reportajes, que me invitaran a la televisión… No, no. Nada de eso. De hecho lo hice muy poco. Y lo haría bastante menos si pudiera…

–¿Cuando hayas dejado de bailar te vas a sentar frente a la tele a mirar un programa de chimentos, por ejemplo?
–No. No se me ocurriría. Pero respeto muchísimo a quienes lo hacen y a quienes los miran. Es parte de lo que le gusta a la gente. A mí, personalmente, no me interesa la vida privada del otro.

–¿Y cuánto te molesta que entren en la tuya?
–Yo sé quién soy y lo que hago. Nunca me interesó el cholulismo. Tengo amigas famosas, como Liza Minnelli o Isabella Rossellini y ni siquiera me he sacado fotos con ellas. Me cuido muy bien de preguntarles cosas que puedan rozar lo privado. Si me cuentan algo está todo bien, las escucho y callo. A una primera figura no la molestaría nunca. ¿Pedirles un autógrafo o interrumpirles una conversación para saludarlos? No, esas cosas no me gustan y tampoco cuando me las hacen a mí. No voy a extrañar nada de eso. Lo que me queda es el cariño de la gente, y es tan grande que no deja lugar a la melancolía.

–Insististe mucho sobre las liberaciones que tendrás cuando dejes la danza. Siempre nombrás mucho tus ganas de tomar cerveza y comer pizza. ¿Qué otra cosa te permitirías que ahora no podés?
–Estar más tiempo en casa. Poder recorrer el mundo en barco.

–Alguna vez dijiste que querías estudiar…
–Pero no ahora. Es una obligación, y ahora no quiero obligaciones, salvo los compromisos amorosos, que son mucho más agradables que estudiar. Tengo cosas pendientes que dejé porque no podía darles continuidad, como tomar clases de canto, algo que me gusta.

–Entonces vamos por el compromiso amoroso.
–No sé si vendrá… Pero ahora tengo más tiempo para el amor y muchas ganas de enamorarme…

–¿Eso incluye la palabra familia?
–Una de las cosas que dejé pendientes es estar más tiempo con mis sobrinos. Me da bronca no verlos crecer. Quisiera jugar más con ellos.

–Todo eso también significa compromiso.
–Sí, claro. Pero el amor y la familia son compromisos tan distintos... El amor exige, pero significa hacer cosas por el otro sin que medie la obligación. Lo hacés por placer. Encontrar un amor también da libertad.

–Pero tiene sus vueltas. Hay que renunciar a muchas cosas.
–Es verdad, pero no significa que no encuentre a alguien con quien pueda manejar eso, negociar para que cada uno tenga su espacio.

–¿Cómo es ese alguien que puede completarte y hacerte feliz?
–Soy cambiante (ríe). Paso de querer alguien con sentido del humor e inteligencia, a lo que necesito hoy: más libertad y espacio. Antes no era así.

–Quizás porque fuimos educados para el matrimonio.
–Puede ser… Igual, creo que todas las cosas del amor, hasta aquellas de las que nos quejamos, también son fantásticas. Suele agobiar que te llamen y te escriban tres mil mails por día, pero la verdad es que eso es muy lindo, aunque me asuste que traten de absorberme. Me parece que los más jóvenes vienen más libres, tienen más claro cómo manejar esos temas.

–¿Perdiste mucho tiempo buscando el amor?
–No, nunca tuve dificultades para enamorarme y disfrutar de la pareja. He sido muy feliz en ese sentido.

–¿Qué pensás de los solos por elección?
–Es un fenómeno del que cada vez se habla más, y eso me anima a decir que yo me siento cada día más cómodo estando solo. Es impresionante la cantidad de hombres y mujeres que descubren su plenitud y su estabilidad en soledad. Cuando estás con alguien siempre estás buscando el apoyo o temiendo la pérdida. Además, la vida viene con una velocidad y un ritmo tales, que es preferible tener la tranquilidad que da la soledad, y a partir de ella vas tomando de la vida lo que te gusta y podés tener. Cada día que pasa confirmo que quiero tener un barco para irme a recorrer el mundo en soledad. Eso será muy mío. Nadie podrá decir “vi luz y entré” cuando el barco esté en alta mar. No podrán. Lo del barco significa para mí tener todo en el mismo lugar. Estoy harto de los aeropuertos a los que tenés que llegar tres horas antes y desnudarte por razones de seguridad... Aunque los aviones me siguen gustando.

–¿Por qué Adiós hermano cruel?
–Fue una obra que me presentó Elio Marchi. No conocía la historia; vi la película y me fascinó. No lo dudé. Es algo diferente y movilizador, una historia muy para ballet. Tiene drama y es la mejor para una última producción de este tipo.

–¿No te da vértigo mostrar una historia tan fuerte?
–No, me da placer poder desestructurarme internamente, no quedarme en la simpleza. Me moviliza saber que la gente se va a shockear, que no lo va a aceptar… O sí, pero va a emocionarse y a sentir. Es un desafío. Todo es maravilloso: la música, el vestuario, la escenografía, y eso juega a favor. Es mejor salir a mostrar algo muy interesante y con libertad para crear, que algo sin mucho compromiso. La escena en la que me flagelo es muy fuerte; nunca lo haría en la vida real. Es algo tan lejano a mí… Cuando vi El código Da Vinci, un personaje se flagela, y la cara de dolor me parecía muy fuerte. No me perdí los movimientos del cuerpo, me dio una noción visual. En vivo no lo vería, no me da el morbo.

–¿Te da miedo esta vida más real con la que te vas a enfrentar…?
–No. Pero tampoco quiero que me pasen esas cosas rarísimas que se cuentan. Lo que más me hubiera costado sería cambiar mucho el sistema de vida. Nunca viví en el lujo. Siempre llevé una vida que se parece a la que tendré ahora, austera y sin grandes pretensiones. Viví bien, pero me da igual una suite imponente que un simple cuarto en un hotel dos estrellas.

–¿Cómo ves a la gente afuera?
–Buscando un camino. Todo es muy raro. No se sabe para dónde se va a disparar. La guerra en Medio Oriente me preocupa muchísimo. Creo que en cualquier momento puede recrudecer, y me aterra. Eso hace vivir el día a día. Nadie sabe qué va a pasar con el futuro.

–¿Qué opinás de las mujeres que se casan con gays y hacen una buena sociedad aunque no compartan sus gustos sexuales?
–No pienso nada. No me meto en lo que hacen los demás, porque yo mismo fui buscando cosas diferentes. Mi carrera deja claro que siempre estuve en la búsqueda, y con cambios permanentes. No importa lo que hagas, lo único valioso es el respeto y el amor por el que está a tu lado. Eso es lo que me inculcó mi familia: uno tiene que ser feliz respetando a los demás.

–Decías que te gustaría estar más con tus sobrinos. ¿Te hubiese gustado ver crecer a un hijo?
–Nunca me lo planteé. A veces, cuando veo un bebé, me dan ganas de volcar cariño en un chico; es algo que siempre está dando vueltas. En otros lugares, como en los Estados Unidos, podés donar tu esperma y alquilar un vientre.

–¿Pensaste hacerlo?
–En algunos momentos me gustaría, pero siento que es frío y antipersonal. Es más cálido adoptar un chico cuya familia no tenga posibilidades de darle un futuro. Claro que también me gustaría tener un hijo que tenga mis genes. Es una cosa que va y viene: hay días que quiero, otros que no. Cuando no deba pensar en otras cosas y esté en mi centro, veré qué hago. Creo que será el momento justo de tomar esa responsabilidad.

Julio aferrado al timón de la <I>Fragata Sarmiento</i>. Una metáfora de lo que vendrá cuando termine su vida artística en el 2007. Desde el 27 de septiembre encara su última gran producción en Buenos Aires, Adiós hermano cruel, en el teatro <i>Opera</i>.

Julio aferrado al timón de la Fragata Sarmiento. Una metáfora de lo que vendrá cuando termine su vida artística en el 2007. Desde el 27 de septiembre encara su última gran producción en Buenos Aires, Adiós hermano cruel, en el teatro Opera.

“<i>Es impresionante la cantidad de gente que descubre su plenitud en soledad. Cuando estás con alguien siempre estás buscando el apoyo o temiendo la pérdida. Yo me siento cada vez más cómodo estando solo</i>”

Es impresionante la cantidad de gente que descubre su plenitud en soledad. Cuando estás con alguien siempre estás buscando el apoyo o temiendo la pérdida. Yo me siento cada vez más cómodo estando solo

“<i>Hacer </i>Adiós hermano cruel<i>, y con Eleonora Cassano, me hace desestructurar internamente. Es no quedarme en la simpleza. Me moviliza saber que la gente se va a shockear, que va a emocionarse y a sentir. Es un desafío</i>”

Hacer Adiós hermano cruel, y con Eleonora Cassano, me hace desestructurar internamente. Es no quedarme en la simpleza. Me moviliza saber que la gente se va a shockear, que va a emocionarse y a sentir. Es un desafío

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