“Agradezco todas las mañanas ser una popstar” – GENTE Online
 

“Agradezco todas las mañanas ser una popstar”

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Son las 2 a.m. del sábado. Mi blackberry vibra. “¿Aeroparque o Ezeiza?”. Uno de nuestros paparazzi ya tomó la ruta, y hay que decidir la pista por la que partirá el Boeing 757 privé, la nave nodriza que le regaló Live Nation y en las que les dirá “adiós” con la garra a los little monsters argentos.

Texteo a toda velocidad, y hago sonar algunos números. En vano: ya no hay nadie despierto. Todavía sigo con el glitter pegado al cuerpo de tanto bailar entre la muchedumbre del campo vip delantero, minado de electrizantes cabelleras como little ponies. Y lo cierto es: “Need that picture of you” (“necesitamos esa foto tuya”), como dice su canción Paparazzi. El asunto está en Aeroparque: “Se quedó en el estadio hasta recién. A las 3.30 entró por la puerta trasera de ingreso a pista”. Mientras su gente le hacía los trámites migratorios, su última imagen: en la parte trasera del auto, endemoniada.

La foto que me llega por mail se revela directo desde la camioneta del paparazzo. Ojos rojos. Sus manos entrelazadas con las uñas en punta. Así es Lady Gaga, menos conocida como Stefani Joanne Angelina Germanotta, esa neoyorquina de veintiséis años que aún tiene la pesadilla de despertarse y ser una chica más del montón.

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Agua Fiji o Evian. Un contenedor de hummus. Seis bananas. ¿Fideos? Que sean Ramen. El rider de backstage alcanza su mayor excentricidad cuando se lee: panchos de tofu o un paquete de sorbetes de veintiséis centímetros de largo. Todo muy vegano, pero entre los pedidos del Born This Way Ball World Tour, la estrella será el alcohol. Blanco, tinto, tequila, arriba, abajo, al centro y adentro. Mucho de lo que se sirve en su avión de sesenta y cinco millones de dólares. Ese en el que los asientos tienen el posa-cabeza con su firma.

La madrugada garantizaba cierto sigilo para Mother Monster, como se hace llamar entre su séquito. A las 4 a.m. del miércoles 14, luego de aterrizar vía Ezeiza, Gaga, con su reluciente y flamante cabellera color caoba, se acomoda en la Suite Imperial del Faena. Con dos cuartos extra, uno con una cama king size y otro con camas gemelas: lugar de sobra para sus entrañables compañeros de gira, incluida su “alguna vez algo más que amiga” Tara Savelo, make up artist personal.

En la tarde prueba salir a saludar a sus fans, que la esperan en la puerta del Faena. Jean de cintura alta y roto en las rodillas, traje de baño de una pieza y sus inefables plataformas. Esta vez, unas botinetas McQueen negras, con tachas, hebillas y taco remachado en metal. La cosa no es simple con Gaga por Juana Manso. Después de un rato de autógrafos y saludos a distancia prudencial, algunas monsters casi rompen las vallas. ¿Resultado? Lady se asusta y vuelve al hotel. La tarde sigue en la piscina, donde no se separa de su smartphone –con el que lucha porque no consigue reanudar la conexión a Internet– y charla rodeada de su crew. A la noche le sugieren un clásico para cenar. Y así como estuvo vestida todo el día (¡todo un sacrilegio para una fashionista provocadora!), come en Plaza Mayor, en Venezuela al 1300, en compañía de su amigo DJ White Shadow.

Hay una sola razón por la que el jueves la custodia personal de Gaga se pone pesada. Lo filtran los choferes: Gaga tiene una suerte de ampolla o boquera en el labio (¿atracón de anoche?) y vive tapándose con las manos. Por eso, uno de los bodyguards se tira sobre uno de nuestros fotógrafos, impidiéndole el trabajo. El humor de Lady no está para tirar manteca al techo.

EL DIA D. Lo que tanto se hizo esperar, llegó. Lady no sale del Faena hasta las 19.30, cuando parte rumbo al estadio de River custodiada por motos de la Policía Federal. Tanto es el apuro que a una de las motos se le cae una valija, que termina en el asfalto, perdiendo buena parte de su contenido.

A las 21.40 y luego de los shows de Lady Starlight y The Darkness (soporte oficial en toda la gira), rompe el silencio ante cuarenta y tres mil personas con Highway Unicorn (Road Love) subida a un corcel negro y con un ampuloso castillo medieval detrás. Con quince cambios de vestuario, Gaga se hace carne con esa ópera electro-metal-pop, que describió como “el cuento del principio, la génesis del Reino de la Fama. Donde nacemos y moriremos celebrando”. Una fantasía épica y retro futurista en la que lucha contra el mal durante veinticuatro canciones, despidiéndose con The Edge of Glory y Marry the night, y pasando por los hits para el dancefloor Paparazzi y Pokerface.

Eso sí, es ley: no permite fotógrafos profesionales en sus shows, pero está todo okey con que sus pequeños monstruitos la filmen y la suban a YouTube. Quiere controlar cómo los medios la pueden reproducir, pero no le interesa tener injerencia sobre cómo sus fans la ven. De hecho, cuando ellos le piden que pose para sus camaritas o teléfonos, lo hace de buena gana... La neoyorquina con treinta y un millones de seguidores en Twitter, esa suerte de monstruo que gobierna sólo para sus devotos, se calza la camiseta celeste y blanca y se confiesa como cualquier mortal: “Agradezco todas las mañanas ser una popstar. Soy la chica más feliz del mundo”. En sólo cuatro años dejó de bailar en ropa interior en su cuarto para conocer la gloria, arrebató el cetro pop y desplegó todo un catálogo de controversias que dejaron a Madonna como un personaje de cuentos.

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Son las 3.30 a.m. del sábado. Stefani se sube a su avión privado. Las compuertas se cierran. Y tras el antifaz que utiliza cada noche, parece levitar. Al tiempo en que la maquinaria despega, sus párpados se cierran como pesados cortinados. Uno de sus sueños más recurrentes la vuelve a atormentar. Un fantasma la lleva hacia un cuarto de su casa donde hay una chica rubia atada con sogas en los brazos y piernas, intentando liberarse. Ella cree que el Demonio la va a poseer. Como le dijo alguna vez su amigo, el guía espiritual Deepak Chopra, sólo tiene que aprender a bancarse su locura. Abrirá sus ojos en pocas horas. Los chilenos esperan el desembarco de Mother Monster para rendirse a su lunática fantasía.

Hizo subir a tres fans con los que charló y cantó. La camiseta argentina que tiene puesta se la tiraron al escenario. ¿Otro souvenir que terminó on stage? Un paquete de yerba. “¿Esto se fuma?”, preguntó.

Hizo subir a tres fans con los que charló y cantó. La camiseta argentina que tiene puesta se la tiraron al escenario. ¿Otro souvenir que terminó on stage? Un paquete de yerba. “¿Esto se fuma?”, preguntó.

“Casi me dan vuelta la camioneta”, twitteó Gaga el miércoles, orgullosa de sus fans argentinos, que no la dejaron ni a sol ni a sombra. Al igual que los paparazzi, a quienes no les dedicó ni una mirada, fiel a su estilo. Igual, la pudieron retratar hasta en la piscina, con la misma malla que usó para salir a saludar a los fans que casi derriban las vallas. Lady se  asustó y volvió al hotel.

“Casi me dan vuelta la camioneta”, twitteó Gaga el miércoles, orgullosa de sus fans argentinos, que no la dejaron ni a sol ni a sombra. Al igual que los paparazzi, a quienes no les dedicó ni una mirada, fiel a su estilo. Igual, la pudieron retratar hasta en la piscina, con la misma malla que usó para salir a saludar a los fans que casi derriban las vallas. Lady se asustó y volvió al hotel.

Con quince cambios de vestuario, pasó el Born This Way Ball World Tour, que incluye en total 110 shows. Aquí, con su histórico traje de carne.

Con quince cambios de vestuario, pasó el Born This Way Ball World Tour, que incluye en total 110 shows. Aquí, con su histórico traje de carne.

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