Adiós a «Cacho de Buenos Aires»: la charla más íntima de Cacho Castaña con GENTE – GENTE Online
 

Adiós a "Cacho de Buenos Aires": la charla más íntima de Cacho Castaña con GENTE

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En ASÍ LO CONTO GENTE recordamos al creador de canciones como Para vivir un gran amor, Café La Humedad y Garganta con arena. Su carrera musical incluyó 50 discos editados con más de 600 canciones grabadas. En esta charla íntima habla de sus inicios, del amor, las drogas, la muerte y nos cuenta por qué no tuvo hijos.

Este bicho citadino cambió su semipiso de Belgrano por un caserón en Olivos. Son las once de la mañana y Noemí nos abre la puerta. Noemí es la sobrina del dueño de casa y hoy, en ausencia de su mujer, la encargada de cumplir a rajatabla el vademécum al que debe someterse el cantante.

Entramos y Malena nos ladra como ninguna. Atrás de la cocker aparece Cacho (72), que nos abraza y despliega sus dotes de buen anfitrión. “¿Qué toman, café, agua, gaseosas...?Compré unos sanguchitos”, dice con los ojos chiquitos, que sobresalen de su rostro como dos guindas. “Este horario me mata. Todos los días me acuesto a las cuatro y me levanto al mediodía, se excusa. La casa de dos pisos tiene una pequeña antesala previa a la gran mesa del comedor. En ese ambiente, sobre la izquierda, aparece un pequeño living con una pantalla ultradelgada que acompaña los desvelos de Cacho. Sobre una barra se luce un Johnnie Walker Etiqueta Negra por la mitad. “Yo no tomo alcohol. Ese es para el Coco Basile. Casi todos los fines de semana recibo a los ‘buenos muchachos’ y les hago un tremendo asado”, nos cuenta. Y ya apretamos REC.

"La droga es algo que te hace un ser oscuro. Pude dejarla hace tres años y monedas. Pero nunca más... Yo la agarré de grande. Habré tomado diez, doce años... Penséque nunca iba a salir, pero Cristo me sacó del pozo"

–¿A qué edad la pegaste con la música?

–En el ’68. Tenía 28 años. A mitad de los 70’ arranqué a meter varios hits.

–¿Antes de eso te iba bien con las minas?

–Sí, porque al principio no tenía la fama, pero la guitarra siempre estuvo conmigo. Vos pelabas la viola y ganabas seguro. Hoy sigue siendo igual. Aunque cantes mal, si tocás más o menos se arriman todos.

–¿A qué edad debutaste?

–Hummm, no me acuerdo bien... No hubo un “clic” como cuando decís: “Acá debuté, acá la puse...”. No es como cuando te lleva un tío al cabarulo, ¿viste?

–Me refería a eso, a tu debut sexual.

–¡Ah! Fue a los trece, con dos atorrantas que vivían en un departamentito arriba de casa. Un día voy a buscar la pelota que se me había ido y veo por la ventana que se estaban matando. ¡No podía creer lo que veía! ¡No me daban las manos! Hasta que se dieron cuenta y cerraron la ventana.

–¿Entonces?

–A los tres días me las cruzo en la calle y me dicen: “Esta tarde tenés que venir a casa a tomar un café”. Y me mandé. Me enfiestaron durante un año y medio, tres veces por semana. Tenían 26, 28 años. Para mí eran grandes. Fue una locura, porque después quería siempre de a dos.

En Cacho de Buenos Aires cantás“Mi gran amor lo perdí por esa puta costumbre”.  ¿A qué te referís?

–A la droga. Es algo que te hace un ser oscuro. Pude dejarla hace tres años y monedas. Pero nunca más... Yo la agarré de grande. Habré tomado diez, doce años... Penséque nunca iba a salir, pero Cristo me sacó del pozo.

–¿Cómo pudiste zafar?

–Me internaron por otra cosa. Estuve en coma una semana. Cuando desperté pensé que había pasado un día. Ese estado es como la muerte, no te das cuenta. Me tuve que quedar diez días más, por problemas renales. Después me agarré un virus intrahospitalario; entonces pasé la abstinencia internado. Mi cuerpo no me lo pedía. Cuando me fui, no llamé nunca más a nadie para que me trajera...

–Tuviste suerte.

–Mucha... Tanta que unos cuantos no me creen y dicen que sigo tomando drogas. Pasa que la cara no me ayuda. La droga te convierte en un ser oscuro. Perdés la realidadde vos mismo, el eje... No sabés quién sos y pensás que todo comienza a girar alrededor de eso. Te hace mierda.

–Has sido temerario y hasta irónico con tu salud. Unavez, Mirtha te preguntó si habías tenido problemas...

(Interrumpe)...Y yo le contesté: “No, siempre consigo,Chiquita”. Con el faso es distinto. Ya traté de dejarlo mil veces. Y cada vez que intento ando nervioso, con carácter, me tiemblan las manos. Por dejar de fumar no voy a recomponerme físicamente. Si me dijeras que me voy a transformar en Rambo y tomo la Casa de Gobierno, bueno... Eso sí, todos me dicen que deje, el médico también.

–¿Imaginaste alguna vez cómo sería tu despedida?

–Trato de no pensar en la muerte, porque me remite a mis hermanos y a mi viejo; los tuve que llevar yo al cementerio. De chico tuve muchos quilombos con los velatorios. No me gusta pensar en ella, me hace mal. Cuando tomaba droga la tenía mucho más presente. Pero ahora siento que puedo vivir mucho más.

Quince películas.Veintidós discos. Un millón seiscientas mil placas vendidas entre 1974 y 1975. ¿Cinco mil mujeres? “No me va ese juego de contarlas....En ese sentido, Julio Iglesias me parece un boludo”. Quién sabe... Conoció la intimidad de varias de las más lindas de su época. Susana, Selva Mayo, una bomba de los 70’, o Mónica Gonzaga –en su juventud y en la madurez–, por nombrar algunas. Hoy está en pareja con una chica a la que dobla en edad. Ella, Marina, tiene 38 años. El, flamantes 72. En esa vida de rockstar podemos cerrar con que compartió los últimos días con el Polaco Goyeneche. Y que le regaló el tema que –quizá– mejor lo recuerde, Garganta con arena“Al menos se mostró muy emocionado cuando se lo mostré”. Cualquiera diría que el único casillero que resta llenar en la vida de Cacho de Buenos Aires sea el de la paternidad. ¿Qué opina él? “Se me pasó el cuarto de hora. No mearrepiento, y ya no estoy para cambiar pañales”, reflexiona, despejando cualquier duda.

–¿Cómo conquistaste a tu mujer?

–¡Ella me levantó a mí! Se llama Marina Rosenthal Cabrales. Es de la familia dueña del café. La conocí hace tres años. Me mandó unas bolsas de café Cabrales con una tarjetita. “Esta debe ser una vieja”, pensé yo. Pero cuando le agradezco, escucho una voz joven: “¿Cuántos años tenés?”, le pregunté. Me dijo que tenía 33. “¿Sos rubia?”, insistí. “Sí, de ojos celestes. ¿Qué más querés saber?”, me contesta. “Si te invito a tomar el café que me mandaste, ¿qué me decís?”, le tiré.

Y así empezó todo.

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