Loco, las vacas que vinieron al show, ¿pagaron entrada? -No sabría decirte,
Charly. -Bueno, deberían.
Estamos, por así decirlo, en tierra bovina. Carlos Keen, pueblo de quinientos
habitantes, a cien kilómetros de Buenos Aires. Y vacas dando vueltas por la zona
hay unas cuantas. Sábado 19, segunda fecha del Festival Campo Konex,
marco campestre, medio hippie, con feria de artesanías de la gente del lugar,
choripanes fabulosos y lord García Moreno, que cierra la noche para seis mil
personas -dieciocho mil en tres días de música y cultura, con voces como
Vicentico y Luis Alberto Spinetta-. La cerró cuando quiso. Casi tres horas de
espera. Bueno, esa limo blanca Mercedes-Benz sólo obedece a sus órdenes. Y
Charly sólo obedece a su lógica. Tocó lo que quiso, literalmente. Arranca con un
tema, lo corta y pasa a otro. Así, Pasajera en trance, Popotitos, Comfortably
Numb (de Pink Floyd), Demoliendo hoteles, Yendo de la cama al living,
Desarma y sangra, entre otros clásicos. Nada de disculpas. "Yo no llego
tarde, llego cuando quiero. ¡Mick Jagger, las pelotas!". Se pasea en
sombrero cowboy, corre, revolea guitarras y dice lo que se le ocurre. La
de siempre. Después, al camarín, con una botella de escocés marca Crawford.
-Holanda…
-¿Qué pasa con Holanda?
-Yo voy a inventar el rock holandés, porque allá no tienen rock. ¿Viste las
vacas? Son raza Holando-argentino. Lo mío va a ser el rock holandés-argentino.
Me voy a juntar con la Máxima Zorreguieta a ver qué hacemos. Mi familia es de
allá, y quiero conocer mi árbol genealógico. Tiene que ver con mi nueva película
que estoy armando, La hija de la lágrima II. Ah, esa chica que dice ser
mi hija se llama Jessica. Y como no me llamo García Moreno, sino García Lange,
le voy a dar el apellido, y se va a llamar Jessica Lange, je je.
-Tu película, Charly. Hagamos un adelanto.
-Ya me puse la oficina Say No More en el hotel de Alan Faena, porque
me lo ofreció y me cabe su onda. Va a ser una mezcla de El Resplandor, de
Purple Rain de Prince y de Cabaret, por esa cosa medio nazi del poder.
-¿Te imaginás viviendo en un pueblo como este?
-Yo le pondría un shopping. Pero me gustan los pueblos. Me gusta que la
gente no se vaya de ellos, qué sé yo, la peluquera… Y no tengo nada contra las
vacas, pero no puedo dejar de comerlas. Es un horror. En vez de prohibir el
pucho, deberían prohibir la carne.
-Hoy saliste con un clásico de The Wall, de Pink Floyd, Comfortably
Numb, un alto himno del rock…
-Bueno, yo soy un clásico, y lo clásico va con lo clásico. Mick Jagger,
Lennon, los Floyd y yo. Esa canción me hace sentir que no estoy solo. El
personaje de la película The Wall es un tipo lleno de poder y soledad. Se
termina aislando. Te convertís en un ladrillo en la pared… A mí me pasa. A veces
me siento medio solo. Pero bueno, el poder lo tenemos los artistas. No se lo
podemos dejar a los políticos.
-¿Te sentís con poder?
-Lo tenés o no lo tenés. Yo lo tengo. Hay gente que se desespera por
tenerlo, y ni idea tienen. También es algo raro. Mirá lo que le pasó a mi amigo
Menem. Lo votó todo el mundo y ahora lo queman. Espero que no me quemen a mí.
-Retomando la cuestión campestre, remite un poco a los años hippies.
-Bueno, los hippies de hoy lo son porque no gastan en peluquería. Por
suerte, de esa época quedó una música increíble, y un sentido de decencia que
anda medio perdido.
El siguiente episodio no es muy peace and love que digamos. García
pregunta: "¿Querés ver algo?". Y acto seguido, sin mediar respuesta,
revolea su botella de escocés contra un espejo, que se vuelve pedacitos. "¿Qué
te parece?", pregunta. Y sólo hay una respuesta posible: "Rock".
El hombre y sus fieles súbditos en el pueblo de Carlos Keen, partido de Luján. Tres horas lo esperaron. Llegó, y fue el caos hecho talento. No defraudó.
