«A mi hijo le enseño que este país me dio todo lo que soy» – GENTE Online
 

"A mi hijo le enseño que este país me dio todo lo que soy"

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Es candidato al Oscar. Y camina como tal: pechito inflado, orgullo a flor
de piel, sonrisa que se le sale de la cara. Se cortó el pelo y todavía parece más joven de lo que indica la fecha en su DNI: 25 de marzo de 1968. A la hora de ser

"el productor" lleva un traje de buen corte color negro y una remera gris. Entra a
Pol-ka y se nota que es el dueño de todo. Pide jarabe para la tos, porque la emoción de la noticia por la nominación de
El hijo de la novia (dirección de Juan Campanella, actuaciones brillantes de Héctor Alterio, Norma Aleandro, Ricardo Darín y gran elenco) como mejor película extranjera, lo dejó casi sin voz. Un poco de Expectobrón es lo indicado. Cuando llega a Canal 13, también se nota que la nueva programación pasa por su cabeza y por sus manos: se mueve como en su casa. 

Es durante el fin de semana que se convierte en un papá ciento por ciento. Con jeans blancos, remera sin mangas negra bien pegada al cuerpo y una campera igual a la de su hijo Tomás (3 años, la cara de Araceli González -la mamá- y el pelo y el color de ojos del papá), se hace del tiempo que no tiene para llevarlo a andar a caballo muy cerca de su casa de San Isidro.

Es candidato al Oscar. Y aunque camina como tal en estas calles de tierra de La Horqueta -pechito inflado, dijimos-, el primer comentario lo convierte definitivamente en un argentino más:

-Decime, ¿vos sabés si en el supermercado de la zona aceptan Lecop? Porque el otro día fuimos con Ara y pagamos con pesos. La verdad, yo quiero ubicar los patacones y los Lecop porque cuando vaya a Hollywood no me van a
servir...

Así, pesificado y lleno de bonos en los bolsillos, atrapado en el corralito y con proyectos que por el momento tuvo que dejar de lado, Adrián Suar se permite soñar con la estatuilla. Y quizás, en esta Argentina que hoy parece un país de sueños rotos, el sueño de Adrián Suar nos permita soñar un poco a todos.

-Soñemos: hoy es 24 de marzo. El Kodak Theatre está colmado por los más grandes de Hollywood. Tenés tu butaca en el gran salón de los Oscar. Sube Nicolas Cage y dice:
"And de Oscar goes to...". Y nombra: "Son of the bride" (El hijo de la novia). A tu lado, Al Pacino aplaude y...

-...y me parece increíble. Me puedo imaginar esa situación, pero todavía no puedo creer que esto me esté pasando a mí. La alegría más grande ya pasó: es estar entre las cinco elegidas. Estoy hecho. 

-¿No te da un cosquilleo la idea de tener tu butaca en los Oscar?
-Eso era lo más difícil: tener el lugar. Si se gana, no sé qué me puede pasar. El primer día de rodaje yo le dije a Campanella:
"Esta película va a ir al Oscar". Cosas que uno dice... pero la verdad es que le tenía mucha fe. Había cosas que me permitían construir el sueño: el libro de Juan (Campanella) y de Fernando Castex era muy bueno. Era una historia que tenía ganas de contar. De las seis películas que hice, cada una fue pensada para su momento, y ésta también. Supe que iba a darnos muchos premios. Y a los 20 días de estrenar, ganó en Montreal. Entonces me dije:
"Este es uno de los tres festivales más importantes... puede ser"

-¿Qué es para vos como productor el Oscar: una meta o la gloria?
-No era una meta, te lo juro. Porque es tan difícil que uno ni se lo propone. Fueron varios procesos: lo primero, que le vaya bien a la película acá. Eso me llenó el corazón. Después, las buenas críticas. Llegó el premio. Y la nominación es una bendición, una anécdota fantástica para contar dentro de 20 años. 

-¿Por qué nunca pensaste que podías soñar con ganar un Oscar?
-No lo soñaba. Son esas cosas que pasan en otro lugar y a otra gente. Y que uno mira por tevé.

-Volvamos al 24 de marzo. ¿Al lado de qué figurón de Hollywood te gustaría poder sentarte esa gran noche?
-La verdad, es la liga mayor. Y yo estaría esa noche jugando ahí. Pero tengo una teoría con las figuras de Hollywood: son iguales a nosotros, pero con más glamour, más plata y en inglés. El mundo del espectáculo tiene las mismas miserias y las mismas virtudes que acá. 

-No me digas que no tenés esa cosa de "nunca pensé estar al lado de este tipo" porque no te creo.
-Y sí. A Spielberg le quiero dar la mano. A los otros, obvio, los voy a mirar a todos. Y si puedo tirarle un libreto a Julia Roberts, se lo revoleo por la cabeza (se ríe). No te creas que me estoy haciendo el superado. 

-¿Por qué elegirías conocer a Spielberg?
-Porque me gusta el recorrido que tiene su carrera, cómo fue haciendo cosas diferentes, aunque en su momento fue juzgado y se dijo:
"Este no puede hacer más que ET" e hizo El color púrpura... Es un monstruo, tiene una muy buena cabeza, es un productor y un director del car…, marcó un estilo y una época del ochenta y pico para adelante. El tipo es único.

-Relatame cómo sería tu encuentro.
-La verdad, muy poco original. Le diría: "Hello, Steven" y le daría la mano (se ríe). Creo que en ese momento no se me ocurriría nada más. 

-Esto te abre una puerta distinta y vos ya tenés la mano en el picaporte.
-Sí, claro. Por un período corto, el rebote de estar nominado para un Oscar te da otras posibilidades, otros contactos. No es lo mismo a nivel internacional decir:
"Yo hice Vulnerables", aunque sea un buenísimo producto, que: "Yo hice El hijo de la
novia
". Estamos viendo con la gente de Patagonik, que es la productora asociada, qué hacemos. Por lo menos vamos por el intento y esto (se toca la nariz) me dice que tenemos una buena oportunidad. 

La última vez que Adrián Suar se tocó la nariz para hablarme de un proyecto fue hace varios meses. Todavía estaba en el aire El sodero de mi vida y el éxito de la tira hacía pensar en una segunda parte más que en un reemplazo. Dijo entonces:
"Para el año que viene pensé en otro galán para reemplazar a Dady, que se
va
". Le pregunté quién. Respondió: "Ni él lo sabe todavía. No lo digas, pero me gusta Miguel Angel Rodríguez". En ese momento el actor estaba en Polémica en el bar, y uno podía reconocerle todo el talento pero no chapa de galán. Solo insinué: "¿Rodríguez? Tiene algunos kilitos más que Dady. ¿Por qué lo imaginás como galán?". Suar se tocó la nariz:
"Me lo dice esto". Hoy, el rating de Son amores muestran que esa nariz difícilmente se equivoca.

-¿Siempre confiás en tu olfato?
-Es la intuición. Siento ese olorcito de que por ahí debo transitar. Ahora me pasa lo mismo: estar nominado me permite soñar con que algo vamos a hacer. Además, no me voy a achicar justo ahora. ¿Sabés por qué sueño yo? Porque no me paralizan nunca los grandes desafíos, ni tampoco me excitan demasiado. 

-En el mundo en que te movés, ¿cómo hacés para controlar la excitación del éxito y no creértela?
-Tengo a mi cuerpo como acostumbrado a manejarse en aguas tibias. Es un ejercicio que he hecho para poder mantener un poco el equilibrio. Como esta profesión tiende mucho a confundir, hay que manejarse con tibieza. Todo está muy relacionado con el ego y con creerse más, entonces yo trato de llenar la canasta por otro lado. Claro que esto acaricia mi ego. Pero yo siempre, desde chico, me recuerdo así: manejando las cosas con tranquilidad. Ya he logrado muchas cosas, me han mimado, tengo 33 años… Ahora espero ver qué me va a tocar en la segunda parte de mi vida, qué destino, qué desafíos.

-¿Cuándo te enteraste de que estabas nominado?
-No lo estaba viendo, porque estaba en una reunión de Son amores. Me avisaron y puse la tele lo más rápido que pude, pero ya lo habían anunciado. Fue muy fuerte. Estaba con Fernando (Blanco), mi socio, y nos abrazamos.

-¿Gritaste o te pusiste a saltar?
-No soy muy demostrativo. No sé si es una virtud o una debilidad. Pero es la primera vez que siento una alegría tan inmensa.

-¿Quién fue la primera persona a la que llamaste?
-La llamé a Ara. Ella sí gritó (se ríe).

-¿Entonces los rumores de crisis no son ciertos?
-¿Otra vez hay rumores de crisis? (pone cara de que no lo puede creer). Ya son una anécdota constante en mi vida matrimonial, ¿no? En estos diez años que llevamos juntos nos separaron como cien veces. También acá me manejo en aguas tibias: ni los escucho. Vivir con un loco como yo es complicado, vivir con una actriz, ni te cuento (se ríe), pero nosotros compartimos la locura y a veces no la aguantamos y a veces la amamos. Es muy intenso, y muy bueno. Nos mantiene vivos.

-¿Y estas últimas semanas amaron o detestaron la locura que comparten? 
-La amamos. Hubo otras semanas en que no, y ahí volvemos a apostar por nosotros y a reelegirnos. Ya te conté alguna vez: hay días en que queremos hablarnos y vernos y hay otros en que sentimos que no tenemos ganas ni de hablarnos ni de vernos. Pero los dos sabemos que más allá de las crisis que podamos tener -iguales a las que tienen muchos otros matrimonios-, hay algo de lo que nunca vamos a dudar: de que cuando nos elegimos, lo hicimos bien, muy bien. 

-¿Por qué creés que siempre te eligen como blanco de estos rumores?
-No lo sé ni me importa. Yo entiendo el amor como algo vivo, en movimiento. Así lo siento y no me hago cargo, para nada, de lo que dicen. No me afecta.

-¿No creés que alimentan los rumores el hecho de que Araceli ya esté en los trámites finales de su negociación para trabajar en Miami y vos te quedes acá?

-Si quiero a una persona, tengo que dejar que se desarrolle, que cumpla todos sus sueños. Ara tiene grandes posibilidades de que le salga un trabajo afuera, lo está estudiando. Yo sería feliz. Somos una familia, somos una pareja, pero también somos dos personas con deseos y ambiciones personales. La vida es una sola y hay que vivirla donde te sientas más completo. Eso no habla de falta de amor, sino de un amor pleno: la quiero como es, por lo que es. Ella ha sido generosa conmigo. Yo disfruto con lo que hago. Sería muy egoísta si no compartiera con ella sus ganas de probar, de buscar nuevos horizontes.

Suena el celular. Es mediodía del sábado y Adrián se permite un cortado, sentado a una mesita del Club Hípico La Horqueta, Escuela de equitación Hipocampo, donde Toto aprende a montar su caballo. La voz de Araceli le anuncia:
"La comida está lista, Adri, ¿les falta mucho?". "Ya vamos para allá. Falta un poquito. ¿Qué comemos
hoy?
", dice distendido. Si hay crisis, no se nota. Son un matrimonio igual a los otros que están acá con sus hijos. Se hablan con cariño. Suar sonríe al colgar. Dice:
"Era Ara, que sacó la carne del horno". Y bromea: "Mirá que si dejo que se enfríe, voy a dar letra para que después hablen de
crisis
".

-¿Viajaría Ara con vos a Hollywood?
-Me encantaría, pero no sé cuántas entradas nos van a mandar. Igual querría que fueran conmigo Araceli, Flopi, Toto, obviamente Campanella, los actores, los productores, tres o cuatro amigos. Aunque sea que se queden en un hotel para después ir a festejar el haber estado ahí. 

-¿Cuál es tu mayor curiosidad con respecto a esa noche?
-Quiero ver cómo está organizada la ceremonia. Curiosidad de productor. Me causa gracia todo eso. Porque la ceremonia es fantástica, pero también es un poquito caretona: vos los ves a todos sobre la alfombra colorada, bajando de las limusinas, vestidos con su moño y sus smokings a las seis de la tarde.

-¿Qué pensás que va a pasar por tu cabeza cuando se abra la puerta de la limusina?
-Me imagino bajando ahí y no lo puedo creer, pero si me corro un poquito y me miro desde afuera, seguro pienso: "¿Qué hago yo acá?". Porque todos estos años que vi el Oscar por tevé, me pasó y me causó gracia. Miraba y decía: "¿Qué hace Pacino con ese smoking que le queda para el
cu…
?" o "¿Por qué Cher se puso ese vestido que es tremendo y le queda para la
m….?
". Voy también con esa mirada.

-¿Vas a comprarte un smoking?
-Ni pienso. Voy a alquilar uno. ¿Después qué hago con el smoking? ¿Adónde voy a ir acá con un moño? Me lo meto sabés dónde. No, alquilo y listo.

-Después vas a decir que te queda como a Pacino.
-(Se ríe) No, voy a tratar de que me quede bien. Pero no compro uno, así pesificado como estoy, ni en pe...

-Tu película acaba de ganar el Oscar. Te pido que saques el papelito de tu smoking alquilado y me leas a quién querés agradecerle, además de a los actores y productores...

-A la gente. Porque me dio la primera alegría: casi 1.600.000 personas fueron a verla hasta ahora en la Argentina. Sentir que le podemos dar una pequeña alegría a la gente me pone muy bien. Te cambio el Oscar por leer en la tapa de un diario:
"Hay una alegría en la Argentina porque hay reactivación"

-¿No es demagogia?
-No, no es demagogia. Porque yo acá tengo mi empresa, amigos que no les va bien, el futuro de mis hijos, mis sueños. Yo puedo mirar toda la vida el Oscar por tevé si eso se puede cambiar por una buena noticia. ¡Ni hablar! Iré a Los Angeles, pasaré 72 horas de mucha adrenalina, pero yo vivo acá.

-Estás sobre el escenario de los Oscar, acordate. ¿A quién vas a nombrar?
-A mi viejo, que fue un gran tipo y un gran artista. A mi abuela, porque la productora se llama Pol-ka por ella -así le decíamos en casa- y las abuelas son muy importantes en nuestras vidas. A mi mamá que, como papá, me inculcó el amor por el mundo del espectáculo. A Araceli, por haber estado estos diez años conmigo, en los momentos buenos y en los momentos malos. A mis hijos. También agradecerle a la Argentina porque a mí me dio absolutamente todo lo que soy. 

-Mientras muchos se agolpan en las puertas de las embajadas, vos, que naciste en los Estados Unidos, elegís quedarte. ¿Nunca pensaste en irte?
-No. ¿Cómo me voy a ir? Sería un desagradecido. No tengo por qué irme; en todo caso tengo que defender lo que construí porque tengo una responsabilidad con mi gente.

-¿Te agarró el corralito?
-Sí, claro.

-¿Mucha plata?
-Un número.

-¿Y te querías matar?
-No, pensé que había sido un bo... pero no me quería matar, porque obviamente yo tengo otra posición y puedo tratar de correrme un poquitito de eso. La clase media salió toda a la calle con el cacerolazo después del corralito, y es muy justificado, porque ahí tenían todos sus ahorros. Pero me gustaría que en su discurso hubiese una mirada un poco más solidaria y también se acordaran de los que no tienen ni veinte pesos. No querría que si algún día devuelven la plata, esa clase media vuelva a su casa como si nada. Siento que este es un momento de cambio muy profundo.

-¿Cuál debería ser el cambio?
-Creo que estar en crisis es tener una nueva posibilidad. Soy optimista: la gente se cansó de verdad. A cierta dirigencia se le acabó el tiempo. Ya no vamos a comprar como unos pajaritos cualquier cosa que nos vendan. 

-¿Pensaste que si hubieses hecho la película en los Estados Unidos, quizás hoy serías millonario?
-Lo sé, pero no me importa. Porque la Argentina es un veneno, una adicción. 

-¿Cómo sentís la adicción de ser argentino?
-En la calle, el fútbol, el barrio. El gran problema es que somos un tango, melancólicos, vuelteros, y eso nos paraliza. Es maravilloso, pero nos hace ir para atrás. El olor a la Argentina, el olor a Buenos Aires es único. No podría vivir sin ese olor. Somos viscerales en cómo queremos, cómo manifestamos nuestros sentimientos. 

-¿Qué le dirías a tu hijo de este tiempo en que perdiste mucho y también lograste los más grandes éxitos?
-Le diría que todo valió la pena y que lo único que lamento es que no haya podido ver jugar al Diez. Y le preguntaría: "¿Acaso hay algún otro lugar en el mundo en que uno se pueda sentir tan bien como en la
Bombonera?"
(Se ríe). También me gustaría que cuando vaya creciendo tenga el orgullo que tengo yo por mi papá, que fue un gran cantante. Todavía hoy la gente de la colectividad me para por la calle y me lo dice. Me emociona. Desearía que le dijeran que fui un buen tipo, sobre todo eso. Y que la pasaron bien conmigo:
"Me divertí con él, me volvía loco, pero tenía mucho sentido del humor". ¿Sabés algo? El péndex va a ser cosa seria. Lo olfateo. Ojalá sea en mi mundo. Es pillo. Lo único que lamento es que no se pueda criar en un barrio.

-¿A vos te ayudó el barrio?
-Todo se lo debo al barrio, casi hasta el Oscar (se ríe). A mí me ayudó muchísimo. Donde más aprendí fue en la calle. Yo fui a una escuela del Estado, por eso quiero mandarlo a un colegio descontracturado, que no tenga presiones en exceso. Y si le dijeran:
"Tu viejo se podría haber ido, pero se quedó en la peor crisis" sería algo que me encantaría. Sé que nunca me lo va a reprochar. No le mentiría. Le explicaría:
"El mejor futuro te lo puedo dar acá, tenés todas las posibilidades. Si dicen que es un país bananero es porque si tirás una banana, crecen bananas. Después de lo que yo viví de Villa Crespo a hoy, te puedo decir que la Argentina es un país que te permite soñar. Sólo tenés que
animarte
".

Como papá, siento que Toto va a ser cosa seria. Es pillo. Lo único que lamento es que no se pueda criar en un barrio"">

"Como papá, siento que Toto va a ser cosa seria. Es pillo. Lo único que lamento es que no se pueda criar en un barrio"

Humito es el caballo blanco en el que Toto aprende cada sábado a montar. Su papá, el chueco Suar, lo acompaña y le dedica toda su atención. Es un momento para que padre e hijo compartan a solas: mamá Araceli y <i>Flopi</i> (la hermana de Tomás) se quedan en la casa de San Isidro organizando el almuerzo.

Humito es el caballo blanco en el que Toto aprende cada sábado a montar. Su papá, el chueco Suar, lo acompaña y le dedica toda su atención. Es un momento para que padre e hijo compartan a solas: mamá Araceli y Flopi (la hermana de Tomás) se quedan en la casa de San Isidro organizando el almuerzo.

Con Ara hay días en que queremos hablarnos y vernos, y hay otros en que sentimos que no. Pero sabemos que más allá de las crisis hay algo de lo que nunca vamos a dudar: que cuando nos elegimos, lo hicimos muy bien".">

"Con Ara hay días en que queremos hablarnos y vernos, y hay otros en que sentimos que no. Pero sabemos que más allá de las crisis hay algo de lo que nunca vamos a dudar: que cuando nos elegimos, lo hicimos muy bien".

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