“A los hombres les asustan las mujeres independientes” – GENTE Online
 

“A los hombres les asustan las mujeres independientes”

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El gen Araceli flota en el aire y se percibe en esta casa –de unos mil metros cuadrados, muy vidriada, muy feng shui– del country Highland Park en la zona de Pilar, donde se hará la entrevista. Madre e hija, Araceli González y Florencia Torrente, tan parecidas, tan distintas, vibran por igual. El Blackberry de Flor recalentó: está organizando la fiesta de sus 21 años, una noche temática de Jack El Destripador y prostitutas de época. La misión de hablar en profundidad, que pintaba imposible, pudo cumplirse con creces gracias a una de las virtudes –¿o defectos?– de este gen inquieto que todo lo cuenta.

Florencia: Hoy rendí Matemáticas y terminé el colegio: soy bachiller. Fue uno de los regalos que me hice para los 21. Mamá me dio una cartera de Chanel y un recuerdo genial: el análisis positivo de su embarazo de mí. Y ahora me voy a Nueva York, en principio por tres meses…
Araceli: ¿Definiste cuándo te vas, Flor? (prende el único Marlboro que fumará durante la hora de charla).
Florencia: El 13 de septiembre.

–¿Qué planes tenés?
Florencia: Voy a estudiar arte, comedia musical, canto, piano, baile, todo lo que me gusta a mí, y además pienso laburar como modelo. El año pasado probé suerte durante un mes y pude bancarme bien sola.

–¿Te acordás de tus 21, Araceli?
Araceli: Eran bastante diferentes de los de Flor. Estaba encarrilada ¡a la fuerza! A los 20 me seleccionaron para trabajar en España con la agencia Star. La semana antes de partir descubrí que estaba embarazada. Me quedé acá y tomé la decisión de ser mamá. Y después sí, zarpé a Madrid con Florcita de cinco meses. En los castings creían que era mi hermana. En ese momento, Elizabeth Márquez y Carolina Peleritti también trabajaban en Europa. Pero mientras ellas salían de pachanga a la noche, yo tenía que hacer todo: cocinar, cuidarla, lavar la ropa. Yo estaba agotada, porque no dormía bien, y me acuerdo que el dueño de la agencia me retaba por mis ojeras. Con nosotras vivía el papá de Flor (Rubén Torrente), pero igualmente era duro. Me iba bien y bancaba la casa, pero cada manguito costaba mucho sacrificio. Por eso me encanta que Flor decida su destino menos forzada que yo.

–¿La maternidad te complicó la carrera?
Araceli: No, Flor nunca cortó ni limitó mi vida profesional. Pero a los 21 la vida me subió a un Fórmula Uno y sin pensar demasiado empecé a correr. Yo quería lo mejor para mi hija, y no tenía muchas alternativas. En ese momento corrí y corrí, sin pensar. Me casé para toda la vida con el papá de Flor, y no pudo ser. Crecimos juntas, nos golpeamos juntas…

–¿Estás arrepentida de la educación que le diste?
Araceli: No, para nada. Flor es responsable y siempre fue madura, jamás me trajo problemas. La nuestra siempre fue una relación muy hablada y abierta. A mis hijos les digo y les muestro la verdad. Ella vivía en carne propia el esfuerzo que yo hacía de trabajar, de volver a casa y seguir laburando, de criarla, de pelear por el amor y la familia hasta las últimas consecuencias.
Florencia: En casa, todo es sabido y con-ver-sa-do. Hay una fuerza de unión muy femenina, que viene de hace muchas generaciones. Yo siempre admiré el poder que tiene mamá para salir a flote, para renacer. Vive la transición, la sufre, la procesa, pero la supera.
Araceli: En nuestra familia hay una potencia femenina importante. Es un matriarcado comandado desde hace siglos, y continuado por mi bisabuela Delfina, mi abuela María, mi mamá Rosa. Todas mujeres con los ovarios bien puestos: fuertes, sufridas, trabajadoras, aguerridas. Mi mamá tuvo que dejar su vocación de bailarina cuando se separó de mi papá y salió a ganarse el pan. Cuando hay equipo y unión, el sufrimiento se padece menos.
Florencia: Es más llevadero. Ahora con Fabi (Mazzei, actor, 43, definitivamente instalado en esta casa) somos un equipo fortalecido.
Araceli: Defendemos la familia y el amor a la antigua: nada de “toco y me voy”. Por eso Fabi se integró tan rápidamente: tiene nuestros mismos principios y valores. Los chicos lo adoptaron a él. Nos gusta estar en casa, amasar la pasta, tener sobremesas eternas, disfrutar del quilombo. Yo siempre prioricé a los padres de mis hijos, muy presentes, pero que Flor y Toto adoren a Fabián me emociona. Mazzei descartó una oferta en España por quedarse con nosotros… El me ayudó a rearmar mi familia.

–¿Se ven parecidas?
Florencia: Somos muy parecidas y muy distintas a la vez. Tenemos gestos exactos y la misma voz. Cuando nos enojamos hacemos algo igual con la boca, que viene acompañado del “¿qué te pasa?”.
Araceli: Para mí, nos parecemos en la actitud para resolver situaciones.
Florencia: Ah, sí, no damos vueltas. Corto, conciso, al pie.

–Sin embargo, parecen vulnerables, no tan seguras…
Araceli: Tenemos la inseguridad propia de las mujeres, pero a la hora de decidir sacamos esas garras ancestrales. Somos sensibles y apasionadas: le hacemos frente a la realidad, por más dolorosa que sea. No nos hacemos las boludas.
Florencia: Aunque la estemos pasando mal, tenemos en la sangre ese gen de sacar fuerza del fondo.

–¿La pasaron muy mal?
Araceli: Como tanta gente... Tampoco nos hagamos las víctimas. Viví dos matrimonios, dos separaciones con grandes duelos, y en el medio, el trabajo, la locura, la alta exposición. Hay algo curioso entre nosotras, una conexión especial y algunas situaciones parecidas que vivimos en simultáneo. A los 40 yo me separé del padre de Toto, y Flor vivió a su vez un proceso similar. Y ahí surge esa unión que nos potencia. Dudamos, sufrimos y vamos para adelante. Somos dos mujeres con veinte años de diferencia frente a una misma situación. Somos cómplices y amigas, pero yo soy la madre.
Florencia: La mamá hincha pelotas, de “¿dónde estás?, ¿con quién?, ¿a qué hora volvés, ¿cómo?”. Eso es amor, pero a veces quiero matarla. Me manda mensajes a las cuatro de la mañana y no entiende que en el boliche no escucho el teléfono. ¿Te cuento otra? Se camufla con el celular de Fabián y yo ya sé que es ella. A veces le canto ese tema que dice “mamma, give me a break” ("mamá, dame un recreo”), de Hairspray.

–Pero seguís viviendo con tu mamá…
Florencia: Es que me encanta la vida familiar, la sobremesa, el clima de barrio, y a la vez tengo mi cuarto, mi privacidad, mi hermano a quien adoro…
Araceli: Me gusta ayudarla, perseguirla (se ríe). Cuando Flor empezó a trabajar de modelo, yo sabía que entraba en un mundo heavy, pero confié en ella porque sé que está bien plantada. Pero todo el tiempo le recuerdo que la carrera de modelo es corta y vacía, ¡que haga algo paralelo! Por eso me encanta su camino artístico, sus ganas de evolucionar, de mutar. A Tomás le inculco lo mismo, a pesar de que nació en otro momento y con otras comodidades. Quiero que aprenda a elegir, a valorar. Y él también está pendiente de lo que hacemos las mujeres de la casa.
Florencia: A Toto le enseñamos a entender a las mujeres. Lo volvemos loco. Sabe que a la mujer se la respeta, no se le grita, no se la denigra, no se la maltrata. Mamá siempre dice que soy la versión mejorada de las mujeres de la familia. Porque depuré los errores, no postergué nada, no soy culposa, no voy al psicólogo, analizo todo antes de decidir. Y Toto es de carrera: sabio y observador. Además, crece entre nosotras, mujeres de temperamentos fuertes.

–Hablemos de hombres: ¿cómo las encaran?
Florencia: Olvidate, no me encaran. Cuando tenés carácter y decisión no se te acerca nadie. Te lo juro.
Araceli: Yo estoy muy bien acompañada, así que paso.

–¿Los intimidan?
Araceli: Ahora sí opino: a los hombres les asustan las mujeres tan independientes como nosotras. Cuando una decide, hace y deshace, gana plata y es autosuficiente, hay cosas que son difíciles de compartir. Entonces, huyen o te traicionan.
Florencia: Para mí que tengo sarna... Me está costando encontrar a alguien. Mis amigos dicen que me relaje y que no haga de mujer y de hombre, que no quiera resolver y organizar. Pero te juro que no me hablan: se quedan mudos. De cualquier forma, no estoy desesperada por tener novio. Prefiero que me agarre desprevenida.

–¿Son desconfiadas?
Florencia: ¡Precavidas!
Araceli: Después de algunas traiciones, estamos más observadoras y menos inocentes. Perdonamos, pero no olvidamos.
Florencia: Antes creía que todo el mundo era como uno: auténtico y bueno. Pero me di contra algunas paredes y ahora estoy alerta.
Araceli: A mí, la edad me sobre-desarrolló la intuición, el sexto sentido. Agradezco lo que viví. Algunas cosas las hubiera preferido más leves (risas), pero eso me permitió mirar para adentro, rodearme sólo de mi gente de toda la vida. Ahora tiendo a aislarme, a protegerme, a desaparecer.

–¿Qué comparten?
Araceli: Todo menos los hombres (risas). Bueno, no todo. Yo acepto mi edad y mis lugares. Me deprimo cuando Flor me cuenta que ve mujeres de 42, como yo, en el boliche. Eso no me cabe en la cabeza: jamás competiría con una de 20. No me gusta apendejarme. Me hace bien aceptar mi edad, que me digan “abuela” si lo soy. Eso no quita que me preocupe verme bien, vital, sexy. Pero me preocupa más el interior que las arrugas, la cola firme y el síndrome de Madonna. Quiero envejecer sin perder mis rasgos. Hace poco hicimos juntas un seminario de filosofía, sobre las marcas del alma.
Florencia: Nos obligó a pensar, escribir, bucear dentro nuestro, hablar noches enteras, leer. Un aprendizaje para encontrar respuestas.
Araceli: A mí me parece fantástico que Flor haga este trabajo de introspección a los 21 y yo esté en la misma con el doble de edad. Me encanta que ella pueda respetar sus deseos, sus sueños. Yo a su edad tenía más limitaciones. Y ahora vivo una segunda adolescencia, pero con esto no quiero parecer una pendevieja. Pero quiero descubrir otras cosas. Hace tres años que no hago televisión y no extraño los flashes; estoy en otra. También somos locas por las compras y los shoppings, los mates hasta las cuatro de la mañana, revolver ropa en nuestros vestidores, mirar revistas, pelearnos.

–¿Le pedís plata a tu mamá?
Florencia: Vivo en su casa… Pero me enseñó que es muy importante ganarse las cosas con laburo. Mi auto no cayó del cielo: lo pagué con mis primeras campañas. Hago lo imposible para no pedirle plata. Sé que cuento con su apoyo, pero programo mi cabeza como si no la tuviera.
Araceli: No quiero que pierda el valor de las cosas y el gusto de comprar algo que uno desea. No hay como la satisfacción del primer auto y la primera casa.
Florencia: Ahora me voy a Nueva York, porque junté plata, y voy a laburar allá para mantenerme. Si todavía no me compré un departamento es porque no me da el cuero para todo. Hoy apuesto a formarme afuera, y después veré...
Araceli: Yo estoy en otro viaje, sin avión. Estoy en un momento de reposo, de contemplar: no quiero correr más. Este año ya saqué el perfume, Sucrerie, y se vende muy bien. Quiero otros desafíos.

–Si tuviste un hijo cada diez años…
Araceli: Sí, ya sé. Estamos en eso. No descartamos nada, nos encantaría, nos renovaría. El amor de Fabián es como una bendición a esta altura de mi vida: es el primer hombre que me hace sentir segura. ¡Está pendiente de mí! Cuando me enamoro peleo hasta las últimas consecuencias y creo que es para toda la vida. Un bebé nos encantaría, aunque según Toto debería ser una nena.
Florencia: ¡Me encantaría! En casa nunca le hicimos la vida imposible a nadie: lo bancamos a Fabi. Tampoco a papá: siempre acepté sus novias e intenté ser pacífica… Hablando de maternidad, ¡yo quiero un millón de hijos!
Araceli: Flor, no digas un millón, por favor, que suena mal.
Florencia: ¡Ay, si sos igual! Te encantan el ruido, los chicos, la casa llena, los ravioles caseros… ¿Te dijimos que apostamos por nuestros sueños?
Araceli: Yo ahora tampoco postergo los sueños. Mis hijos aceptaron a Fabián, así que puedo volver a pensar en otro hijo. Además, lo venimos conversando hace rato. ¿Te dijimos que en casa todo se habla mucho? “Somos tan iguales, tan distintas”, juran Araceli González y Florencia Torrente. La madre sostiene que su heredera es una versión mejorada de todas las mujeres de su familia: más moderna y menos culposa, pero con la misma esencia de barrio.

“Somos tan iguales, tan distintas”, juran Araceli González y Florencia Torrente. La madre sostiene que su heredera es una versión mejorada de todas las mujeres de su familia: más moderna y menos culposa, pero con la misma esencia de barrio.

“Me encanta que a los veintiuno Flor decida su destino menos forzada que yo… A esa edad, la vida me subió a un Fórmula Uno y, sin pensar demasiado, empecé a correr” (Araceli)

“Me encanta que a los veintiuno Flor decida su destino menos forzada que yo… A esa edad, la vida me subió a un Fórmula Uno y, sin pensar demasiado, empecé a correr” (Araceli)

“¡Terminé el colegio! El diploma de bachiller fue uno de los regalos que me hice. Y ahora me voy a Nueva York, en principio por tres meses. Quiero estudiar y trabajar” (Florencia)

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