“A la muerte la esquivé con fe, por eso nunca le tuve miedo” – GENTE Online
 

“A la muerte la esquivé con fe, por eso nunca le tuve miedo”

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Hoy tiene ganas de sonreír Sergio Denis (58). Y lo confirma sentado en el confortable sofá de su departamento de Puerto Madero, mimando a Anastasia. No piense mal, lector. No se trata de su nueva conquista, sino de su gata, que lo acompaña desde hace tantos años que ni el mismo cantante sabe cuántos son. “Vivía conmigo en San Martín, y yo corría por los techos para salvarla del ataque de otros animales. En este barrio está más a salvo: los gatos son más educados, y a algunos hasta les ponen moños rojos”, bromea. Hay una mujer en la casa, pero no es la novia de Denis. Se trata de Vicky, su bonita hija menor, maestra de Inglés, que lo está acompañando esta mañana. Sergio ríe y se emociona apenas se inicia la charla. Así será durante toda la entrevista. Y prefiere comenzar hablando de las mujeres clave de su vida. Luego habrá tiempo para conversar sobre los dos paros cardíacos que superó en Paraguay, cuando su corazón dejó de latir durante 17 minutos, y estuvo al borde de la muerte...

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–Sergio, apenas llegamos canchereó hablando de las mujeres de su vida... Cuéntenos algo de cada una de ellas.
–No, bromeé mencionando que fueron muy importantes. Primero te digo que siempre terminé bien con mis parejas. Agradezco que hayan pasado por mi vida, sinceramente. Mirta Messi fue la primera, la mamá de mis tres hijos, nada menos: Federico (28) –músico, incluso el 29 de junio se va a presentar con su grupo SuperRadio, en Roxy–, Bárbara (26), que me dio mi primera nieta –Francesca (3)–, y Victoria (24), a quien podés ver acá. Gran mujer Mirta. Me apoyó totalmente ahora que viví este difícil trance. Yo digo que en las bravas siempre nos unimos todos. Después llegó Verónica Guerrero, luego Paula Schmidt, y por último, Melisa Durán.

–A propósito de Melisa Durán –la participante de Gran Hermano que fue su pareja hasta que coqueteó con el mendocino Gabriel Lagos dentro de la casa–: declaró que usted tuvo un touch and go de cinco o seis meses con Susana Giménez …
–Sí, es verdad. Hasta la misma Susana lo comentó. Fue al comienzo de mi carrera, en 1972, antes de casarme. Ella estaba separada de Héctor Cavallero. Salimos como nueve meses. Fue a un show mío, le caí bien y nos enamoramos.

–Usted era un pibe.
–Tenía 23 años; ella también era una piba. Los dos éramos nenes. Guardamos un lindo recuerdo, y nos matamos de risa cuando hablamos, porque tenemos cosas que ambos conocemos de cada uno. Te diría que son como acuerdos o secretos. Ella es una persona que se ha portado excelente conmigo.

–¿Fueron nueve intensos meses de amor, Sergio?
–Y dejaron un muy buen recuerdo. Aparte, todos los programas a los que me invitó fueron muy lindos. Sigue llamando la atención nuestra relación, porque ella es una figura muy importante.

–No se quite méritos, Sergio… Mire que no cualquiera fue pareja de Susana Giménez.
–Ella es una mujer inteligente, que siempre ha sabido manejarse. Nada le fue fácil. Vivió momentos de dificultades. Y es audaz, porque una vez invirtió todo su dinero en los derechos del musical La mujer del año. Cuando todos se iban a Mar del Plata, ella apareció en Carlos Paz y arrasó.

–¿Cómo anda su relación con Melisa?
–Bien. Estamos separados y no vamos a volver. Le tengo mucho respeto, pero ya fue.

–¿Le dolió verse engañado en la casa más famosa del país?
–No. Era casi previsible que algo ocurriera ahí o fuera del juego. Ya veníamos con alguna dificultad de pareja. Yo también me había mandado algunas macanas. Así que no tenía nada que reclamar. Y menos a una piba chica. No tengo ningún derecho. Guardo el mejor concepto de ella. Cada tanto me llama.

–Sergio, se nota que ella quiere volver con usted.
–Sí, pero no es lo que quiero yo. Creo que ya se convenció. Estamos bien así.

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Denis hace una pausa. Pide un vaso de agua y se acomoda el pelo con las manos, recurriendo al clásico gesto que todos conocemos. Y confiesa que él mismo se corta el cabello frente al espejo. Está contento porque todos los exámenes que le practicaron en la clínica Suizo Argentina le dieron bien. Luego le viene a la memoria lo sucedido en Paraguay. Y se vuelve a quebrar. Está demasiado sensible. Sus manos tiemblan un poco cuando recuerda aquello.

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–Usted se sintió mal antes de irse a Paraguay, ¿verdad?
–Sí, ése fue mi error. Tendría que haber llamado al médico. Lo que pasó es que como hace años sufrí de gastritis, pensé que era algo así lo que me sucedía. Busqué el mal menor para zafar. Tuve vómitos antes de viajar, la pasé mal. Nunca pensé que era tan serio. Pero comprobé que cuando el cuerpo anuncia algo hay que darle bola.

–¿Allá temió lo peor?
–Estaba en la habitación, sentí como un latigazo en todo el abdomen, y me dije: “Dios, salváme. Este dolor no lo conozco”. Fue un pinchazo que no terminaba nunca. Sentí náuseas y caí al piso. Me arrastré al teléfono y llamé a la chica de recepción del hotel, que inmediatamente pidió la ambulancia. Eso aceleró que me salvaran la vida. Si me pasaba en Buenos Aires en un día de tránsito complicado, no sé si la contaba. Los médicos paraguayos fueron increíbles. Dicen que llegué en un estado fatal. Creo que fueron 17 minutos los que estuve sin que me latiera el corazón. Gracias a Dios, no me quedó ningún órgano dañado. Te juro que no es cómodo hablar de esto. A la muerte la esquivé con fe, nunca le tuve miedo (se quiebra).

–¿Qué pasó cuando se recuperó, cuando volvió en sí después del susto?
–Al que vi primero fue a Federico, mi hijo, que me agarró la mano (se vuelve a emocionar). La cosa resultó seria. A esa altura ya sabía que me había salvado de una bien difícil, porque desperté y estaba lleno de aparatitos. Levanté las sábanas y me pregunté: “¿De qué quil… salí?”. Me dio risa despertar repleto de cables. Siempre estuve muy bien acompañado. Mis hijas me llamaban desde Buenos Aires. Cuando llegué a la clínica no sabían quién era yo. Vieron a un tipo hecho pelota. Deben haber dicho: “Este flaco viene mal”. Me ocurre de recordar cosas que me pasaron, y me emociono.

–¿Como cuáles?
–Se cumplieron dos años de un accidente fatal en el que estuvo mi hijo y en el que murió Juani, un amigo de él de toda la vida. Los atropelló el tren en la barrera de Iberá, en Núñez. Recuerdo que cuando llegué al Hospital Pirovano, cinco médicos lo estaban atendiendo con amor y pasión. Una doctora me dijo: “¿Qué hace acá? Yo lo fui a ver al Luna Park”. “Vine a ayudar a mi hijo”, le contesté. Hoy está perfecto, pero la pasó muy fea.

–Sandro nos pidió su teléfono para llamarlo. ¿Habló con él?
–El sábado a la noche. Una voz dijo desde el otro lado de la línea: “Te llamo de Banfield Village”. Siempre me hace el mismo chiste. Pero la primera vez no podía sacarlo. “¿Quién será este loco?”, decía yo. Me comentó apenas atendí: “Te llamo porque te vi con Mirtha Legrand y estabas muy conmovido y triste. Yo soy experto en internaciones, así que te puedo ayudar. El año pasado estuve 197 días en la clínica. Primero me rompí el brazo y la clávícula. Parecía un armario, por la cantidad de clavos que me pusieron”. Es increíble el humor que tiene. Se lo escuchaba bárbaro, nada agitado. ¿Sabés qué me respondió? “¿Qué querés? Si me dan dos horas de oxígeno por día… Mi casa parece la serie Caza submarina, debido a todos los tanques que hay”. Me contó cuentos de gallegos. No te imaginás lo que me hizo reír.

–¿Son muy amigos?
–Me pasa algo muy conmovedor con él. Sandro tiene una cajita de madera que le hizo mi papá, que era carpintero. Fue en un momento en el cual él no estaba bien. Había muerto su madre y yo lo invité al Luna Park. Le quise hacer un homenaje: recopilé momentos exitosos de su carrera y cuando llegó los pasé en pantalla gigante. Fue una ovación. Es el más grande de todos. Cuando fuimos al camarín abrazó a mi padre como si fuera el suyo (se quiebra de nuevo). Me confesó que en la cajita que le había hecho mi viejo guardó todos los rosarios que le trajeron sus fans cuando estuvo mal de salud. Recuerdo que además le regalamos un duraznero. Cada tanto llama y me dice “Me estoy comiendo un ‘Hoffmann’” (apellido real de Sergio). Una vez nos había invitado a cenar, y como mi show se retrasaba cada vez más, se apareció en limusina, bajó y me dijo: “Pibe, apuráte que se me pasan los fideos”. ¡Tremendo!

–Hace poco se casó.
–Sí. Me dijo: “Yo hago todo junto. Me internan, tengo juicios, vienen el abogado y el contador, y después me caso”. No para de jorobar.

–Sergio, ¿en su vida hubo o hay excesos?
–No. Nunca los necesité.

–Se dijo que en Paraguay había tomado Viagra y que por eso se descompuso. ¿Puede aclararlo?
–La verdad es que hasta ahora –gracias a Dios– nunca lo necesité. Pero como no soy Superman, si hace falta pasaré por la farmacia.

Sergio en su departamento de Puerto Madero confiesa: “<i>Llegué a la clínica de Asunción en un estado fatal; creo que fueron 17 minutos los que estuve sin que me latiera el corazón</i>”.

Sergio en su departamento de Puerto Madero confiesa: “Llegué a la clínica de Asunción en un estado fatal; creo que fueron 17 minutos los que estuve sin que me latiera el corazón”.

Denis hoy sale a trotar un par de veces por semana mientras se recupera. Ya está preparando su próximo disco, que verá la luz en octubre, y piensa presentarse en el Opera hacia fines de año. También tiene tiempo para mimar a Anastasia, su gata.

Denis hoy sale a trotar un par de veces por semana mientras se recupera. Ya está preparando su próximo disco, que verá la luz en octubre, y piensa presentarse en el Opera hacia fines de año. También tiene tiempo para mimar a Anastasia, su gata.

“<i>Susana Giménez vivimos nueve intensos meses de amor, que dejaron un muy buen recuerdo.  Sigue llamando la atención nuestra relación, porque ella es una figura muy importante</i>”.

Susana Giménez vivimos nueve intensos meses de amor, que dejaron un muy buen recuerdo. Sigue llamando la atención nuestra relación, porque ella es una figura muy importante”.

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